La noche terminó entre el empate del barça y la charla con nuestros amigos alemanes. Sobre todo con Bernardo que habla español bastante bien. Andreas lo comprende pero parece algo más cerrado e introvertido. Bernardo ha comprobado el resultado de fútbol de algún equipo alemán (ha habido bromas sobre lo del Bayer y la copa de europa del verano) y han comprando los billetes de regreso a casa un par de días antes que nosotros ya que piensan adelantar a partir de mañana. De esta manera nos hemos tomado una última copa para despedirnos y celebrar nuestro encuentro. A la celebración se ha unido el dueño del bar con su generosidad y amabilidad invitando a una ronda.

Despedida hispano-germana entre brindis
Con ese ambiente de alegría etílica imprescindible en los actos de recuperación de líquidos tan necesario cuando estás haciendo el camino hemos terminado y nos hemos encaminado hacia el albergue. Allí nos esperaba la noruega que entre sueños nos ha preguntado por el resultado del partido; tras informarle puntualmente, con bastante cabreo por mi parte al recordarlo, hemos recogido la ropa que aún estaba en el tendedero y nos hemos acostado.
Noche tranquila sin grandes ronquidos, la que más la noruega, y sin interrupciones. A la hora prevista ha sonado el despertador y nos hemos preparado las cosas para salir. La noruega ha vuelto a encender la luz cuando a ella le ha parecido sin tener en cuenta que Bernado seguía en la cama. Bernardo es siempre el último que se levanta, es tranquilo y le gusta reposar el despertar, yo creo que le gusta reposar todo en la vida. Es un tipo curioso que ha viajado bastante y que va a su ritmo: despacito pero sin pausa se detiene de vez en cuando en algún lugar hermoso del camino a descansar y comer y sale cuando todo el mundo ha abandonado el albergue. El ritmo de la tarde lo marcan las cervezas y las copitas de vino (no todos son abstemios como nosotros).
Nos hemos levantado todos al mismo tiempo, gracias a la noruega, y hemos salido delante nosotros con Andreas, Sin ninguna posibilidad de desayunar íbamos con la intención de encontrar algo en alguno sitio en los pueblecillos que nos iban a salir al paso pero nada de nada.
Nos hemos chupado 15 km sin tomar ni agua hasta llegar a Rionegro del puente. El tiempo estupendo sin muchas nubes aunque algo fresquito
El camino llega hasta un pantano por un camino difícil de seguir por la falta de flechas. Va todo el rato en suave acenso hasta paralelo a un canal hasta que se ve la presa, entonces el camino sale por una senda estrecha que baja bruscamente hasta la misma orilla del río junto a la estación eléctrica y asciendo bruscamente justo a la misma presa.
En Rionegro nos hemos desquitado: cerveza tamaño familiar con un pincho de tortilla y otro pincho de material desconocido (chorizo, jamón jork y queso rodeados de una masa tipo buñuelo). Charla agradable con la gente del lugar y continuar camino tras despedirnos de Andreas que acababa de llegar allí.

Rionegro del puente
El resto hasta aquí pasa junto a la autovía un rato y luego se separa aunque paralelo a la nacional. Íbamos haciendo planes sobre la posibilidad de buscar una habitación en un hostal, lavar la ropa, descansar de estos días, comer en Mombuey (un buen chuletón de idem)… Además nos había dicho que el albergue era de pena y no había ni camas, sólo un local para suelo. En esas estábamos cuando hemos llegado al Hotel de la carretera: estaba como a dos quilómetros antes del pueblo, aislado de todo y de aspecto descuidado. Ante tal situación hemos optado por continuar hasta el pueblo porque ″seguro que habrá otro lugar para dormir″ (en la guía de Joseba ponía que esto es un lugar de servicios). Hemos ido llegando hasta el pueblo y la vista de dos supermercados, dos bancos, varios bares e incluso un mesón nos han hecho abrigar esperanzas de haber acertado plenamente en nuestra elección; a mí se me iban saltando las lágrimas de emoción al contemplar una concentración de comercios que hacía un montón de días que no habíamos visto. Pero…
Al llegar al hostal y preguntar por habitaciones nos han dicho que allí hace ya tiempo que no tienen habitaciones, que en el pueblo no hay nada más para dormir, salvo el albergue de peregrinos, que el mesón está cerrado y que los comercios están bajo mínimos desde que se hizo la autovía y los coches ya no pasan por el pueblo.
Ahora yo ya lloraba también pero por el desengaño y ante la idea de tener que regresar otro par de quilómetros hasta el hotel que habíamos visto arriba. Hemos ido hasta la iglesia y en el camino hemos visto el albergue, con poca esperanza hemos abierto la puerta y hemos quedado sorprendidos: estaba aceptablemente bien y tenía camas, limpio, agua caliente y 10 literas. No lo hemos dudado y nos hemos instalado aquí en lugar de subir al hotel y hemos hecho muy bien porque nos han contado unos ciclistas que acaban de llegar que no tenía habitaciones libres.

Vista del albergue de Mombuey
Nos hemos duchado (por separado Tarzán) y hemos ido al rehidratador del pueblo que no es otro que el hostal que no es hostal al que habíamos llegado al principio. Una cerveza terapeútica y sobre las dos hemos entrado a comer. Allí hemos encontrado a los dos catalanes que llevamos viendo desde hace algunos días. Son dos señores algo mayores que hemos encontrado casi al final de las dos últimas etapas que llevan una mochilita muy pequeña. Nos han dicho que les habían aconsejado el churrasco y que van haciendo el camino con coche de apoyo: hacen las etapas sin peso y luego un coche les viene a buscar para llevarlos a algún hostal de la zona. Entonces uno de ellos planteado a Joseba si podía ser indiscreto y le ha preguntado la edad; al contestarle él le ha explicado que habían hecho una apuesta sobre su edad y uno decía que unos cincuenta y el otro que era mucho más joven: en ese momento me ha dado un ataque de risa que no he podido controlar ante la falta de precisión, debe ser que no lo ha visto de cerca. Tras varios comentarios jocosos al respecto que he realizado con el consiguiente buen humor que nos caracteriza y tras la estoica paciencia que atesora mi gentil compañero de fatigas, hemos charlado con ellos sobre el camino, de dónde venimos, a dónde vamos, quiénes somos… Ellos catalanes, jubilados, animados y serviciales ya que nos han ofrecido información sobre los hoteles que vienen en los próximos días. Les he dado la dirección del blog y desde aquí les mando un saludo.
Tras comer aceptablemente bien y completar la sesión con un par de licores de manzana sin alcohol hemos regresado al albergue a reponer fuerzas en postura horizontal.
Tras un ratito tranquilos han llegado dos ciclistas a instalarse. Tras las presentaciones hemos descubierto que son de Basauri (con dos cojones, que lo bueno abunda), ya somos cuatro. Hemos hecho algunas bromas y parecen gente maja, vienen destrozados después de una etapa larga y son los que nos han comentado que el hotel de arriba no tenía habitaciones por lo que han tenido que venir aquí como último recursos ya que pensaban que estaría lleno y que tendrían que dormir en el suelo.
También acaba de llegar una de las alemanas que habíamos dejado el otro día atrás y se ha instalado aquí, por lo que ya somos 5. Ahora la tarde se plantea como una continuación en nuestra rehidratación en el bar del pueblo, si han dejado de jugar a las cartas y pelearse los lugareños, pequeña visita turística (ir a ver la iglesia que es una belleza), publicar la entrada en el blog y poco más.
De la alemana te(u)tona seguimos sin tener noticias y la que ha llegado es sin duda alemana pero no te(u)tona, de hecho se podrían hacer dos a partir de esta, por tamaño y por edad.
El reloj de la iglesia no para de tocarnos los… y tememos que seguirá así durante toda la noche. A pesar de todo tenemos cama, sitio para dormir y descansar. No podemos quejarnos y, aunque podamos, nos va a dar igual.