Subir hasta la cruz de Ferro y luego caer hasta Molinaseca

Ayer no pude escribir porque en Rabanal internet llega en burro. Aprovechamos el día para seguir recuperando, charlar con la gente y disfrutar de la estupenda acogida de Isabel en el albergue del Pilar. Este es uno de los albergues que más veces he visitado en todos mis caminos y cada vez que me marcho pienso en volver seguro la vez siguiente. Ha cambiado mucho desde que dormimos Emilio y yo hace casi 20 años y ahora ofrece muchos más servicios aunque el trato sigue siendo el mismo y la amabilidad de Isabel continúa a pesar de tanta gente como va y viene todos los días.
Salimos a las siete del albergue y paramos a desayunar en un bar a la salida, justo enfrente está el Silva. Se trata de un bar que Isa nos había dicho que buscáramos porque ella tiene una amiga que Tiene familia en Astorga y que le había que tenía un bar, la familia se llama Silva, así que se supone que este debía ser el sitio. Le dijimos que entrara a preguntar pero no se atrevió porque le daba vergüenza. Es curioso que Isa sea tan vergonzosa para algunas cosas y tan descarada para otras.
La etapa de ayer es una agradable subida con una suave pendiente, aunque muy constante, que nos lleva hasta pequeños pueblecitos de sierra que hace unos años estaban casi abandonados pero que hoy florecen gracias al camino. La primera vez que pasé por aquí recuerdo que un señor en Santa Catalina nos preparó un bocata y un café de puchero en su propia casa que hacía las veces de bar. Hoy en día encuentras restaurantes, albergues o bares que se promocionan a las entradas de los pueblos con carteles llamativos.
Otra de las cosas que llama la atención es la gran cantidad de gente que hay por todo el camino. Se desplazan en grandes grupos a voz en grito y paran en todos los pueblos por los que el camino pasa, en una mezcla de necesidad por la fatiga de quien no está acostumbrado a andar y con un deseo de búsqueda de lo auténtico y rural en bares que tengan todo tipo de servicios.

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La apariencia de todos estos lugares ha cambiado mucho desde aquellas casas abandonadas y en ruinas hasta los flamantes restaurantes y los Mercedes aparcados a las puertas de casas recién construidas.
En el Ganso paramos a hacer un descanso en uno de los dos bares que siguen estando juntos aunque no creo que demasiado bien avenidos.

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Así se afrontan las últimas rampas hasta Rabanal, algo más duras como preludio de la ascensión del día siguiente. También Rabanal ha cambiado mucho y ahora cuenta con mesones, albergues y casas rurales para elección de los peregrinos y demás turistas de todo tipo de posibilidades económicas.
En estos dos días hemos sufrido especialmente la impertinencia de los bicigrinos. Los bicigrinos se pueden clasificar también en las mismas variedades que el resto de peregrinos a pie salvo por la evidente diferencia de que van en bici. En general la convivencia es fácil y el respeto por el paso de unos y otros suele primar. De todos modos algunos son especialmente molestos. Para comenzar los hay que se empeñan en hacer el camino «de verdad», es decir, siguen el camino trazado para los que vamos a pie aún en aquellos lugares impracticables para ellos. En lugar de tomar la carretera que tienen a un par de metros, bien asfaltada, poco transitada y de fácil paso, se empeñan en ir por esa pequeña se dita pedregosa, de gran desnivel y por la que sólo cabe un peatón. Esto te hace tener que detenerte para ceder el paso tras recibir el sobresalto de un bocinazo o un grito de «bici». El final es que acabas alcanzándolos y pasándolos en la siguiente cuesta que ya no han podido hacer sobre la bici o porque han pinchado dado lo irregular del terreno. Yo entiendo que las bicis compartan camino por aquellos tramos en los que la alternativa es una carretera peligrosa y de mucho tráfico, o en aquellos lugares en los que el camino es suficientemente ancho para pasar sin problemas pero me resulta muy molesto ese ciclista que cree que por llevar un cascabel tiene derecho a que todos nos abramos para dejarle pasar porque se considera más peregrino en tierra que en asfalto, para eso que se hubiera dejado la bici en casa y se hubiera venido a pie porque total acaba haciendo más quilómetros bajado de la bici que encima.

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Al llegar nos instalamos en una habitación con dos camas de matrimonio, algo alejados del mogollón de turigrinos que iban llegando a todas horas y nos fuimos a comer a la posada de Gaspar. En los últimos años hemos comido allí muy bien aunque ayer nos pareció demasiado básico y poco cuidado el me ú de un restaurante con tan buena pinta y con tantas posibilidades. Para poner un simple salmón a la plancha uno puede poner congelado reseco o preocuparse por tener un buen trozo como ración.
La tarde la hemos pasado charlando en la terraza con algunos de los peregrinos con los que vamos contactando. Estando sentado he visto a alguien cuya cara me sonaba bastantes, se trataba del que estaba comprando una capa en León cuando mirábamos las sandalias de Isa. Mar me dijo que le aconsejara que no se comprara la capa Ferrino con mangas porque no transpira y acabas más mojado por dentro que por fuera. Estuvimos charlando un ratito sobre capas, chubasqueros y goretex y nos comentó que empezaba el camino en Astorga. Al verme me reconoció y comenzamos a charlar con ellos sobre las etapas y esas cosas de las que hablamos los peregrinos en los albergues. Son Luis y Amaya, gente amable con los que desde ese momento hemos ido coincidiendo.
Después de algún que otro orujo nos pusimos a cenar algo en el mismo albergue, acompañado de una dosis suficiente de vino del terreno, suficiente para que yo llegara a la cama con sueño rápido y casi tan profundo como el de Mar hija (ella no ha cambiado en eso y sigue en su proceso de dormirse antes de terminar de poner la cabeza en la almohada.
A las 5:45 nos hemos levantado para ir a desayunar y salir a afrontar la dura subida a la cruz de Ferro. Isabel nos ha puesto una tostadas enormes de las que hemos dado cuenta rápido. Luego foto y despedida hasta la próxima vez.

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A las siete en marcha justo con las primeras luces. Las duras rampas de ascensión las hemos ido tomando suavemente disfrutando de la mañana y del paisaje. Además hemos encontrado poca gente subiendo y nos ha permitido hacer una ascensión tranquila a muy buen ritmo.

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Al llegar a Foncebadón seguimos comprobando las mejoras económicas que representa el camino. Hoy es un centro en el que paran peregrinos como final de etapa o para tomar algo. Varios albergues y mesones dan vida a aquel lugar que no hace mucho era un simple conjunto de casas abandonadas.

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Desde aquí ya es un simple paseo hasta llegar a la cruz de Ferro donde hacer las fotos de rigor delante del montón de piedras que se supone que los peregrinos han ido transportando desde Ibañeta.

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Sigue el camino por la parte alta durante algunos quilómetros sin atreverse a descender lo que al final hará sin piedad y llega hasta el albergue de Manjarín regentado por el templario caballero Tomás. Otro de los personajes del camino que lleva su particular refugio desde hace muchos años acogiendo a los rezagados o los que buscan una experiencia diferente para pasar una noche en un lugar muy especial en lo alto del mundo.

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A partir de aquí el camino comienza la parte más dura de bajadas en uno de los tramos más peligrosos de todo el camino. Hay que tener mucha precaución para evitar tropezones y caídas dada la tremenda pendiente de algunos tramos y el terreno pedregoso y de difícil caminar. En esta parte sí hemos empezado a encontrar cada vez más peregrinos a los que íbamos adelantando con caras cada vez más fatigadas por la acumulación de quilómetros y el calor sofocante.
Cuando llegas al Acebo parece que te vas a caer sobre el pueblo que sólo ves cuando estás muy encima. La llegada es espectacular y el pueblo una belleza que representa la entrada oficial al Bierzo.

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En el mesón del Acebo hemos parado a tomar algo y reponer fuerzas, allí hemos coincidido con Luis y Amaya. Hay otros muchos bares ahora pero yo prefiero el de siempre, allí dormimos Joseba y yo con los catalanes el año que nos comimos en cocido maragato en Castrillo.
Hasta Riego el camino va por la carretera en suave descenso. Unos chicos vendían piedras y caracolas además de limonada como preparación de futuros comerciantes del camino.
Desde aquí hasta el final queda lo peor: constantes bajadas pedregosas y muy duras por valles cerrados que no dejan pasar el aire y hacen sofocante el calor. Cada vez más cansados y doloridos de músculos y pies además de tener que prestar atención para no resbalar y caer.
Varios castaños secos son la única nota de belleza que nos recuerda que ese sufrimiento se verá recompensado por la frondosidad de interminables bosques a partir de mañana.

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Adelantando peregrinos, unos nos han pasado corriendo y Mar ha comentado que se trata de uno de los concursantes de gran hermano. Cuando por fin ves Molinaseca al fondo ya casi no percibes un par de descensos durísimos que te llevan hasta el mismo puente romano.

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Al llegar al albergue, a la salida del pueblo están los dos, Alfredo estaba allí y lo he saludado, por supuesto no me recordaba pero yo sí le he dicho que hace ya algunos años pasamos una velada estupenda charlando en el albergue público, este aún no estaba.
Al tener reserva hecha nos han subido a una habitación con ocho camas y también se han allí Luis y Amaya, que han llegado poco después de nosotros.
Ducha rápida y vistazo a los pies de Mar madre que no va tan mal como preveíamos, aunque ha llegado muerta. Luego nos hemos ido al Mesón Palacios donde hemos dado cuenta de nuestra primera ración de pulpo con cachemos y pimientos de padrón.
Hemos mojado los pies en el helado río en la playa fluvial y luego hemos vuelto a dormir un rato pero el calor en la habitación no nos ha dejado descansar.
Yo he bajado a escribir y Alfredo me ha estado contando que estuvo haciendo el camino espiritual en Japón y que ahora piensa ir a Brasil, su idea es hacer un museo de las peregrinaciones espirituales por todo el mundo aquí en Molinaseca. Así son las gentes del camino.
Resumen etapas: 21 a Rabanal 20,0 km en 4 horas y 6 minutos a 4,9km/h.
Etapa 22 a Molinaseca, 25,8km en 5 horas y 50 minutos a 4,4km/h.

Un comentario en “Subir hasta la cruz de Ferro y luego caer hasta Molinaseca

  1. Gracias.

    A «bicigrinos» y «turigrinos» se podrían añadir este otro tipo de peregrinos:

    + Cabalgagrinos: peregrinos que van a caballo, burro, burdégano, etc., con o sin carruaje. Son muy poco comunes. Los debe de haber también de diferentes tipos.
    + Maratogrinos: peregrinos «machacas». Se meten unas palizas del quince, pudiendo llegar a caminar más de 50 kilómetros al día o pedalear más de 150 km por jornada. No faltan los bomberos en este colectivo.
    + Taxigrinos: en cuanto llueve algo, se cansan, etc. llaman a un taxi para terminar la etapa lo menos mojados, etc. posible.
    + Hospigrinos: peregrinos que han sido hospitaleros o suelen serlo con alguna frecuencia.
    + Roncagrinos: peregrinos que dan «conciertos» nocturnos, y gratis … Cualquiera puede serlo alguna vez (por el cansancio, bebida, tabaco, edad, …), aunque los hay «profesionales».

    Seguro que se os ocurren más tipos o clases de peregrinos siguiendo la rima …

    Saludos

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