De lo que pudo haber sido, y fue mejor

Después de una maravillosa tarde en Oporto esperando la puesta de sol, tras deleitar nuestro paladar con una jarrita de vinho verde en una terraza junto al río y después de una excelente cena, a pesar de la actitud del camarero jefe… Nos fuimos a dormir a nuestro espectacular alojamiento. Tal y como era previsible la habitación tenía dos compañeros más que, a pesar de mis indicaciones a Renato por la mañana, no estaban a la altura de lo que esperábamos en cuanto a edad ni sexo. Una pareja de maduritos franceses han tenido el placer esta noche de compartir nuestros ronquidos entre la fiesta infinita de la calle que no ha parado hasta las cinco de la mañana. Y es que el alojamiento se encuentra en una calle que debe ser el lugar más concurrido y marchoso de Oporto los viernes noche porque la fiesta y sus consecuencias llegaba hasta la cuarta planta en la que estaba nuestra habitación. De cualquier modo el cansancio era tan grande que hemos dormido aceptablemente hasta que las seis han marcado el momento de la puesta en marcha.
Hemos sacado las cosas lo más silenciosamente posible y nos hemos arreglado en el pasillo. Joseba ha subido a ver si nos daban la ropa que habíamos dejado a lavar la mañana anterior porque entre estas estaban mis pantalones y tampoco era cuestión de ir por ahí en calzoncillos.
Tras varios intentos ha conseguido despertar al chico que nos esperaba arriba para ofrecernos el desayuno y que debía darnos la ropa.
Un desayuno sencillo pero agradable y abundante nos ha predispuesto positivamente ante la etapa que nos esperaba y que nos dejaría a 40 km de Oporto entre asfalto y calor.
La salida de la ciudad son más de 10 km de casas sin fin por una calle recta llena de bares y padarias que ya no nos hacían falta porque habíamos desayunado. Mientras íbamos haciendo quilómetros Joseba me ha recordado la teoría de que en el camino si te hace falta algo seguro que no lo encuentras, como el otro día un lugar para tomar café, pero si ya no te hace falta vas a ver cientos sin problema.
Saliendo de Oporto hemos encontrado unas chicas españolas que han salido de Oporto y nos han contado que ellas se quedaban en Vilarinhos porque les habían dicho que había albergue. Este es el lugar en el que habíamos buscado sitio para dormir porque evitaría el pasón de etapa de hoy y los 16 previstos para mañana hasta igualar ambas. Encantados ante esta perspectiva hemos devorado quilómetros de asfalto entre un Oporto sin fin y con un paisaje cada vez más «gallego» en el que las casas de piedra, el verde y los olores cada vez recuerdan más nuestro destino final.
Café de recuperación y llegada a Vilarinhos en el que nos aguardaba una conjunción de estrellas que vienen a recordarnos por qué nos gusta tanto esto de hacer el camino.
Al llegar una pequeña indicación nos mandaba al albergue a la derecha. A la puerta había un grupo de peregrinos que nos han dicho que había que llamar pero ellos no se quedaban porque en realidad iban a comenzar la etapa a esa hora.
Una señora nos ha abierto la puerta y nos ha dicho que debíamos esperar un cuarto de hora porque estaba arreglando la habitación. Hemos ido a tomar una cerveza al bar de al lado para hacer tiempo.
Al regresar nos ha abierto un señor para ofrecernos alojamiento por 10 euros, sábanas, toallas, jardín fresquito, wifi en el patio y además nos han dicho que en el centro del pueblo hay una fiesta gastronómica en la que ellos tienen un puesto con comida para que vayamos después.
Es decir, de 40 km a pleno sol con sol de justicia para llegar a ningún sitio hemos hecho 25 km estamos en un albergue chulísimo que tiene hasta jabón para lavar la ropa y un cercado con patos e incluso un cerdo, en medio de una feria gastronómica en la que degustar manjares típicos de la zona y para colmo con un fresquito estupendo que corre a la sombra mientras escribo con la wifi del lugar.
Dicho y hecho, tras ducha y lavado de ropa nos hemos ido al pueblo, no más de 300 metros y allí estaban nuestros anfitriones ofreciendo una botella de vinho verde y callos con judías (plato típico de la región, tripas al estilo de Oporto) y Joseba una carne en salsa también típica de aquí. Parece que el al albergue lleva abierto unos cuatro meses y ya ha recibido un montón de peregrinos, es un lugar agradable y la gente que lo llevan parecen estupendos, ya os contaré mañana.
Resumen de la etapa: 25,71 en 4:32 a 5,7 km/h de media, sol con algunas nubes y todo asfalto y casas. El último tramo pasa por una carretera estrecha sin arcén muy peligrosa porque va entre muros y la gente va disparada. Debe ser que eso de velocidad controlada es sólo por estadísticas porque aquí los conductores no le hacen ni caso y casi perdemos las barbas (o peor)

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