Un pequeño respiro entre asfalto


Las previsiones eran de mucha dureza por el calor y por el asfalto. Una gran parte de la etapa transcurre en la carretera nacional I por el arcén, muchas veces casi inexistente. Sólo hay un pequeño respiro antes de llegar a Vila Franca de Xira que lleva al camino junto al río por,un carril bici que es una delicia, siempre y cuando no transites por la parte de las bicis que ya sabemos que aquí tiene licencia para atropellar si te metes en su terreno.

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La suerte ha sido que el calor no ha apretado, tal y como había visto en la previsión del tiempo de mi teléfono.
Aprovecho para decir que toda la tecnología,está funcionando muy bien. El galaxy note me lleva todas las aplicaciones estupendas y puedo usarlo todo el tiempo porque llevo una batería de repuesto, además de la externa auxiliar. Otra cosa es el tema mochilas que van muy bien por el peso pero un poco justas de espacio, sobre todo Mar que encima todavía no ha terminado de organizar su mente.
Mar sigue desgranando teorías sobre situaciones sentimentales de la gente que nos cruzamos, o de la actualidad política en Portugal (hemos visto algo de dimisiones, prima de riesgo, bolsa, bancos y demás cosas iguales a lo que oímos en España.
El final de la etapa fue lo peor entre coches y con calor pero llegamos a Azambuja sin novedad.
Para dormir nos fuimos al mismo lugar del año pasado pero no conseguimos contactar con el teléfono que estaba en la puerta. Decidimos ir a comer primero y volver luego a resolver el problema. Acabamos en una pequeña tasca regentada por una señora mayor que capta los clientes casi a tirones en la calle para meterlos en un antro con no más de cuatro mesas. Para colmo Mar se sentó en una que estaba preparada para un señor,que acababa de llegar, el tipo la miró con una cara de asesinar terrible pero no dijo nada y se sentó en otra mesa después de un buen rato de charla tensa con la dueña.
El menú fueron primero sardinas asadas, luego no y luego sí: vamos, que la señora no se aclaraba ni nos aclaraba a nosotros. El resultado fueron unas sardinas estupendas, cerveza y piña natural por la módica cantidad de 15 euros.
Al regresar al hotel conseguí hablar finalmente con la señora y me dijo que la llave la tenían en el bar de abajo, que nos instaláramos nosotros y ella se pasaría a cobrar los 30 euros a media tarde. Justo en ese momento apareció en una moto de hace casi un siglo un señor mayor (al olor del deseo, imagino) y nos abrió la puerta tras exigirnos los 30 euros para que él se lo diera después a la dueña. No nos sonó aquello muy convincente dado que no sabía nada del precio (de hecho nos comenzó pidiendo 30 por cabeza. Yo no estaba muy seguro pero me daba algo de confianza pensar que llevaba la llave del edificio, pero Mar directamente me dijo que no se me ocurriera pagarle por si salía corriendo, lo que yo dudaba dada su evidente ancianidad. El caso es que yo le pagué y luego descubrimos que era el peluquero del local al otro lado de la puerta del residencial.
Mar se quedó descansando mientras yo me duché y lavé la ropa, luego estuve escribiendo y jugando a mi juego de este camino, el candy crush.
Justo en ese momento Mar descubrió entre sus sábanas un sospechoso bichito similar a aquellos,que me machacaron hace un par de años en el camino Francés. Revisamos,todo sin encontrar nada y yo con la certeza de que amanecería picado por todo dada mi natural tendencia a que mi sangre atraiga a todo tipo de bichos, sobre todo si pican mucho. Es lo mismo que Mar con los viejos lo mío con los insectos chupadores de sangre.
El paseo al pueblo a ver la iglesia duró 10 minutos, igual que el año anterior. Como el hambre nos atacaba ya de buena tarde decidimos darnos una alegría en forma de plato enorme de caracoles «chupaeros» que estaban de muerte.
Luego la cena en el único restaurante abierto, sencilla y lenta, yo lenguado y Mar una cola de bacalao que supuso una decepción tras haber visto a nuestro vecino de mesa meterse un pedazo de bacalao tamaño familiar. Mi media de vino y Mar su botella de agua. Tras 15 euros pagados nos fuimos a dormir y yo a disfrutar de mis vecinos nocturnos.
PD. Mar me obliga a escribir que ella también lavó la ropa y se duchó después de la siesta.

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De Lisboa a Alberca de Ribatejo


Como veo que no acabo de poner,e al día y se acumulan las experiencias, sobre todo tras el éxito de mi compañera entre los portugueses, como ya contaré al detalle, escribo esta triple entrada desde Santarem, la tercera etapa del camino.
Esta primera semana esté previsto realizar etapas de más de 30 km y la experiencia del año pasado nos avisaba de mucho calor. Para colmo la primera etapa con Joseba fue un verdadero suplicio porque salimos muy tarde por el tema desayuno y además recorrimos un trozo muy largo desde el hotel hasta la Sé, punto de inicio del camino.
A las seis de la mañana, perdiendo el desayuno , con el cabreo del fútbol de la noche anterior y Mar también cabreada por la falta de atención en el hotel nos pusimos en marcha. Lo primero que detecté fue la falta de organización de Mar, poco acostumbrada últimamente a la vida de mochila. Mientras yo lo tenía todo dispuesto en 10 minutos, pastilla incluida, ella estaba con todo fuera después de 25 minutos. No lleva nada en bolsas, casi no tiene espacio en la mochila y además detecto siento espesor mental de quien tiene oxidados los hábitos del camino.
Evitando los errores del año pasado con Joseba nos pusimos rápido en marcha, café en tránsito por la Baixa y comprar agua fresca porque la del hotel tenía un sabor insufrible y estaba caliente.
El paseo por Alfama fue agradable entre chiringuitos de fiesta aún montados pero sin vida alguna (deben haber tenido uso en días pasados porque ahora parece todo muerto.

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Hasta el Parque de las naciones un paseo muy agradable y desde allí a Sacavem estupendo y fresquito. Hicimos una breve parada para tomar café, reponer fuerzas y demás miserias peregrinas.
El paseo desde Sacavem transita junto a un riachuelo por una zona bastante abandonada y metida entre montes, lo que hace que poco a poco suba la temperatura hasta tener sensación de mucho calor. Lo pero es que ya no hay nada hasta Póvoa ya que el pueblecito anterior no tiene ningún bar. No obstante Mar hizo parada técnica para cambiar de calcetines y calzado y así nos encaminamos hacia Póvoa con la duda de si ir hacia atrás al pueblo, quedarnos a comer aquí o seguir hasta Alberca. Incluso se me pasó por la cabeza la posibilidad de hacer 10 km más hasta Vila Franca de Xira y evitar el residencial cutrecillo de Alberca, lo que desechamos de inmediato ante la hora, el calor y la acumulación de cansancio tras 30 km.
Parados en todo esto nos saludó un señor que pasaba y nos preguntó, porque era cubano y nos había oído hablar español.
Hago un alto en el camino para explicar dos diferencias fundamentales entre mi camino del año pasado con Joseba y el cambio este año a Mar. Lo primero es el nivel de lo que yo llamo «teorías». Ambos son muy dados a ellas aunque tengo que reconocer que para eso Mar le saca una ventaja enorme. Una teoría consiste en la respuesta que dan ante cualquier situación del mundo sin estar basada en ninguna realidad ni tener ninguna justificación para elaborarla. Un ejemplo sería encontrar en un bar dos personas en la barra con mala cara y a partir de esa imagen construir que son pareja, que el hijo ha suspendido todas las asignaturas ese año y que la clienta que está en la mesa junto a la nuestra le tira los tejos al de la barra, con el consiguiente cabreo de la mujer, que tiene la regla y se ha peleado esta mañana con su hermana. Una teoría no tiene que ser verdad, ni siquiera debe parecerse a la realidad pero a ellos les sirve incluso para tomar decisiones de todo tipo en su vida. Lo peor de las teorías es que ellos las toman como verdades absolutas sin más, sobre todo si el resultado les interesa. Teorías se pueden dar en cualquier tema dentro y fuera del camino y llegan desde traducir a boleo a un portugués del que no ha entendido ni papa hasta aventurarse en la actualidad política del país desde un titular de informativo luso. Más adelante iré poniendo ejemplos de teorías para que podáis comprobar el nivel de Mar a la hora de inventarlas.
La otra gran diferencia es el grado de aceptación entre el personal luso, sobre todo el masculino y, especialmente entré los más maduritos (algunos mucho). Ir con Mar supone que al llegar a los bares los camareros sonrían (las camareras miren con odio porque yo no despierto en ellas el mismo nivel de seducción que ella en ellos). Por la calle nos saludan con una sonrisa y siguen mirando tras nosotros cuando pasamos hasta que nos perdemos al doblar la siguiente curva en el camino. Incluso el martes un señor se nos paró en mitad de la carretera porque al pasar con su coche nos vio de espaldas y nos dijo que pensó: seguro que son españoles. No sé muy bien que parte de la anatomía trasera de ella fue la que le hizo pensar así porque lo que sí tengo claro es que no vio sus pendientes españoles tal y como él nos dijo (lleva dos perlas pequeñas que no creo que viera desde el otro lado de la carretera con el coche en marcha). El caso es que nada más pasarnos paró su coche, hizo marcha atrás en la carretera y lució la mejor de sus sonrisas para contarnos lo estupendo que era encontrar españoles haciendo el camino portugués. La edad del caballero sigue la media de rompe-corazones al mismo nivel de nuestro barrio en Lorca.
La decisión final fue la de ir al residencial del año pasado y acertamos: todo está renovado y las habitaciones por 30 euros la doble disponen de baño, aire acondicionado, TV e incluso el canto de un loro.
Tras ducha rápida fuimos a comer al bar de al lado un menú flojo pero bien de precio salvo porque nos quisieron cobrar 3 servicios en lugar de dos, no sabemos si por error o por demasiado listos.
Luego lavar ropa y descansar un rato y nos fuimos al pueblos tomar algo y cenar. Largo paseo de 2 km hasta el centro de ninguna parte con un peligro terrible por los coches que van por esa carretera sin aceras en algunos trozos. Cerveza en el mismo bar del año pasado y cena estupenda a base de bacalao. El consumo de vino se redujo a mi media botella ya que Mar sigue en eso de beber cerveza y agua y no seguir los alcohólicos pasos de mi anterior compañero.
La vuelta al residencial fue tranquila y allí nos encontramos todo lleno, sobre todo trabajadores de los polígonos industriales cercanos. Nos recibió un señor con la ventana abierta de par en par y con el culo al aire a la altura de nuestra vista, visión que dificultó un buen rato que pudiera conciliar el sueño.
Resumen de la etapa. Pulsar aquí