3ª Azambuja – Santarem

Tras escribir ayer la entrada el resto del tiempo lo pasamos haciendo una visita turística a Azambuja (10 minutos, no tiene más) y una terraza en la que reconfortar nuestros sedientos gaznates con el dorado elemento. como casi nadie nos lee tengo que hacer una confesión: creo que Joseba ha vuelto a beber. Lo llevo sospechando desde que nos tomamos el bagazo ese que no me creo que sea agua.
Preparamos la etapa de hoy y reservamos la habitación en Santarem. Después nos dispusimos a buscar algún restaurante en el que tomar algo de cena después de descartar comernos un pollo a las brasas que olía bastante bien y que lo preparaban para llevar por no disponer de cubiertos y tener que acudir a las manos o a robarlos a la señora del residencial, cosa que descartamos ante el aspecto fiero de dicha dama.
Tras mil vueltas entre la nada, risas, confidencias y bromas acabamos en el bar de debajo de la habitación aconsejados insistentemente por la señora del residencial cuando fuimos a recoger la ropa del tendedero. No he comentado que Joseba tuvo que hacer verdaderos equilibrios colgando medio cuerpo de la ventana para tender la ropa en una cuerdas que daban a la calle y a una altura de tres o cuatro pisos, menos mal que para recogerla se había jugado la vida la señora.
A pesar del consejo la cena fue bastante floja: carne tipo suela de alpargata para mí y visita al capitán Pescanova para Joseba.
Sin mayor entretenimiento y tras otra agüita portuguesa sin alcohol que se pidió Joseba de esas que tanto le gustan nos subimos a la habitación, él directo a dormir sin pasar por la casilla salida y yo a leer un par de capítulos de juego de tronos, que tengo que terminar los dos primeros tomos antes de llegar.

La mañana ha amanecido a las 6 y a las 6:20 tomábamos un café en el bar frente a la estación, bar por llamarlo de alguna manera.
Así hemos iniciado el camino del día: 33 quilómetros por pistas de tierra junto al Tajo entre plantaciones de tomates hasta donde la vista se perdía. De ver en cuando algunas vides, maíz y poco más. Parte del camino corre sobre el dique del Tajo que protege de inundaciones. El camino es casi completo de tierra y hoy por fin hemos visto poco asfalto. Mucho calor ya que no se movía ni una brisa y menos mal que nos hemos puesto las pilas desde el principio para llegar antes de que el calor definitivamente nos derritiera por esos caminos de Satanás.

Para colmo hoy sólo teníamos la aldea de Valada a unos 12 km de salida. Poco más de un Bareto en el que tomar un café con leche. El lugar era de los de notearrimesaningúnsitionosetevayaapegaralgo en versión marrana. En la terraza una pareja discutía apasionadamente despreciando nuestra presencia. Mientras Joseba se arreglaba las zapatillas yo me he recorrido el pueblo en busca de un súper para coger agua fresca porque en el bar no había. Tras patear todo he encontrado algo parecido y una «amable» señorita me ha hecho volver a salir a la calle para entrar por la puerta del bar anexo en el que reparten agua porque deben tener prohibido mezclar ventas entre bebidas y pimientos.

El resto de la etapa eran 19 km sin nada de nada: polvo (y no del que se come), tomates y mucho calor.
Para colmo Joseba se ha sentido algo molesto en un pie y ha tomado un antiinflamatorio que le he ofrecido para pasar dopado el resto de la etapa (tranqui, Mar, que le he obligado a tomar también el protector estomacal).
Hasta la cuesta final de subida a Santarem nada nuevo, discusión política sobre tema vasco, algo de la prima esa que nos tiene bien puteados y:
Hotel Vitoria en el que tras fichar en recepción a ritmo de Caracol (la señora no fotocopia los DNI, se los aprende) mientras su orondo esposo, imagino, la miraba con cara de todo, menos de deseo, hemos tomado ducha, cada uno la suya, y nos hemos ido a la otra punta del pueblo a buscar algo que comer.
Al menos hemos tenido suerte relativa y yo me he comido una gallina estofada, bueno un trozo, tras una sopa a camponesa y Joseba un plato con patatas, arroz, huevo y ternera bajo el título de bifana.
Luego regreso al hotel porque tenemos wifi y tras lavar ropa he dado cuenta de toda la tecnología actualizando AppStore, jugando a apalabrados, hablando con viber con la familia, contestando a twitter y todo lo demás mientras Joseba me miraba con cara de asombro.
Hemos ido a dar una vuelta hasta las puertas del sol y luego nos hemos sentado a tomar una par de cervezas en una terraza para que yo escribiera la entrada.
Aquí ha sido donde Joseba me ha demostrado que ha vuelto a beber dando una lección sobre la diferencia en canaca y garrafa: la canaca es una cerveza marca imperial de barril de medio litro mientras que la garrafa es Súper bock de sólo 300, se ha marcado dos y media del tipo garrafa porque de la otra no había. El resto del tiempo se lo ha pasado comentando la pelea de una pareja que está en la mesa vecina entre peleas y recocimientos de amor. Voy a cortar ya esto para intentar encontrar algo para cenar, mala pinta tiene la cosa pero, al menos nos tenemos el uno al otro y ya se sabe, el roce hace el camino y el cariño nos alimenta. Por cierto hasta ahora,no había dicho eso de que los árboles no nos dejan ver el bosque.
Hasta ahora el balance de peregrinos que hemos visto es Joseba y Juanmacapa. En 90 km ni uno.
Resumen de la etapa: 32,94 a 5,5 km/h en 6:31 horas.

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