24ª Cacabelos – La Portela


El albergue se fue llenando a lo largo de la tarde de peregrinos que llegaban al límite por el enorme calor que hizo ayer. Cacabelos no es un final de etapa tradicional pero nosotros lo elegimos porque precisamente buscamos descuadrar las etapas que suele hacer la gente con el fin de evitar los lugares a los que suele llegar la mayoría y así huir de las aglomeraciones peregrinas. También tenemos como objetivo en estos días hacer la subida a Cebreiro a primera hora de la mañana porque el último tramo es muy duro cuando pega el sol de pleno.

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Nosotros habíamos elegido el albergue de Cacabelos porque sabíamos que llegaríamos pronto con plazas suficientes y porque tiene pequeñas habitaciones dobles que aíslan un poco y dan cierta intimidad. Es cierto que son muy pequeñas y que no están cerradas por arriba pero el albergue sigue estando bien cuidado a pesar de los años que ya tiene. Lo que peor tiene es el tema de las camas con las fundas y almohadas muy sucias, es una pena que no ofrezcan sábanas como en Galicia que mejorarían mucho ese tema.
Nos fuimos a cenar a un mesón del centro del pueblo y comimos aceptablemente acompañados de un perro pedigüeño y a una velocidad de tortuga por el poco aire que se daba el camarero. Cuando estábamos allí llegó un grupo de peregrinos discutiendo sobre el lugar en el que cenar. Destacaba una mujer de unos cincuenta que llevaba un pantaloncito muy corto y una camiseta de mangas que no dejaba mucho a la imaginación porque no llevaba ni sujetador. Entre ellos discutían sobre lo oportuno del callejón y lo poco ventilado y al final todo acabó con división de grupo, unos al callejón y otros a la plaza vecina.

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Al llegar al albergue todo estaba tranquilo y aún hacía algo de calor así que procuramos no formar mucho follón porque la gente de la habitación de nuestra derecha ya estaban acostados. Dejamos la puerta un poco entreabierta para que entrara algo de fresco.
A las cuatro de la mañana me ha despertado el follón de la habitación de la derecha, estaban preparando la mochila con las luces encendidas sin ningún cuidado por la gente que dormía a su alrededor. Después de aguantar su charla, su ruido de cremalleras, bolsas de plástico y botes abiertos les he llamado la atención pidiendo silencio y respeto por el descanso de los demás. Se trata de dos ejemplares típicos de capulligrinas. Son una variedad de turigrinos caracterizados por tocar las zonas urogenitales de los que habitan a su alrededor. La gran mayoría son extranjeros y suelen destacar como modelo de mala educación los franceses, aunque también los hay españoles de cualquier comunidad autónoma. Los capulligrinos viven en el camino aprovechándose de la buena educación de los demás, esa que ellos no tiene. Suelen ser muy miserables y buscan albergues en los que dar la voluntad para no poner nada y que tenga cocina para no tener que ir a restaurantes. El caso es que en lo que no tienen reparo es en gastar casi todo su presupuesto en botellas de vino peleón y enormes jarras de cerveza. Por supuesto fuman tabaco liado.
Los capulligrinos llegan a los albergues tarde, a última hora del mediodía, se han ido parando en todos los bares que han encontrado en el camino, en los bancos, se han tumbado en los prados, han quitado las botas para mojar los pies en fuentes de pueblos, ríos o cualquier charca. Hacen etapas pequeñas pero tardan el doble que los demás por tanta parada. Nada más llegar se tumban en la cama sin deshacer mochila siquiera, no usan el saco y duermen sobre el colchón aunque vienen sucios del camino. No se duchan por lo que estar cerca de ellos es un problema desde el primer momento, además apagan las luces y cierran las ventanas con lo que impiden a los demás estar en el dormitorio para no molestarles.
A media tarde se desperezan después de varias horas de sueño y se apoderan de la cocina para preparar cualquier porquería que han comprado en el supermercado de tres pueblos antes y que han transportado en una bolsa de plástico que llevan en la mano. Lo que cocinan impregna de un insoportable olor todo el albergue. Ocupan todas las mesas llenando todo de basura y prolongan su sobremesa con varias botellas de vino. Uno de ellos siempre lleva una guitarra con la que dan rienda suelta a sus alegrías etílicas subiendo progresivamente el tono de las risas. Mientras los demás vamos a cenar ellos completan su ciclo diario y te los encuentras al regresar en el mismo sitio en el que los dejaste solo que más borrachos o ya se han ido a dormir y los encuentras en la misma posición de la tarde: sin ducharse y sobre el colchón apestando a sudor. Como ya duermen tú tienes que preparar la mochila para el día siguiente a oscuras, a pesar de que aún queda tiempo antes de que sea la hora de apagar las luces.
Los que sí se duchan lo hacen cuando ya todos estamos en la cama y comenzamos a conciliar el sueño.
Lo peor llega a partir de las 4 de la mañana porque ellos salen a esa hora, lo hacen para llegar pronto al albergue siguiente y coger sitio o simplemente porque algún capullo les ha contado la idiotez de que por la noche el camino es una experiencia mucho más iniciática. La realidad es que se pierden, se lesionan tropezando en la oscuridad y acaban perdiendo tanto tiempo al día siguiente entre bar y bar que vuelven a llegar después de los que nos hemos puesto en marcha a las 7.
Pero para levantarse ellos sí que no tienen ningún cuidado por no despertar a todo el dormitorio, en lugar de salirse fuera a preparar la mochila usan sus potentes linternas que te enfocan en la cara, comienzan a mover bolsas de plástico metiendo y sacando cosas media hora, luego cerrando y abriendo cremalleras. Se les caen doscientas cosas y entre ellos comentan tranquilamente la etapa mientras comienzan a desayunar sobre las camas. A esas alturas tu grado de cabreo e indignación es tal que alguno siempre acaba dando un grito con muy mala leche que ellos toman mucha tranquilidad para terminar de recoger todo y salir tropezando dos o tres veces antes de alcanzar la puerta y cuando ya todo el resto del dormitorio se ha quedado desvelado. Poco a poco los que ya no pueden conciliar el sueño acaban levantándose en un rosario de gente que termina cuando otro listo enciende la luz pensando que es más cómodo así sin ver que algunos no queremos levantarnos.
A las cuatro de la mañana nos han despertado nuestras amigas porque preferían arreglar sus cosas dentro ya que fuera hacía fresquito para ellas.
Nosotros hemos salido a las siete según lo previsto comentando las incidencias de la noche.
El camino va por la carretera hasta algo más allá de Pieros. Es un tramo feo y peligroso que deberían mejorar puesto que los coches pasan a mucha velocidad. El último tramo hasta Villafranca sí se aparta de la carretera y entra por la parte alta por camino. Lo primero que encuentras es el refugio municipal y la iglesia de Santiago, en la que los peregrinos que no podían llegar a Santiago alcanzaban la indulgencia pasando por su pueda del perdón.

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Junto a la iglesia había un cementerio de peregrinos y también encontramos el albergue de Jato, el refugio del Ave Fénix, uno de los lugares más «especiales» del camino.
Nada más pasar encontramos el castillo que es una casa particular que está habitada.

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Se baja por la calle del agua, una de las más bonitas del camino hasta el puente que te saca de la ciudad. Nosotros hemos desviado nuestros pasos para ir a la plaza del pueblo a desayunar y sacar dinero en un cajero.
De Villafranca se sale por el trazado de la antigua carretera nacional y ya no se abandona en toda la jornada. Hoy en día es un paseo agradable entre grandes castaños, robles, etc… Siempre junto al río Valcarce. Desde que han hecho la autovía el tráfico ha bajado mucho y el camino se ha hecho mucho más fácil y agradable. Recuerdo nuestro paso por aquí hace unos años, cuando estaba en construcción la autovía entre polvo, camiones y coches. Tuvimos que taparnos boca y nariz para poder pasar.

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En Trabadelo hemos hecho una pequeña parada técnica y a la salida hemos encontrado un ejemplo de la pasión por el fútbol vivida en estos últimos días. Son las cosas del camino incluso aquí, donde todo parece estar muy lejos de nuestro mundo cotidiano.

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El último tramo hasta La Portela se ha hecho duro porque el calor apretaba. Al final hemos llegado a tiempo de una buena ducha, lavar la ropa en lavadora y un menú abundante y rico. Estamos en una habitación para los cuatro con dos literas, todo muy limpio y bien cuidado. El trato es amable y cordial. La lavadora se ha atascado y han tenido que ponerla otra vez.
Tenemos toda la tarde para descansar ya que esto no da para más. Por lo menos tenemos wifi y por eso puedo escribir. Mañana nos espera Galicia con la subida a Cebreiro, otra de las etapas cumbres del camino. Tres orujos de hierbas preparan una tarde tranquila a cobijo del calor que hace fuera mientras vemos pasar por el camino peregrinos a pie y en bici que desafían la lógica y marchan bajo un calor de justicia.

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