La noche de Barcelos terminó tranquila después de las escaramuzas de los zumbados en la plaza. Tras varias persecuciones, gritos, peleas y carreras todos abandonaron el lugar y nosotros nos dispusimos a buscar restaurante para cenar. En el que habíamos comido al mediodía estaba cerrado y la alternativa no defraudó, el Don Antonio nos ofreció un bacalao y un cabrito asado respectivamente a mi compañero y a mí, para terminar me tomé una sopa como buen portugués.
Sin mayores novedades nos fuimos a la cama y el despertador nos levantó a la hora de siempre para ponernos en marcha. Lo primero fue encontrar una padaria abierta en la que tomar café, llenar agua (la del hotel era asquerosa y estaba caliente), y comer una magdalena de arroz.
Un paisaje cada vez más «gallego» se va abriendo a nuestro paso y merece la pena destacar las bonitas iglesias que nos vamos encontrando y los parrales que suelen rodear los cultivos. Toda la mañana estuvo amenazante aunque llegamos sin novedad a nuestro final de etapa previa parada técnica con café y pequeño bocata de jamón cocido.
Al entrar a Ponte de Lima está el albergue juvenil que habíamos escogido como lugar para alojarnos, al llegar aún estaban limpiando y todo parecía algo revuelto. Cuando nos fuimos a duchar vimos que todavía estaban sin hacer los baños y el aspecto de abandono y suciedad era grande. Las habitaciones están bien pero la limpieza bastante floja.
Tras la ducha nos fuimos hacia el pueblo y encontramos que había mercado, pero no un mercado cualquiera sino la madre de todos los mercados. Cientos de puestos eran visitados por miles de personas para comprar desde muebles y colchones hasta pepinos y tomates. Nos sorprendió la variedad de productos y la cantidad de gente que llenaba todas las calles.
Nos dejamos aconsejar por la guía y fuimos a comer al restaurante que nos marcaba justo en medio de todo el follón. Estaba lleno de gente y tuvimos algunos problemas para coger mesa ante la inoperancia de la señora que llevaba lo de colocar a la gente y con la desesperación de mi compañero que se cabreaba cada vez que la señora acomodaba a los que entraban por la otra puerta mientras se olvidaba de nosotros (este Joseba es que no me tiene paciencia para nada, qué os voy a contar). Todo este lío nos llevó a comer más allá de las tres aunque mereció la pena por el chuletón del que di cuenta y el cabrito de mi compañero (el que se comió, claro).
Luego fuimos a lavar la ropa al albergue y descubrimos que no por haber limpiado los baños la situación de limpieza de los mismos había mejorado significativamente, los pelos brillaban por el suelo como si en lugar de quitarlos hubieran intentado sólo redistribuirlos.
Regresamos al pueblo para hacer una visita turística, el albergue está como medio km alejado, y el mercado seguía en plena ebullición. Recorrimos sus calles, el puente sobre el río y sus rincones. Ponte de Lima es una ciudad bonita, agradable y acogedora que nos gustó mucho. Nos sentamos a tomar una cerveza y entonces se sentaron dos peregrinos en la mesa de al lado. Uno de ellos lo reconocí como Satur, se trata de alguien a quien había conocido en mi camino del norte del 2008,un tipo simpático, agradable y lleno de humor con el que pasamos una estupenda velada en Mellide junto a los compañeros de aquel camino. Tras saludarnos dedicamos una buena parte de la tarde recordando anécdotas de aquel camino entre bromas y buen rollo.
Yo me dediqué a buscar alojamiento para el día siguiente porque hay problemas en Rubiaes ya que hay un festival de rock que tiene todos los lugares completos, que tampoco son tantos. Al final hemos conseguido reserva en un residencial a 1,5 km antes Rubiaes.
La cena fue en el mismo restaurante del mediodía, esta ver mucho más tranquilos. Unas delicias de bacalao y brochetas de lulas y camaroes fueron nuestra elección junto a una botella de vino del terreno mucho mejor que la que nos habíamos tomado en la comida.
Regresamos dando un paseo al albergue y nos fuimos a la cama porque estábamos cansados. En la habitación de al lado un niño pequeño no paraba de llorar lo que nos hizo temer una noche de pesadilla pero la pesadilla llegó por donde menos lo esperábamos. A la una de la mañana un ruido tremendo nos despertó: estaba diluviando en la calle. Así ha pasado toda la noche.
Resumen de etapa: 16,de Barcelos a Ponte de Lima, 33,18 km en 5:46 horas a 5,7 km/h.