7ª Alvaiazere – Condeixa a nova

Después de haber analizado ayer todas las posibilidades de marcha para la etapa de hoy yo decidí que iba a tirar el anzuelo en el restaurante por si sonaba la flauta de alguien que nos trajea a Condeixa por la cara. Tras una más que aceptable cena en la que nuestro casero se empeñó en que tomáramos menú aunque Joseba insistió varias veces en que le apetecía tomar secreto de cerdo y yo degusté unos estupendos jureles a la brasa me puse a negociar. Hablar con este señor es tarea difícil porque no entiende nada de lo que le dices y encima hace lo que le da la gana. Le preguntamos sobre la posibilidad de transporte en bus y se marchó rápidamente a llamar por teléfono y confirmarnos un viaje en taxi por unos 40 euros a las 8:20 del día siguiente previo desayuno en su restaurante a las 8. Cualquier intento de explicación era tan absurdo como lo de Joseba por tomar secreto y acabar con filete de porco y sopa.

Cualquier persona normal puede pensar que el hecho de no tener que madrugar supondría más horas de sueño pero en nuestro caso es todo lo contrario: a las 5 ya estábamos los dos dando vueltas en la cama, yo jugando al apalabrados y Joseba haciendo tiempo (cada uno en su cama, que conste). A las siete ya no podíamos más y nos hemos puesto en marcha después de que Joseba pasó un buen rato buscando alguna cadena en la que no pusieran dibujos animados, sin lograrlo.

A las 8 en punto nos aguardaba un suculento desayuno y a las 8:20 previstas ha aparecido el taxi que nos ha transportado a la velocidad de coche hasta Condeixa sin sudar.

Mientras Joseba tomaba un café en un bar del centro yo he salido a buscar habitación. La elección ha sido el «Borges» aunque con la duda de si el nombre hacía referencia al escritor o a la marca de frutos secos. Se trata de un lugar sencillo y limpio que atiende una agradable muchacha y su padre. Hasta ahora no he comentado mis dificultades a lo largo de este camino por entender lo que me dicen en portugués pero lo de esta mañana ya era de escándalo. La chica se empeñaba en explicarme que su padre estaba todo el día en la recepción a partir de las tres y que podíamos entrar sin problemas pero yo no entendía nada porque lo que quería era que me dejara una llave del portal. Al final he optado por ir a por Joseba para dejar mochilas y buscar el modo de ir a Conímbriga. Una vez más la amabilidad de esta gente nos ha echado una mano y el padre de la chica del hostal se ha ofrecido a llevarnos en su coche en dos viajes porque sólo tiene un asiento delante. También nos ha explicado que si llegamos antes de las 3 usemos la llave que nos ha dado y que debemos dejar en un gancho detrás de la puerta cuando la usemos.

Con mucho calor y pocos visitantes hemos comenzado la visita a los restos arqueológicos de Conímbriga con la amable explicación en español del señor de la taquilla que se nos ha mostrado ansioso por practicar sus conocimientos en la lengua de Cervantes. La visita ha pasado entre goterones de sudor, recuerdos a las fachadas de monocapa que hace al albañil de mi obra y referencias a mi visita anterior aquí hace 20 años cuando Mar hija comenzó a ser un proyecto en nuestras vidas. Tras contemplar los sistemas de calefacción de termas, restos de murallas y maravillosos mosaicos en triclinios y peristilos hemos pasado al museo en donde hemos disfrutado de estupendos ornamentos fálicos (visualmente, claro).

Sobre las 12 hemos salido en dirección a Condeixa a Velha para ver su iglesia y luego hacia el centro de Condeixa a Nova a unos 2 km en dirección a un restaurante al que le había echado el ojo y que no nos ha defraudado. El camino pasa justo por delante de Conímbriga por lo que mañana tendremos que llegar hasta aquí para retomar la ruta hasta Coimbra.

La comida ha transcurrido entre la amabilidad de la escotada y amable camarera y la degustación de un arroz «valenciano» de mejor sabor que aspecto y de una selección de carnes regadas con abundante licor de Baco del terreno. Dos bagazos han completado la sobremesa etílica a la que hemos rendido cuentas con una suculenta siesta mientras en la tele un montón de zumbados marchaban 20 km sobre London.

El resto es una cerveza en una terraza de la plaza contemplando un grupo de colgados que han montado una especie de circo al que animan con una música infernal a toda pastilla.

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Siento mucho si algún error se desliza pero el cacharrero musical al que estamos siendo sometidos tipo cutreibiza empieza a hacer mella en mi sistema nervioso mientras contemplamos a un malabarista que juega con 6 aros que intenta mantener simultáneamente en el aire con escaso éxito después de 3 segundos.

Resumen de la etapa: 44 km en 40 minutos a una media de unos 90 km/h sin sudar ni una gota ni sentir calor.

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