8ª Vale Florido – Codeixa a Nova

Lectura etapa del año pasado

Como la tarde había sido inmejorable nos dispusimos a poner el broche final al día con una suculenta cena y, después bañó nocturno bajo la luz de la luna, seguro que favorecedor de algún momento romántico.

Pero las cosas comenzaron a torcerse desde el momento que salimos a la calle a eso de las 7:30. La primera fue que Mar había lavado el pantalón con el dinero dentro y ahora llevamos los billetes de 50 euros más limpios de Portugal, era espectacular verlos tendidos junto a calcetines y bragas.

Al llegar al bar el calor apretaba de lo lindo. El sol daba en casi toda la terraza menos en un par de mesas de la parte derecha, una ocupada por los parroquianos y otra bajó la que dormitaba un chucho a pierna suelta. Mar, con su habitual delicadeza propinó una involuntaria patada al chucho que lo despertó inmediatamente de su placentera siesta. Pedimos dos cervezas y yo me dispuse a escribir la segunda entrada del día.

Pero el sol cada vez se nos acercaba más y los hilillos de sudor comenzaron a recorrer mi frente. Para colmo el nutrido grupo de ingleses habían comenzado su particular fiesta de ingesta de alcohol y poco a poco iban levantando el tono de voz hasta hacer difícil la concentración para un escritor tan sensible como soy yo y tan necesitado de La Paz y la concentración.

Como era imposible mantenernos a pleno sol (ya daba en toda la terraza) nos metimos dentro para cenar. Tres mesas se dispusieron, una para las cuatro parejas de ingleses, otra para nosotros y una tercera para un señor muy mayor con su hijo que nos recordó demasiado la escena del mediodía con la anciana.

La cena discurrión entre los vítores constantes de los ingleses a la victoria de Murray en Wimbledon, la voracidad del anciano ante una estupenda ensalada de bacalao (o algo parecido) y nuestros maravilloso bacalao cocido sobre un lecho de garbanzos.

Es verdad que la compañía no era la mejor pero todo estaba buenísimo, todo hasta que a mí se me ocurrió comerme un trozo de cebolla de la ensalada que me hizo reacción con el sofocante calor del lugar y que dio al traste con la cena. Ni el vino blanco medio caliente ni la posterior ensalada de frutas consiguieron recuperarme hasta que decidimos marchar a la casa a refrescarnos junto a la piscina.

Estaba anocheciendo, las luciérnagas revoloteaban por todo el lugar y junto a la piscina se estaba de miedo. Me dispuse a quitarme el pantalón cuando…. comenzaron a masacrarme miles de voraces mosquitos.

El presagio de una noche de infierno acabó de enterrar mis esperanzas románticas y nos tuvimos que subir corriendo a la habitación para intentar cerrar las ventanas antes de que se llenara también todo de mosquitos. Todo inútil porque ya estaban allí por cientos. La alternativa era o cerrar ventanas y derretirnos directamente o dejar abierto y asumir que cientos de voraces insectos asaetarían mi cuerpo sin piedad mientras mi compañera de cama no recibiría ni una sola de sus atenciones. Y casí ocurrió todo según el plan previsto. Nada más apagar la luz comencé a oír los zumbidos por todas direcciones y los picotazos sin fin. A eso de las doce ya no podía más y me levanté desesperado a por el Fenistil gel. Mi cuerpo era un rosario de picaduras desde las plantas de los pies hasta las zonas más recónditas. Ningún rincón de mi cuerpo se privó de sus atenciones.

Como a las 2 decidí declararles la guerra abierta y encendí la luz. Por las paredes se acumulaban a miles y los iba matando con una toalla, algunos dejando un reguero de sangre al paso de la toalla fruto de su reciente alimentación en mi cuerpo. Sobre las cuatro a Mar se le ocurrió pensar que quizás había en la casa un insecticida y bajé a la cocina. Allí estaba mi salvación y con el dedo preparado rocié toda la habitación previo desalojo de mi compañera, que ya no sabía dónde meterse porque cada vez que se adormilaba yo veía un mosquito sobre su culo y lo mataba de un manotazo, con el consiguiente susto por su parte.

La desinfección fue milagrosa y conseguí conciliar el sueño medio mareado por el tufo del insecticida. A las seis, cuando ha sonado el despertador, aún quedaba cierta olor a matamoscas por todas partes aunque una nueva oleada de mosquitos comenzaban a tomar posiciones sobre las paredes y algunos ya habían comenzado a picarme otra vez. El resultado de la noche ha sido cuatro horas de sueño, mi compañera con el culo apaleado a mosquitazos (picaduras en su cuerpo cero), yo cientos de ronchas por todas partes y el bote del Fenistil casi vacío.
Nos hemos levantado a desayunar el pic-nic que nos preparó en el bar y hemos salido por la carretera a retomar el camino dejado ayer en Ribeira de Alcalamouche.

A partir de aquí el camino se pierde en varios lugares porque la señalización está fatal y yo, para colmo, no llevo mi propio track sino uno sacado de internet. Tras diversas dudas hemos llegado a Rabaçal y hemos desayunado.

A la salida nos hemos perdido porque había una flecha que indicaba hacia una carretera secundaria en dirección este muy rara. La guía y el track me indicaban seguir al norte por la general y tras recorrer casi un quilómetro por la indicación hemos decidido volver a Rabaçal y seguir la carretera general, a pesar de que había una señal de que ese no era el camino.

Allí nos hemos encontrado a la irlandesa como alma en pena buscando un bus porque se marchaba a Coimbra con los pies destrozados y el cuerpo abrasado por el calor. De su redondo compañero no hemos sabido nada aunque nos ha sorprendido verla aquí tras dejarla en Santarem hace varios día cuando nos dijeron que se tomarían dos días de descanso. Son los milagros del camino.

El resto de la etapa ha estado ya mucho mejor señalizada, sobre todo a partir de Zambujal. Mucho calor sobre todo el rato que hemos ido por un valle encajonados hasta Poço, pero el terreno fácil. Mar ha ido bastante molesta con sus pies porque las ampollas van en todo lo suyo. Hemos llegado a Conimbriga y hemos tomado una coca-cola en el quiosco de enfrente de las ruinas. Luego directos a Condeixa a nova a pasar por la farmacia a comprar compeeds y un repelente de insectos para mí (clave de 17 euros).

Para alojarnos hemos tomado el mismo del año pasado (mismas condiciones sobre la llave del señor mayor aunque no ha aparecido la muchacha, leer entrada del año pasado) todo limpio y sencillo.

Para comer hemos ido al mismo restaurante del año pasado pero no estaba abierto y nos hemos ido a otro que hay al principio de la calle en la que está nuestro residencial. Hemos comido muy bien y a un precio estupendo y después nos hemos retirado a recuperar algo del sueño perdido la noche anterior en la sauna de una habitación a la que durante toda la tarde ha estado dando el sol.
Ahora vamos a salir a dar un paseo si el tiempo nos lo permite y a cenar algo al mismo del año pasado, si está abierto, o al de esta mañana. Ya os contaré si no me derrito mientras.

Resumen de la etapa. Pinchar aquí

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