Como había llovido muchísimo el día anterior esta etapa nos preparaba una recompensa: nos llovió todavía mucho más. Sin parar de diluviar desde que salimos de Miño hasta el final de etapa. Esta probablemente sea una de las etapas más duras que hemos hecho en el camino porque acumulamos 40 quilómetros con más de 1.000 metros de desnivel y encima con el terrible inconveniente de la lluvia.
El día fue un verdadero infierno que se completó con la llegada al albergue de Bruma: de lo peor del camino, bastante descuidado, pequeño y permiten alojarse a mucha más gente de su aforo. La gente acaba durmiendo en el salón en varias colchonetas y no se dispone ni de una por persona por lo que acabas intimando con el que te toca a cada lado, salvo si estás en un lateral. Poca higiene, poca atención al peregrino y pocas alternativas ya que no hay nada y hasta te traen la comida desde fuera en un coche.
Está claro que la alternativa normal para esta etapa es acabar en Betanzos, una ciudad preciosa y esencia de Galicia. Nosotros no pudimos disfrutarla mucho porque mientras estábamos allí no paró de llover a todo lo que permite el cielo. Para colmo la parte final tiene un puerto bastante duro de pendiente sin apenas servicios para tomar algo.