5 agosto
Aunque ya estábamos impresionados con lo visto, el día no había hecho más que empezar porque nos aguardaban aún muchas sorpresas.
Nos fuimos hasta el lago Myvatn o lago de las moscas enanas (pronto comprendimos por qué se llama así). Desde allí se inicia una preciosa ruta por el campo de lava de Dimmuborgir «los castillos negros» desde su aparcamiento.
Increíbles formaciones de lava solidificada en las que se alternan cuevas, torres y arcos de todo tipo. Impresionante Hallafloet y merece la pena el desvío hasta Kirkja (iglesia) una cueva natural que se usa como iglesia.
Después nos esperaba la subida al volcán Hverfjall una mole de ceniza volcánica que asusta desde abajo y también cuando llegas arriba. Hemos hecho la subida de unos 200 metros por la vertiente sur por una senda muy complicada de andar porque la ceniza volcánica está suelta y hace muy difícil avanzar con la pendiente. Todo esfuerzo merece la pena cuando llegas arriba y puedes contemplar el interior del cráter y las vistas de todos los alrededores.
Hemos recorrido casi todo el perímetro del cráter para bajar por la otra parte, algo más cómoda.
Un nuevo campo de ceniza volcánica nos ha llevado hasta Grjótagjá, una cueva que fue utilizada como baño termal natural por los lugareños hasta que en la erupción de los años 75 y 84 hizo subir la temperatura del agua hasta los 50º, haciendo imposible el baño. Es curioso que existen dos entradas: una era utilizada para los hombres y otra para las mujeres.
En esta zona volvemos a encontrar la grieta que deja aflorar la falla que cruza toda la isla y que separa las placas de América y Europa.
Un poco más adelante encontramos un pequeño cráter volcánico mucho más pequeño pero que presenta alguna curiosidad como el que haya crecido un árbol en su interior.
Desde allí un camino fácil hasta nuestra última sorpresa de la jornada: los baños naturales en la piscina del Mývatn, el jarobodin. Se trata de una zona de baños alucinante con las aguas saliendo de la misma tierra con la que hemos podido relajar nuestros cuerpos y nuestras mentes un par de horas. Las imágenes de dicho baño han sido «censuradas» por motivos evidentes, los usuarios disponen del intercambio personal para refrescar los recuerdos de un precioso atardecer en las cálidas aguas termales.
Una vez completado el baño y tras la pérdida de algún que otro bañador (que ha dado mucho juego para reuniones posteriores) nos trasladamos a Husavik, la ciudad de las ballenas. Estamos alojados en el Árbol guesthouse y Hugo nos ha reservado una mesa para comer todos juntos en un restaurante cercano: el Naustid. Una cena muy agradable degustando la sopa islandesa de pescado y el cordero del terreno (otros se han decantado por las brochetas de pescado y de trucha). Velada agradable y tranquila colofón de una estupenda jornada, una más.