Escribo esta última entrada desde casa una vez hemos completado nuestro camino. No he tenido mucho tiempo en estos días con el regreso y la preparación de la vuelta a la vida normal. Ahora hago un hueco para contar las últimas horas de nuestra aventura.
Dejamos la metan en Arzúa una. Vez instalados en la habitación del Don Quijote y después de que Mar madre tuviera que llamar la atención a los vecinos de la habitación contigua. Eran los mismos que cenaban al lado nuestro en Portomarín y que echaban todo el humo sobre Isa y sobre mí sin una pizca de educación. Hubiéramos entendido su actitud en jóvenes des ere raros de esos que tanto abundan, también en el camino, pero lo grave es que se trataba de tipos de más de 40 años.
Nosotros habíamos comido en la pulpería que nos aconsejó Albert desde Lorca y disfrutamos de una estupenda mesa y sobremesa. Por la noche visita al restaurante de siempre para degustar un maldito gallego y una merluza a la gallega con algo de pulpo, para variar. La cena estuvo amenizada por un grupo de inglesas desenfrenadas y borrachas que ya estaban así cuando llegamos y a las que los camareros no tenían forma de echar. Después de montar un buen espectáculo tipo despedida de soltera sin instrumentos en la cabeza a modo de diadema, se marcharon para que pudiéramos terminar tranquilos.
Así nos fuimos a dormir a la espera de una etapa larga y dura hasta Monte do Gozo. Pero nada más comenzar Isa y yo hablamos de la posibilidad de seguir hasta Santiago en lugar de parar allí. En realidad se trataba de hacer 4km más pero el problema es que nos montábamos en los 40. Aún así pensamos que era la última y que eso nos permitía ganar unas horas. Lo planteamos al resto del comando y, salvadas las reticencias iniciales quedamos que sólo nos lo plantearíamos una vez llegados a Monte do Gozo y siempre que tuviéramos garantizado sitio en La Salle.
La etapa fue muy bien aunque dura. Constantes subidas y bajadas siempre rodeados de todo tipo de peregrinos y demás fauna. Hicimos paradas técnicas casa 10 ó 12 km llegando a Monte do Gozo a las tres y… Lloviendo. Efectivamente se confirmaba que no nos íbamos a librar de la lluvia y todo pronosticaba una llegada a Santiago bajo el líquido elemento.
Tras comer y descansar un rato todos estábamos ya convencidos de hacer los últimos km y sin grandes dificultades llegamos a la plaza del Obradoiro bajo una lluvia no muy fuerte pero constante.
El resto fue lo de siempre: Compostela, visita a la catedral con mochila, llegada al hotel para ducha rápida, vuelta por Santiago, cena en el callejón de entre ruas, copa en el casino y a la cama.
La mañana siguiente la dedicamos a hacer las compras y encargar las cosas que nos íbamos a llevar a nuestra carnicero del mercado, José. Cada vez que vamos allí nos traemos un cargamento de carne de ternera y algunas esquisiteces del terreno y esta vez incluyen los pimientos.
La tarde anterior encontramos casualmente a Feli y Paco, dos peregrinos con los que había yo hecho parte del camino del norte hace tres años. Estuvimos con ellos y coincidimos también en O Fornos cuando fuimos a comernos nuestro tradicional arroz con marisco de cada final de camino. Un par de orujos más tarde y quedamos para cenar juntos.
A la mañana siguiente fuimos a recoger las cosas que habíamos encargado y el resto fue camino hasta casa: más de 10 horas de coche sin novedad.
Ahora toca seguir con el otro blog, dejo reposando este hasta otra nueva aventura, seguramente el camino portugués el verano próximo con Joseba.
Gracias a todos por seguir nuestras andanzas y espero no haber aburrido mucho al personal.
HASTA PRONTO!