Historias de trenes


Al final el aviso del niño capullo no ha sido para tanto porque le han dado una maquinista de juegos y no ha vuelto a respirar en todo el viaje. Mientras Mar terminaba con su siesta borreguera yo he visto una película sobre cocineros franceses que no ha estado mal; lo peor de todo ha sido el audio que hacía un ruido infernal que rozaba el castigo.
Cuando el niño de delante ha dejado de incordiar ha tomado el relevo una enana tamaño botijo (y forma) que al terminar el juego de su iPad ha montado la de Cristo. Yo me he quedado asombrado de que el chico del asiento de al lado no hacía nada por calmarla y he pensado que menudo morro. Cuando Mar ha despertado se lo he comentado y ella, mirándome fijamente a los ojos con cara de asombro me ha espetado: «pero si no tienen nada que ver, el chico estaba ya en el tren cuando se,ha subido la madre y la hija».
El resto del viaje sin novedad hasta Chamartín. Plato combinado sencillo y económico mientras hacía uso de mi infraestructura para recargar dispositivos con el ladrón.
A la hora prevista os hemos montado en nuestro tren hotel, visita a la cafetería rápida y poco más. La noche no va a dar mucho más de sí porque esto es muy estrechó y sólo permite estar tumbados en la litera (cada uno en la suya, que son estrechas). Mañana os cuento si hemos logrado dormir.

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La primera en la frente


A la hora prevista y tras cumplir con nuestras obligaciones docentes nos hemos puesto en marcha. Las pequeñas complicaciones, como que mi director he tenido el día comunicador y por poco si no terminamos el claustro, no han hecho más que estresarnos un poco y atragantarnos en la comida. Esto último lo digo en modo irónico ya que Mar ha decidido organizar una comida-no comida que nos ha dejado casi como antes de sentarnos a la mesa y que le ha hecho ya a las 6 de la tarde dar cuenta del primer bocata de reserva. Además de la inconveniencia de comer en el tren ha puesto al descubierto sus reservas de galletas de chocolate, las que llevaba escondidas para algún momento crisis y que , por supuesto, me había ocultado.
Corriendo, he dado a mi cabeza el aspecto peregrino habitual despoblada de casi todo su pelo, ducha rápida y acomodo de las últimas cosas que quedaban por meter en la mochila. Al final Mar lleva unos 5 quilos totales y yo sobre 7 ya que hemos prescindido de sacos de dormir, sábanas y mantas. Llevamos dos pantalones, dos camisas, una camiseta de manga larga, un forro, chubasquero y pantalón de goretex, tres pares de calcetines, dos de calzoncillos (ella tres de braguitas, que así las llama sin saber muy bien por qué), dos culotes, pañuelo peregrino y sombrero.
En la bolsa de aseo: cepillo de dientes, maquinilla de afeitar (una por cabeza), pasta de dientes, desodorante, champú, crema solar y crema hidratante (sección femenina).
En el botiquín compids pequeños y grandes, aguja e hilo para ampollas, guantes de látex, tijeras, tiritas, esparadrapo fácil de despegar, crema para picaduras, betadine en pasta y mitosil para rozaduras.
Mar lleva un anexo pastillero con analgésicos, protectores de estómago, para jaquecas, antinflamatorios, y demás como para doparse todo un equipo ciclista de Amstrong. Y eso que he hecho inspección y le he reducido el paquete (dicho con la mejor intención).
Además llevamos, yo unas crocs y Mar otras sandalias de marcha, la pastilla lagarto para lavar ropa, pinzas, los dos iPad, mis otros dos teléfonos y Mar el suyo. Tres cargadores multiusos, una batería de repuesto para el galaxy note, otra batería externa y un ladrón (especialmente útil cuando hay pocos enchufes disponibles)
Pues así sin comer casi y corriendo hemos dicho adiós a las niñas (se les saltaban las lágrimas de…, pensar que se les queda la casa disponible) y nos hemos montado en la tartana de tren a Murcia.
Justo al salir me he dado cuenta de que me he dejado en casa los billetes de tren y los bonos de los hoteles así que he tenido que llamar a mi hija para que me los mande en foto y así sacarlos cuando hemos llegado a Murcia.
Hemos hecho tiempo en la cantina de la estación y a las 16:47 nos hemos puesto en marcha hacia Madrid.
El tren va abarrotado de gente. Sobresale un monstruoso niño que no para de gritar respondiendo a cada cosa que le manda su madre. Ya se ha negado a leer, a contar una historia, a merendar y a dormir la siesta y presiento que nos va a dar la tarde.
También he descubierto por qué no pude comprar los billetes en preferente: el tren no lleva vagón de preferente. Eso nos hace ir un poco más acompañados que de costumbre.
Mientras mar acaba su bocata y echa una siestecilla con el iPad en la mano como para leer, yo escribo en el mío contemplando el paisaje por la ventana. Son las 18:30 y aún nos quedan muchas horas de camino por delante así que iré escribiendo sobre la marcha. Iré escribiendo siempre que pueda y que tenga wifi, también compraré en Lisboa una tarjeta para mi iPad y para mi galaxy note y así tener siempre conexión.

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