Santarem, igual pero con más calor


La etapa del año pasado

Las previsiones para el día eran de mucho calor y se han cumplido de sobra.
Desde primera hora se ha visto claro que la etapa iba a ser muy dura por el tema del calor y a esto se añadía mi temor, cada vez más evidente de que los bichitos de cama se habrían empleado a fondo sobre mi sabroso cuerpo.
Aunque al levantarme no notaba casi nada yo recordaba de la vez anterior en el camino francés que esas picaduras se empiezan a notar a partir de las doce horas de haberte acostado.
El desayuno fue un café en el bar de la esquina, sencillo aunque no tan marrano como parecía desde fuera. Mar intentó comprar un bollycao pero el amable-simpáticoconella-senil camarero le aconsejó, con la mayor de sus desdentadas sonrisas que no se lo pidiera porque estaba caducado (como él pensé yo en un arrebato de celos no por ella sino porque todas las alabanzas de este camino son para mi compañera cuando siempre estoy acostumbrado a ser yo el objeto de tales situaciones cuando viajo con Joseba).
Cogimos un par de botellas de agua y con todo listo nos lanzamos al polvo del camino tras cruzar la carretera y las vías del tren por un paso elevado, demasiado para tan poco pueblo.
Nada más salir vimos a lo lejos la silueta de dos peregrinos a los que poco después alcanzamos y con los que pude poner en práctica mi oxidado francés. Se trataba de dos señores entrados en años (el tipo de mi compañera) que ya habían hecho varios caminos juntos (la plata, el francés y desde París, que son de esa región). Tras un ratito de charla nos adelantamos con la idea de que Mar pudiera retirarse a un recodo del camino a satisfacer las necesidades básicas de su condición humana lejos de las miradas indiscretas de paseantes y demás. A tales urgencias coincidió una recuperación milagrosa de los franceses en su ritmo de marcha que casi pilla a mi compañera en situación de desventaja de pantalón. El caso es que poco después los volvimos a adelantar porque se pararon a almorzar en el sitio en el que empieza el muro de contención del Tajo. Se trata de un muro de dos o tres metros de altura que separa el río de las poblaciones y campos y que vamos a llevar hoy al lado durante casi todo el resto de etapa, algunas veces incluso transitando sobre él.

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Al llegar a Valada paramos a tomar un café qué incluyó tostadas. Había en la puerta una pareja de peregrinos de los que nos habían hablado los franceses, se trata de irlandeses, una pareja peculiar en la que ella toma te y él todo lo demás del bar, podríamos,decir que la barriga de él eclipsa toda la figura de ella.
El caso es que nosotros vamos a lo nuestro: tras desayunar convenientemente nos dispusimos a afrontar los 20 km que nos quedaban en medio de una llanura sin fin entre el muro y cañaverales que impedían el paso de cualquier brisa y caminos interminables de polvo.
Para colmo de males el final de etapa lleva regalo puesto que los últimos dos quilómetros tienes una subida bastante fuerte hasta el pueblo. Poco antes de llegar a la cuesta no le rompí un bastón en la espalda a Mar porque no los llevo. Resulta que en medio de ningún sitio y abrasados de calor me dice que si podemos parar un momento. Yo le respondo que claro, que qué le pasa, si tiene una piedra en el zapato o le molesta algo. Entonces ella me responde: no, sólo es por descansar un poco… 40 grados a la sombra, ni una pequeña brisa, casi 30 km hechos y ella quiere parar en mitad de ningún sitio. Son las cosas de llevar tantos km bajo el sol.
Subiendo hemos encontrado una fuente en la que refrescar nuestros cuerpos y finalmente, sobre la s 13:30 hemos llegado.
He llamado al residencial del año pasado pero han subido hasta 45 euros desde los 30 del año pasado, así que hemos,buscado otra cosa y en el lugar de una antigua pensión hemos encontrado un apartamento para alquilar con cocina y todo por 50 euros.
La comida ha sido tarde y recalentada, una chuleta de cerdo y arroz que estaba buena a pesar de llevar hecha todo el día.
Una cosa que me ha sorprendido ha sido que hoy sí había gente por la calle en Santarem, he llegado a la conclusión de que la otra vez no había porque era agosto pero, craso error: a las 7 en punto todo se ha despejado y Santarem se ha convertido otra vez en una ciudad fantasma.
Nosotros hemos dado un paseo hasta el castillo y desde allí a cenar.

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Y lo de cenar es un decir porque era pollo recalentado enfrente justo de nuestra habitación. Allí estaban también los irlandeses y la pareja de italianos que habíamos visto el primer día y que creemos que van en coche. Es normal porque ese cutre-restaurante es lo único abierto en todo el pueblo, incluido casa de putas y frontón, como diría Joseba.
Todos los peregrinos están en un hostal de peregrinos que estaba anunciado por el camino, todos menos nosotros que no lo hemos encontrado y por eso fuimos a este otro lugar.
Después de cenar hemos hablado con las niñas y yo me he dedicado a recontar todas las picaduras que llevo por el cuerpo y que han ido saliendo a lo largo del día, son más de 30 y molestan mucho aunque mi pomada especial está arreglando algo el tema de los picores.
Terminar la entrada y a dormir, que mañana nos ponemos en pie a las 5:30 para evitar el calor.
Para resumen de etapa pinchar aquí

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Un pequeño respiro entre asfalto


Las previsiones eran de mucha dureza por el calor y por el asfalto. Una gran parte de la etapa transcurre en la carretera nacional I por el arcén, muchas veces casi inexistente. Sólo hay un pequeño respiro antes de llegar a Vila Franca de Xira que lleva al camino junto al río por,un carril bici que es una delicia, siempre y cuando no transites por la parte de las bicis que ya sabemos que aquí tiene licencia para atropellar si te metes en su terreno.

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La suerte ha sido que el calor no ha apretado, tal y como había visto en la previsión del tiempo de mi teléfono.
Aprovecho para decir que toda la tecnología,está funcionando muy bien. El galaxy note me lleva todas las aplicaciones estupendas y puedo usarlo todo el tiempo porque llevo una batería de repuesto, además de la externa auxiliar. Otra cosa es el tema mochilas que van muy bien por el peso pero un poco justas de espacio, sobre todo Mar que encima todavía no ha terminado de organizar su mente.
Mar sigue desgranando teorías sobre situaciones sentimentales de la gente que nos cruzamos, o de la actualidad política en Portugal (hemos visto algo de dimisiones, prima de riesgo, bolsa, bancos y demás cosas iguales a lo que oímos en España.
El final de la etapa fue lo peor entre coches y con calor pero llegamos a Azambuja sin novedad.
Para dormir nos fuimos al mismo lugar del año pasado pero no conseguimos contactar con el teléfono que estaba en la puerta. Decidimos ir a comer primero y volver luego a resolver el problema. Acabamos en una pequeña tasca regentada por una señora mayor que capta los clientes casi a tirones en la calle para meterlos en un antro con no más de cuatro mesas. Para colmo Mar se sentó en una que estaba preparada para un señor,que acababa de llegar, el tipo la miró con una cara de asesinar terrible pero no dijo nada y se sentó en otra mesa después de un buen rato de charla tensa con la dueña.
El menú fueron primero sardinas asadas, luego no y luego sí: vamos, que la señora no se aclaraba ni nos aclaraba a nosotros. El resultado fueron unas sardinas estupendas, cerveza y piña natural por la módica cantidad de 15 euros.
Al regresar al hotel conseguí hablar finalmente con la señora y me dijo que la llave la tenían en el bar de abajo, que nos instaláramos nosotros y ella se pasaría a cobrar los 30 euros a media tarde. Justo en ese momento apareció en una moto de hace casi un siglo un señor mayor (al olor del deseo, imagino) y nos abrió la puerta tras exigirnos los 30 euros para que él se lo diera después a la dueña. No nos sonó aquello muy convincente dado que no sabía nada del precio (de hecho nos comenzó pidiendo 30 por cabeza. Yo no estaba muy seguro pero me daba algo de confianza pensar que llevaba la llave del edificio, pero Mar directamente me dijo que no se me ocurriera pagarle por si salía corriendo, lo que yo dudaba dada su evidente ancianidad. El caso es que yo le pagué y luego descubrimos que era el peluquero del local al otro lado de la puerta del residencial.
Mar se quedó descansando mientras yo me duché y lavé la ropa, luego estuve escribiendo y jugando a mi juego de este camino, el candy crush.
Justo en ese momento Mar descubrió entre sus sábanas un sospechoso bichito similar a aquellos,que me machacaron hace un par de años en el camino Francés. Revisamos,todo sin encontrar nada y yo con la certeza de que amanecería picado por todo dada mi natural tendencia a que mi sangre atraiga a todo tipo de bichos, sobre todo si pican mucho. Es lo mismo que Mar con los viejos lo mío con los insectos chupadores de sangre.
El paseo al pueblo a ver la iglesia duró 10 minutos, igual que el año anterior. Como el hambre nos atacaba ya de buena tarde decidimos darnos una alegría en forma de plato enorme de caracoles «chupaeros» que estaban de muerte.
Luego la cena en el único restaurante abierto, sencilla y lenta, yo lenguado y Mar una cola de bacalao que supuso una decepción tras haber visto a nuestro vecino de mesa meterse un pedazo de bacalao tamaño familiar. Mi media de vino y Mar su botella de agua. Tras 15 euros pagados nos fuimos a dormir y yo a disfrutar de mis vecinos nocturnos.
PD. Mar me obliga a escribir que ella también lavó la ropa y se duchó después de la siesta.

Entre canacas, garrafas y mucho sol


Tras escribir ayer la entrada el resto del tiempo lo pasamos haciendo una visita turística a Azambuja (10 minutos, no tiene más) y una terraza en la que reconfortar nuestros sedientos gaznates con el dorado elemento. como casi nadie nos lee tengo que hacer una confesión: creo que Joseba ha vuelto a beber. Lo llevo sospechando desde que nos tomamos el bagazo ese que no me creo que sea agua.
Preparamos la etapa de hoy y reservamos la habitación en Santarem. Después nos dispusimos a buscar algún restaurante en el que tomar algo de cena después de descartar comernos un pollo a las brasas que olía bastante bien y que lo preparaban para llevar por no disponer de cubiertos y tener que acudir a las manos o a robarlos a la señora del residencial, cosa que descartamos ante el aspecto fiero de dicha dama.
Tras mil vueltas entre la nada, risas, confidencias y bromas acabamos en el bar de debajo de la habitación aconsejados insistentemente por la señora del residencial cuando fuimos a recoger la ropa del tendedero. No he comentado que Joseba tuvo que hacer verdaderos equilibrios colgando medio cuerpo de la ventana para tender la ropa en una cuerdas que daban a la calle y a una altura de tres o cuatro pisos, menos mal que para recogerla se había jugado la vida la señora.
A pesar del consejo la cena fue bastante floja: carne tipo suela de alpargata para mí y visita al capitán Pescanova para Joseba.
Sin mayor entretenimiento y tras otra agüita portuguesa sin alcohol que se pidió Joseba de esas que tanto le gustan nos subimos a la habitación él directo a dormir sin pasar por la casilla salida y yo a leer un par de capítulos de juego de tronos, que tengo que terminar los dos primeros tomos antes de llegar.
La mañana ha amanecido a las 6 y a las 6:20 tomábamos un café en el bar frente a la estación, bar por llamarlo de alguna manera.
Así hemos iniciado el camino del día: 33 quilómetros por pistas de tierra junto al Tajo entre plantaciones de tomates hasta donde la vista se perdía. De ver en cuando algunas vides, maíz y poco más. Parte del camino corre sobre el dique del Tajo que protege de inundaciones. El camino es casi completo de tierra y hoy por fin hemos visto poco asfalto. Mucho calor ya que no se movía ni una brisa y menos mal que nos hemos puesto las pilas desde el principio para llegar antes de que el calor definitivamente nos derritiera por esos caminos de Satanás.
Para colmo hoy sólo teníamos la aldea de Valada a unos 12 km de salida. Poco más de un Bareto en el que tomar un café con leche. El lugar era de los de notearrimesaningúnsituionosetevayaapegaralgo en versión marrana. En la terraza una pareja discutía apasionadamente despreciando nuestra presencia. Mientras Joseba se arreglaba las zapatillas yo me he recorrido el pueblo en busca de un súper para coger agua fresca porque en el bar no había. Tras patear todo he encontrado algo parecido y una «amable» señorita me ha hecho volver a salir a la calle para entrar por la puerta del bar anexo en el que reparten agua porque deben tener prohibido mezclar ventas entre bebidas y pimientos.
El resto de la etapa eran 19 km sin nada de nada: polvo (y no del que se come), tomates y mucho calor.
Para colmo Joseba se ha sentido algo molesto en un pie y ha tomado un antiinflamatorio que le he ofrecido para pasar sopado el resto de la etapa (tranqui, Mar, que le he obligado a tomar también el protector estomacal).
Hasta la cuesta final de subida a Santarem nada nuevo, discusión política sobre tema vasco, algo de la prima esa que nos tiene bien puteados y:
Hotel Vitoria en el que tras fichar en recepción a ritmo de Caracol (la señora no fotocopia los DNI, se los aprende) mientras su orondo esposo, imagino, la miraba con cara de todo, menos de deseo, hemos tomado ducha, cada uno la suya, y nos hemos ido a la otra punta del pueblo a buscar algo que comer.
Al menos hemos tenido suerte relativa y yo me he comido una gallina estofada, bueno un trozo, tras una sopa a camponesa y Joseba un plato con patatas, arroz, huevo y ternera bajo el título de bifana.
Luego regreso al hotel porque tenemos wifi y tras lavar ropa he dado cuenta de toda la tecnología actualizando AppStore, jugando a apalabrados, hablando con viber con la familia, contestando a twitter y todo lo demás mientras Joseba me miraba con cara de asombro.
Hemos ido a dar una vuelta hasta las puertas del sol y luego nos hemos sentado a tomar una par de cervezas en una terraza para que yo escribiera la entrada.
Aquí ha sido donde Joseba me ha demostrado que ha vuelto a beber dando una lección sobre la diferencia en canaca y garrafa: la canaca es una cerveza marca imperial de barril de medio litro mientras que la garrafa es Súper bock de sólo 300, se ha marcado dos y media del tipo garrafa porque de la otra no había. El resto del tiempo se lo ha pasado comentando la pelea de una pareja que está en la mesa vecina entre peleas y recocimientos de amor. Voy a cortar ya esto para intentar encontrar algo para cenar, mala pinta tiene la cosa pero, al menos nos tenemos el uno al otro y ya se sabe, el roce hace el camino y el cariño nos alimenta. Por cierto hasta ahora,no había dicho eso de que los árboles no nos dejan ver el bosque.
Hasta ahora el balance de peregrinos que hemos visto es Joseba y Juanmacapa. En 90 km ni uno.
Resumen de la etapa: 32,94 a 5,5 km/h en 6:31 horas.

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Calor y asfalto junto al Tajo


Poco que contar hoy sobre la etapa. Pero comencemos por anoche, una vez escrita la entrada junto a nuestros respectivos refrescos sin alcohol, dos o tres, acompañamos de unos caracoles «chupaeros» que parecen ser típicos de la zona. Después pasamos al comedor de ese mismo lugar a degustar una suculenta y jugosa cena que iba a ser frugal y acabó en espectáculo. El caso es que después del banquete de carne del medio día habíamos decidido tomar una cena ligera y vimos que allí tenían variedad y calidad a buen precio. Pedimos Joseba una tortilla de jamón y yo una sopa alentejana y bacalao de la casa, regado con una buena botella de mosto sin alcohol de la casa.
El resultado fue un pedazo de tortilla que se desbordaba por los lados del plato y una ración de bacalao que debía ser la mitad de uno completo.
Tras dar buena cuenta de todo retiramos nuestras naves hacia nuestra suite en donde nos dispusimos a reponer nuestros cansados cuerpos.
La noche ha sido terrible, calor, frío y una almohada diseñada para destrozar cuellos y sueños.
A las 6 ha sonado el despertador y nos hemos puesto en pie. En media hora todo listo y en marcha. Al pasar por el pueblo hemos parado en un bar a tomar un café. Joseba se ha pedido un hojaldre que dentro llevaba una sorpresa en forma de salchicha.
De la etapa no mucho que decir: 10 km iniciales por la nacional todo asfalto y un tráfico infernal. Sólo hemos tenido un pequeño descanso poco antes de Vila Franca ya que el camino discurre por un carril bici recién hecho junto al río.
En Vila Franca hemos tomado un café y luego camino sin parar por el arcén de la carretera hasta Vila Nova de Rainha en donde Joseba ha pedido dos enormes canacas de medio litro con las que hemos recuperado fuerzas. Él dice que no llevan alcohol pero ese color dorado, la espuma y el grifo del que la han sacado me hace sospechar que es algo más, sobre todo porque al levantarme de la mesa he notado que mis pies no tocaban directamente el suelo sino que iban unos centímetros levitando.
El final de la etapa ha sido otra paliza de asfalto y calor hasta Azambuja.
Estamos hospedados en el residencial Flor primavera, un lugar sencillo aunque aceptablemente limpio por 35 euros.
Hemos dejado las cosas en la habitación y nos hemos ido a tomar algo a un Restaurante que hay enfrente, un local sencillo.el sistema de comidas aquí parece ser el de tomar algo al mediodía para luego cenar más fuerte. Yo he pedido unas lulas acompañadas por arroz con berberechos, patata cocida y una ensalada. Joseba ha tomado un pescado frito con el mismo acompañamiento. Todo esto regado con mosto blanco del terreno en suficiente proporción y agua.
Al terminar Joseba se ha pedido un bagazo y al echar parte del contenido al café y por el olor que despedía estoy convencido de que eso es algo más que agua, sobretodo después de que el dueño del bar nos haya ofrecido una segunda copa de ese mismo líquido esta vez de un color caramelo que yo creo que olía parecido al orujo y que he tenido que tomar por cortesía y tras convencerme Joseba de que eso no llevaba alcohol mientras se llenaba una tercera copa.
Algo más contentos de lo habitual hemos subido a la habitación, nos hemos duchado y lavado la ropa y ahora, mientras Joseba reflexiona con los ojos cerrados y como si durmiera la mona de una borrachera imposible yo escribo mientras juego a apalabrados, contesto por twitter, escucho la tele en inglés (a Joseba le ha dado por poner cadenas inglesas, será la costumbre vasca de poner cualquier cosa menos una cadena en castellano) y paso algo de calor. Es la vida del guaifaigrino (así se dice en Portugal).
Resumen etapa: 30,77 km en 5:42 a una media de 5,4 km/h. Calor sin fin y sin tocar un centímetro de tierra, todo asfalto.
Por cierto, los calzoncillos que me compré como sustitutos de los culotes son una porquería porque ya he tenido que hacer uso de mytosil, no voy a dar más detalles.

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