Un cocido maragato entre juventudes cristianas

Llevamos ya varios días rodeados de jóvenes activistas cristianos de todos los países que aparecen como champiñones por cualquier rincón con la guitarra en la mano entonando baladas de amor con la letra cambiada para alabanza de Cristo y danzando desarmónicamente con movimientos absurdos y más propios de quien ha consumido cualquier estimulante de carácter artificial.
Me parece estupendo el montaje que está haciendo la iglesia y todo sería perfecto, salvo por el detalle de que muchas de esas visitas y estancias de jóvenes poseídos por el espíritu de de la actividad cristiana están subvencionadas con los impuestos de todos los españoles. El caso es que los espacios públicos de ciudades y pueblos aparecen ocupados por jóvenes unidos por las manos y balanceando sus cuerpos al compás desacompasado de una guitarra y una voz aguda y chirriosa dando las gracias por todo lo buenos que son y por no estar contaminados de la normalidad de aquellos que estamos fuera: potenciales abortadoras y corruptos pervertidos sexuales que vivimos en la promiscuidad. Es el resultado de una visión parcial e intolerante que tanto practican estas sectas religiosas que ahora campan por todas partes.
El caso es que no contentos con la libertad de manifestarse sin vergüenza por lugares públicos ataviados del uniforme oficial (camiseta de algodón con lema cristiano, bermudas de colores, chillones, chanclas, identificación al cuello y bandera de la nación de procedencia) consideran tener permiso para entrar en cualquier lugar cual evangelista que debe dar la buena nueva. Así cuando llegábamos al albergue esta mañana hemos sido invadidos por un grupo de jovencitas polacas (lo sé por lo de la bandera) que han subido a los servicios a mancillar los recién limpios aseos de este recinto privado para evacuar sus puras e inmaculadas vejigas urinarias sin pedir permiso siquiera ante la atónita mirada de los responsables del albergue (privado) y de todos los peregrinos que esperábamos con las mochilas colgadas a que se terminase de secar el suelo para descansar e instalarnos.
El caso es que llevamos ya varios días rodeados de semejante fauna y estamos deseando que venga su Papa de una vez para llevarse a todos sus hijos a su casa grande de Roma.
Ayer era día de fútbol y así lo viví como caminante a Santiago y barcelonista que sabéis que soy. Temprano nos fuimos a un bar del pueblo a coger sitio y cenar algo mientras hacía tiempo para ver el partido. Había conseguido permiso del hospitalero para llegar al terminar el partido y me dispuse a sufrir ante lo que esperaba sería una derrota clara acompañado, además, por un bar lleno de forofos madridistas, eso sí, acompañado por los orujos con hierbas pertinentes.
Las chicas se marcharon después de la cena y yo me quedé solo en la mesa haciendo solitarios ya que no tenía cobertura tampoco. A la hora señalada me pedí mi segundo orujo y adelanté mi cuerpo apoyándolo sobre la mesa para aguantar mejor la presión. Justo al pitido de inicio un señor enorme me preguntó si me importaba que se sentaran junto a mí él y su yerno. Le dije que por supuesto que no me importaba aunque ya sí estaba seguro de recibir de mis compañeros de mesa la burla de la derrota durante casi dos horas.
Y llegó el primer gol del Madrid pero casi nadie gritó de alegría en el bar, la gente bajó la cabeza en un signo desconcertante que apuntaba a una afición culé. En ese momento mi compañero de mesa le disparó al árbitro ante la enésima falta de los blancos consentida por él «me gustaría, árbitro, que cuando llegaras a tu casa te encontraras al gato jugando con el corazón de la que te parió». Yo me quedé de piedra y solo pude mirarle y decirle «joder».
A partir de ese momento la fiesta del primer gol, luego el segundo y la sorpresa de una afición azulgrana que ya no dejó la sonrisa en toda la noche, a pesar del empate del Madrid.
Al llegar al albergue la puerta estaba cerrada y tuvimos que llamar a Mar para que nos abriera. Yo me acosté rápido porque lo tenía todo preparado pero los ciclistas que dormía en nuestro cuarto llegaron moviendo todo, charlando sin miramientos e incluso cantando. Era el preludio de una noche de insomnio hasta que a las 5 ha sonado el primer despertador.
A las 6 ya no aguantábamos más y nos hemos puesto en marcha.
Hoy teníamos por delante la etapa más corta del camino: 17km, por uno de los tramos más bonitos. Además ya hemos abandonado definitivamente los campos de cereales para adentrarnos en la comarca maragata.

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Para colmo la mañana estaba perfecta para caminar con fresquito y con una luz espectacular. Hemos pasado por dos pequeños pueblos en los que aún aguantaban los últimos rezagados de las fiestas de anoche con baile popular y subimos entre explotaciones ganaderas y por senderos entre arbustos de encinas. A lo lejos los cazadores interrumpían el silencio a golpes de disparo dobles que nos hacían imaginar peregrinos cayendo al borde del camino como presa fácil.

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Al llegar a la zona más alta había un Chiringuito tipo «colgao del camino» del que he pasado sin detenerme. El jefe de la comuna me ha gritado un buen camino con muy mala leche al que le he respondido en voz alta con un desagradable gracias. Luego me ha dicho «no siempre el que tiene ojos ve» y «los peregrinos que aprecian mi hospitalidad son los que no llevan los bolsillos llenos de dinero porque esos pueden elegir». Yo, ya bastante cabreado con todos los que quieren dar lecciones en el camino le he respondido «es verdad que no todos los que se creen listos hacen dinero con un Chiringuito puesto en cualquier sitio».
Sin mayor novedad hemos llegado a la tremenda cuesta de subida a Astorga para ir al albergue entre jóvenes JMJ por todas partes bailando y riendo.

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Nosotros nos hemos instalado rápido y yo he ido a reservar mesa en la casa maragata para dar cuenta de un buen cocido.

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El resto de la mañana la hemos dedicado a dar un paseo y a las dos en punto nos hemos encaminado con paso firme hacia nuestro destino gastronómico para suplicio de Mar hija y sus restos de problemas estomacales, y para deleite y satisfacción de Isa por tan esperado acontecimiento. Mientras llegábamos les contaba la historia de los franceses de la guerra de la independencia y la costumbre de comer el cocido al revés, terminando por la sopa.

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Para reposar hemos dado cuenta de una siesta peregrina entre la continua llegada de nuevos compañeros de habitación. Estos días se incorporan muchos nuevos caminantes, los hay de todas las especies aunque predominan los frikigrinos y los turigrinos. Algunos se les ve tan despistados que los podríamos colocar en el grupo de los de «nosésivoyovengo» y quedan muy pocos de todos los que hemos estado viendo en las etapas anteriores a León. El ambiente cada vez es más folclórico-festivo y menos del camino. Son fáciles de distinguir por lo limpia y nueva que llevan su enorme mochila (no se mancha mucho en los taxis que las transportan entre albergue y albergue) y unas botas enormes y nuevas que acabarán colgadas de la mochila mientras ellos caminan sobre sus destrozados pies con las sandalias que han debido comprar como recurso de urgencia. En general mucha gente que busca un turismo barato y que se preocupa bastante poco de lo que es el camino, pero cada uno hace lo que le parece en el camino.