Por los montes de Oca

Belorado es un pueblo en el que la gente se reúne en los bares por grupos, los mayores en uno, las mujeres que juegan a las cartas en otro, los jóvenes… En la ámplia plaza del pueblo hay varias terrazas en las que se puede disfrutar de una buena tarde delante de una clara de cerveza.
Después de dormir la siesta, ver varios capítulos de Bones y de haber escrito mi entrada nos fuimos a la calle a comprar alguna cosa para el desayuno del día siguiente y acabamos en la plaza del pueblo.
Por poco si les da tiempo a comprar porque el súper estaba cerrando y tuvieron que abrirles a madre y a Isa para atenderlas. Nosotros esperábamos tomando un té y haciendo tiempo para cenar. En este rato estuvimos organizando etapas y reservando algunos sitios de las etapas finales. Decidimos tomar un menú en uno de los bares de la plaza, bastante surrealista el lugar y la camarera, una exuberante ciudadana de la Europa del este de prominentes y evidentes senos que hacían la delicia de los lugareños. La cena bastante sencilla aunque la sopa de marisco era sorprendentemente buena.
Así nos fuimos al hotel de Toñi a descansar nuestros cuerpos para la dura etapa de hoy.
Esta mañana el despertador ha sonado a las 6 y hoy las mujeres sí han sido más ágiles para preparar las mochilas. He revisado las ampollas y nos hemos puesto en marcha rápido. La idea era hacer la primera parte hasta Villafranca de un tirón y lo más rápido posible para luego dar otro arreón hasta San Juan de Ortega. Desde allí sólo era cuestión de tirar hasta Atapuerca. La etapa de hoy es una de las más bonitas del camino y merece la pena, ademaás el día nos ha acompañado y no nos ha machacado el calor. Hasta Villafranca hemos ido sin novedad y en Tosanros hemos encontrado a los belgas, nos habían dicho que pensaban seguir después de Belorado pero al final habían desistido. Esta mañana los hemos saludado y hemos seguido nuestra marcha porque ellos van más despacio.
Hasta Villafranca no hemos tenido ninguna novedad, yo les contaba algunas historias de mi paso por allí, desde la primera vez cuando se me rompió un tornillo del eje de la bicicleta justo en el momento en que comenzábamos a subir la primera rampa, la más dura. La odisea posterior consistió en tener que ir al pueblo anterior haciendo dedo para buscar un taller en el que conseguir un tornillo similar y regresar otra vez a Villafranca donde mi hermano se había quedado con las bicis. Comimos en un antro que había en la parte alta del pueblo, junto a la carretera unos huevos fritos con chorizos muy ricos pero en un lugar muy raro, en lugar del restaurante parecía que estábamos en el salón de una vieja casa del pueblo. De una forma o de otra comimos y al salir comenzó una tormenta terrible que nos acompañó hasta Burgos y que remató junto a la Catedral con una monumental granizada. También les contaba nuestra búsqueda de hotel por toda la ciudad hasta que le dije a Emilio: nene, saca la Visa que hoy vamos a dejar de ser peregrinos por una noche. Dicho y hecho nos encaminamos uno de los mejores de la ciudad ante el asombro del recepcionista al ver a dos individuos llegar en bici y cubiertos de barro de los pies a la cabeza. Sólo después de ver la tarjeta y comprobar que era buena comenzó a considerarnos verdaderos clientes.
También les conté la historia de la vez que subimos Joseba y yo. Al comenzar la rampa coincidimos con un grupo de lugareños que iban por ese camino a una romería en el campo y a comerse después un arroz. Dos muchachos jóvenes iban a nuestro paso y comenzaron a preguntarnos cosas sobre los peregrinos. Yo les conté que éramos peregrinos porque éramos muy pobres, que sólo comíamos pan que mojábamos en el agua de las fuentes, que no teníamos casa y que dormíamos en cualquier lugar. Ellos nos miraban asombrados y convencidos de haber conocidos dos verdaderos aventureros y Joseba apenas podía contener la risa. Nos contaron lo de la romería y la comida de después y entonces les,dijimos que podían invitarnos ya que llevábamos varios días sin comer, eso ya les costó más y dijeron que lo tenían que preguntar a sus padres. Cuando les dijimos que nos invitaran a dormir en el porche de su casa comenzaron a dar largas porque ya les parecía más complicado. Yo les decía que debían se muy ricos por tener una casa con porche y uno de ellos me respondió que no, que su padre pagaba una hipoteca. Estuvimos un buen rato charlando y finalmente nos despedimos con la promesa de volver otro día por lo de la comida, ellos aliviados por el compromiso pero ilusionados por la aventura vivida nos dieron la mano y nos desearon un buen camino.
Villafranca es un pueblo que me trae buenos recuerdos y esta etapa, en particular me gusta por su belleza, por su contraste de paisajes como despedida de la montaña pasada y la llanura que viene. Hay mucha gente que a la que no le gusta esta parte del camino porque dice que es todo igual, incluso los hay que se la saltan desde Burgos a León. Yo no estoy de a curdo, para mí es la parte más íntima y recogida del camino, la más austera y la más auténtica.

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Al llegar paramos en el mesón primero junto a la carretera. Yo les había dicho que el camarero suele tener bastante mala sombra pero nada más llegar todo fue amabilidad. Acababan de sacar una estupenda tortilla de patatas que acabó como parte del desayuno.
Justo al pasar por el lugar en el que antiguamente ponían las tiendas de campaña militares que servían de albergue vimos que han construido un precioso hotel y albergue. Nos estuvimos planteando dormir aquí por la buena pinta que tenía aunque al final lo descartamos porque nos complicaba las etapas.

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La subida la hicimos muy bine, las chicas cada vez están mejor y van a buen ritmo. Nada más comenzar nos adelantaron tres jóvenes alemanes que iban a todo tren, le dije a Isa que les alcanzaríamos poruq iban demasiado fuerte y se iban a quemar. Así fue, a unos siete quilómetros nos los encontramos tirados junto al camino descansando.
Si la subida es bonita la bajada es aún más, se convierte en un agradable paseo sólo complicado en los días de mucho calor a medida que avanza la mañana. Nosotros tuvimos suerte y el cielo alternaba sol con nubes.

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Al llegar a San Juan de Ortega lucía un sol estupendo. Visitamos la iglesia y tomamos algo en el bar. Al salir coincidimos con un señor mayor con el que habíamos hecho parte de la etapa yncon dos catalanas a las que también hemos adelantado varias veces estos días. Son bastante antipáticas e Isa les tiene mucha manía porque dice que se ponen a correr cuando nos ven aparecer para llegar antes a los sitios. El caso es que nada más vernos se pusieron a dar caña y no pararon hasta Agés, su final previsto. Se diría que tenían miedo de llegar detrás de nosotros y que les quitáramos la litera.
Llegaron justo delante nuestra casi sin aliento y se les quedó la cara a cuadros cuando nos vieron continuar hasta Atapuerca. La verdad es que estuvimos viendo la posibilidad de Agés como final de etapa pero nos gustaron más los comentarios del albergue de Atapuerca.

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En el albergue habíamos reservado dos habitaciones dobles. Están muy limpio y cuidado aunque la hospitalera no es demasiado hospitalaria. La información que nos aportó fue la básica, lo más importante que llamáramos al centro de recepción de visitantes para reservar plaza para la visita al yacimiento arqueológico de Atapuerca.
Para comer fuimos al restaurante de enfrente y disfrutamos de una agradable y muy rica comida. La única nota discordante fue que el dueño casi me larga al terminar cuando le había pedido un pacharán mientras me deleitaba con los recuerdos de Ítaca.
Las chicas se fueron a descansar un ratito y a las 5 ya estábamos en el centro de interpretación para subirnos al autobús que nos llevaba a ver el yacimiento. Este lugar está a unos 500 metros de pueblo y es un verdadero ejemplo de despilfarro de dinero público: un enorme edificio dotado de todo tipo de modernidades, aire acondicionado, cantina… Todo eso con el único objetivo de verdee los tickets para la visita t una pequeña tienda de recuerdos. Es evidente que allí no se producen grandes exposiciones temáticas ni se reciben diariamente miles de visitantes. Limpieza, aire acondicionado, seguridad… Todo con dinero público sólo para vender tickets.
La visita al yacimiento es muy interesante, además las guías suelen ser estudiantes que están en las excavaciones y que controlan muy bien el tema. La nuestra era, además de guapa, muy simpática y procuraba aclararon todo muy bien. Merece la pena pasar la tarde así.

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Para la cena intentamos otras posibilidades por el incidente del mediodía (el señor me había dicho que cerraba el bar porque no quería tener la sensación de bar de pueblo y yo pensé que debería irse a montarlo a Burgos y no dejar tirados a peregrinos necesitados de wifi como yo). El restaurante de arriba tenía una pinta bastante rara y al final acabamos en el de mediodía: comosapiens.

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Al final cenamos muy bien a base de raciones y tapas y encima hasta acabamos charlando animadamente con el dueño. Son las cosas del camino.
Antes de ir a dormir subimos hasta la iglesia dando un paseo y les recordamos que la otra vez que estuvimos allí les llamamos por teléfono desde ese lugar porque era el único del pueblo que tenía cobertura.

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Mar madre se ha quitado otra espina del camino, la llegada a Atapuerca en el otro camino fue muy dura porque hizo un día de calor terrible y lo pasó muy mal. Esta vez ha sido un paseo agradable porque estaba algo nublado y corría cierta brisa.
Nos fuimos al albergue y yo escribí parte de esta entrada pero me dio sueño y lo dejé para hoy. Corto aquí y escribo después otra nueva porque el día de hoy no ha tenido desperdicio.