Pasado el Perdón

Después de escribir la entrada pasamos la tarde ayer dando un paseo por Zizur mayor, es un pueblo residencial donde debe ser bastante agradable vivir por su tranquilidad y por la buena pinta de la mayor parte de las casas. El nivel adquisitivo debe ser alto y prueba de ello es que vimos unos duplex promocionados por medio millón de euros, y eso que no parecían nada del otro mundo.
De todos modos no parece que haya mucho ambiente en general y acabamos regresando al hotel para cenar. El planteamiento era tomar alguna cosilla por aquello de que la comida había sido abundante y también por equilibrar los gastos ya que a este ritmo se nos acaba el presupuesto antes de León.
Nos sentamos en la terraza y nos atendió el mismo camarero de la tarde con los pacharanes, estaba algo más «alegre» aún aunque había más gente atendiendo. Nuestra cena fue un pequeño homenaje a la tierra porque había que dar gusto a Isa y su deseo de probar las chistorras antes de salir de Navarra. Cenamos estupendamente con una temperatura perfecta y un ambiente muy agradable. Hay que reconocer que Casa Azcona es un sitio estupendo, poco recomendable para peregrinos austeros pero un verdadero alto en el camino para el que quiere reponer el cuerpo y el espíritu.
Así pasó la tarde y así nos fuimos a la habitación de cuatro a organizar todo y a dormir a eso de las once, bueno todos menos la bella durmiente a la que vimos cerrar los ojos en brazos de Morfeo justo en el mismo momento en el que su cuerpo comenzó a descender hasta alcanzar el colchón, un nuevo récord de quedar dormida incluso antes de apoyar la cabeza en la almohada.
Esta mañana el despertador ha sonando a las 6:30 aunque yo ya llevaba algunos minutos despierto. He pasado una noche regular y me he despertado bastantes veces, parece que también han dormido mal Isa y Mar madre, de la otra sobran comentarios hasta que yo he dado el segundo grito a las 6:35.
Con algo más de espesez mental que habitualmente hemos arreglado todas las cosas y hemos salido de la habitación a las 7:05. Nos esperaba la recepcionista para prepararnos un café antes de salir tal y como nos habían ofrecido ayer. Yo he tenido que dejar cargando el iPhone porque cada vez le dura menos la batería. Las chicas han dado cuenta de un donuts y un par de croisanes, yo he sido el más austero y sólo me he tomado el café.
A las 7:25 salíamos del hotel para deshacer el trozo de camino que recorrimos ayer hasta volver a Zizur menor y retomar allí el camino. Justo en el cruce estaba el mesón en el que siempre solemos parar cuando pasamos por allí y Mar madre nos ha recordado la cola que tomó hace seis años justo antes de que tuviera que parar a que le cosiera su primera ampolla de aquel camino. Nos ha contado que una de sus motivaciones en este camino es precisamente la de subir el Perdón otra vez, esta sin dolor de pies para poder disfrutar de verdad de la etapa.

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Nada más salir hemos podido comprobar lo que ha cambiado la zona. Hace seis años paramos en un banquillo aislado para coser la primera ampolla, hoy es un parque precioso rodeado de casitas muy monas y todo muy verde. Hemos ido encontrando grupos de lugareños dando su paseo de la mañana, otros corriendo o paseando en bici. Justo delante de nosotros ha salido un grupo de culos enormes acompañados del resto de unos cuerpos dobles, de esos que evidencian la necesidad de hacer unos pocos quilómetros a primera hora de la mañana para quemar algo de la grasa acumulada durante años o, al menos, para descargar la conciencia haciendo algo de ejercicio.
La subida del Perdón es completamente diferente cuando se hace a primera hora de la mañana o a mediodía, a primera hora acaba siendo un agradable paseo que poco a poco se va empinando y que cuando te das cuenta ya has llegado a Zariquiegui. Cuando lo hicimos hace seis años Mar iba con una ampolla recién abierta, a pleno sol y muy cansados. Además ahora hay plantados campos de girasoles que dan sensación de mayor frescor que los campos segados de cereal.

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Nada más comenzar la ascensión hemos tenido la primera visión intergaláctica del camino: un grupo de peregrinas de tipo «coronel Tapioca». Paso a describir este nuevo espécimen de peregrino que es de los más fáciles de localizar en el camino, a pesar de no ser muy frecuentes. En su aspecto exterior los peregrinos de esta clase se distinguen por el tipo de indumentaria que llevan, por supuesto que lo más importante es llevar todo perfectamente conjuntado. Un par de días antes de salir de sus casas llamaron a su acompañante de compras que les llevó a las mejores boutiques de ropa deportiva en la que adquirieron todo tipo de prendas superdivinas a juego con botas, bolsos, pañuelos, sombreros y cintas del pelo. Los Coronel Tapioca no dejan nada al azar en su indumentaria y todo están en función de la estética. Llevan un montón de complementos que no sirven para nada pero que han visto en la tienda que hacen juego con el tanguita monísimo que además les queda divino. Total no les preocupa mucho que se les manche en el pantalón porque ellos siempre llevan a mano un teléfono de la parada de taxis más próxima que les vendrá a buscar en cuanto empiecen a sudar. Pero aunque es fácil distinguirlos por su indumentaria, lo es mucho más por sus gestos y por su actitud. Los Coronel Tapioca no te saludan cuando pasas a su lado, ellos se apartan de los peregrinos sudorosos y llenos de polvo para que no les contaminen de nada. El prototipo más fuerte lo conocí por estos lugares hace ya algunos años en unos de mis primeros caminos, era valenciano e iba acompañado de un fiel Escudero, en realidad se trataba de un vecino de su exclusiva urbanización con el que había coincidido un día allí en Valencia haciendo ejercicio. Este le había contado que se preparaba para hacer el camino y entonces le propuso el siguiente pacto: yo te pago todos los gastos a cambio de que me hagas compañía y me aguantes porque necesito desconectar de las empresas unos días. Dicho y hecho, se pusieron en camino y Antonio (así se llamaba el jefazo) desde primera hora de la mañana tomaba el móvil para hablar con su secretaria personal para organizar toda su infraestructura. A primera hora de la mañana un taxi les esperaba a la puerta del hotel de cinco estrellas que habían reservado, no importaba a qué distancia del punto final de etapa ya que al día siguiente regresaban para retomar el camino en ese mismo punto. Llevaba una mochila con una muda por si ocurría algún percance porque nunca lavaba la ropa al llegar al hotel del día. La secretaria se había encargado de mandar ropa nueva para el día siguiente y devolvía el hotel la sucia.
En el camino Antonio era el que decidía cuándo se paraba a desaguar, a tomar una cerveza o a beber agua. Joseba y yo los conocimos en Puente la Reina en un bar y a partir de ese momento intentó mangonear nuestro camino hasta que los mandamos a… Lo último que supimos de ellos, después de haber renunciado a que nos invitaran a comer en el parador de Sto. Domingo, fue que José detenía que marchar a casa porque se había cascado siguiendo el ritmo de Antonio. Él, por su parte, había encontrado otro Escudero al que pagar gastos a cambio de entretenerlo y se limitó a pagarle el billete de vuelta a José. Llorando lo despedimos junto al autobús en Sto. Domingo y nunca más supimos de ninguno de los dos.
Hemos conocido algunos otros de esta clase, como las barbies geriátricas del anterior camino del norte, pero de ellas hablaremos en otra entrada. El caso es que esta mañana hemos dado de bruces con un grupo de chicas de esta especie. La primera visión era una de ellas posando para una foto con un enorme girasol metido entre las piernas. No voy a hacer comentarios de carácter jocoso sobre la situación porque los que me conocéis podéis poner en mi boca todas las lindezas que he ido comentando a partir de ese momento. Al adelantarlas les he dicho un escueto hola al que la de la flor entre las piernas me ha contestado entre risas «adeu». Me he girado mirándola fijamente a los ojos y no le he dicho nada, los que me conocéis podéis imaginar todas las cosas que se me ha pasado por la cabeza decirle en ese momento.
Y así hemos ido pasando la subida junto a un grupo de chicos muy majos con los que hemos coincidido en diversos tramos y a los que espero seguir viendo en los días siguientes. Poco antes de llegar arriba casi nos atropella un imbécil que ha decidido bajar por el camino con la bici a toda velocidad.

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Arriba de todo mucho viento y un par de listillos haciendo negocio. La última es subir con una furgoneta para ofrecer refrescos y café a todos los pobres peregrinos que llegan muertos arriba. ¡Cómo ha cambiado el camino!

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La bajada la hemos hecho bien, sigue igual de peligrosa por la enorme cantidad de piedras sueltas y por la enorme pendiente. Se hace imprescindible un bastón, o dos, y tener cierta práctica. Recuerdo que la primera vez que la bajé con la bici luego no podía cerrar las manos del dolor de frenar. Aquí fue donde se lesionó el pie Mar madre la otra vez.

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El resto del camino es fácil hasta Uterga. Allí hemos parado en el albergue Camino del Perdón. Aquí paramos en el camino con Mar y coincidimos con nuestro amigo parisino Eric. Justo enfrente está casa Batzan que fue el lugar en el que dormimos Joseba y yo en nuestro primer camino juntos, una cuadra eran las duchas y una habitación del siglo XIX para dormir. Allí nos tomamos la primera botella de vino de las muchas que luego han caído (Joseba va mucho mejor de su adicción, gracias a la medicación).
Las chicas han decidido darse una alegría en forma de bocata enorme, madre de tortilla, Mar hija de beicon con queso e Isa de chistorras, por supuesto. Luego seguirán convencidas de que las mujeres no pierden peso en el camino. Yo me he conformado con una clara y un mordisqueo al bocata de chistorras de Isa.
El resto de la etapa ha sido fácil hasta Puente La Reina. Teníamos reservada habitación cuádruple en el Hotel Jakue. Aquí están en fiestas y el albergue estaba lleno. Este fue el lugar en el que dormí con Joseba y Eneko en el final del camino aragonés.
Las chicas se han bajado a tomar algo mientras Mar madre y yo nos quedábamos duchándonos y preparando las ropas para hacer colada. Justo en ese momento, con los dos en bolas por la habitación ha llegado el servicio de habitaciones para montar la cama supletoria. Mar la ha tenido que placar en la puerta porque estaba dispuesta a pasar a contemplar mi esbelta figura desnuda sobre el parqué de la estancia.
La comida es estupenda con un bufete libre con un montón de platos riquísimos. Luego café con hielo, ratito de siesta y bajar a escribir la entrada al bar con un pacharán (o dos). Ahora son las seis y cuarto y nos vamos a dar una vuelta porque el pueblo está en fiestas y creo que hay vaquillas.

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Resumen de la etapa: 20,3km en 4horas y 27 minutos a una media de 4,6.