Mezclando ideas y caminos

Durante estos últimos días he andado muy liado con esto de adaptarme a este nuevo país por el que transitamos. Son muchos cambios desde que mi compañera de fatigas cada vez se parece más a Joseba. Ahora que así nos habíamos hecho a las sopas con verduras, al bacalao tamaño familiar y a los peregrinos en dosis moderadas llega Tui y nos devuelve a la pura y dura realidad del camino.
Antes de nada quiero hacer un alegato general sobre el mundo peregrino. Quiero dejar claro mi máximo respeto a cualquier forma de hacer el camino a pesar de mis comentarios. Quiero dejar claro que respeto profundamente a cada uno en su forma y en sus modos. Me parece igual de bien el que viene con lo puesto a vivir de la hospitalidad peregrina como el que viaja con maletas sansonite de hotel en hotel sin mochila a la espalda. Creo que todos tenemos derecho a caminar como nos da la gana y yo mismo hace tiempo que me declaré caminante más que peregrino. Lo que censuro en el camino es la falta de coherencia, no entiendo a los que van de puros y esconden los coches de apoyo, no entiendo a esos españoles que pasan a Portugal y desprecian el país como tercermundista (tendrían que darse una vuelta por su barrio). Yo creo que si vienes al camino a sufrir te vale cualquier cosa y las ampollas son como medallas que enseñar a las generaciones futuras junto a la Compostela que te diga «yo hice el Camino de Santiago», aunque sea los 100 quilómetros mínimos con coche de apoyo, llevando las mochilas en transporte. No entiendo el que esconde el coche para pillar sitio en el albergue público sin importarle que después llegará gente mayor, cansada y sin posibilidades. No entiendo el que busca albergue para ahorrarse unos euros en el hospedaje pero luego se gasta un pastón en vino y cervezas. No entiendo al que sale a las cuatro de la mañana corriendo para buscar sitio en el albergue siguiente aunque luego ni vea los paisajes ni los lugares por los que pasa. No entiendo al peregrino que no se para a charlar, a disfrutar, a pensar…
Dicho esto comienzo por manifestar que estoy hasta el gorro de frikigrinos, de turigrinos, de bicigrinos y de peregrinos puros en el camino. Desde qué llegamos a Tui esto es como un parque temático en el que las atracciones son la montaña rusa de la cuesta y la bajada puñetera entre piedras, la cola de espera el al albergue, la fila India en el camino con mil paradas con los pies cada vez más masacrados por las ampollas. Alucinas viendo a esos caminantes con botas de cuero enormes y mochilas de más de 15 quilos arrastrando sus pies por esos caminos de Galicia. Alguien debería explicarles que al camino se viene a disfrutar, a andar, a pensar y a hablar. Alguien debería contarles que los albergues son lugares de acogida en los que se ofrece un servicio y el peregrino agradece, no exige.
Estos días he visto gente hacer el camino con perros y dan ganas de decir que un perro sufre mucho en el camino. He visto una pareja con un niño de unos dos años haciendo el camino y alguien debería decirles que es una inconsciencia. En fin, ves gente de todo y te callas y saludas con cortesía, son las cosas del camino.
Nuestro camino ha transcurrido entre todas estas cosas y gentes sin grandes novedades, vamos físicamente muy bien y el tiempo nos acompaña. Galicia es un regalo para nuestros estómagos aunque un castigo para los bolsillos.
La etapas son duras por el constante sube y baja del terreno aunque no muy largas, salvo la de Tui a Redondela. El paisaje es una maravilla salvo excepciones.
Al salir de Sao Roque el camino va paralelo a la carretera casi todo el tiempo por el trazado de la antigua calzada romana XIX. Evita casi siempre la carretera aunque la llegada a Valença do Minho se hace un poco pesada. La inmersión en Valença es un anticipo a lo que nos viene encima: miles de turistas regateando toallas de origen más chino que portugués casi todos españoles. Es una preciosa ciudad a la que si le quitaras los turistas quedaría de lujo.
Nuestra pesadilla comenzó en Tui al buscar alojamiento. Tras varios sustos de más de 65 euros por habitación nuestros pasos nos llevaron al hostal Scala en el centro. 30 euros la habitación sirven para pagar un antro difícil de describir más allá de el tópico de casa de los horrores. Pese a todo hay que reconocer que el sitio está bastante limpio a pesar de las apariencias y da para ducharse sin crocs y cagar sentado (salvo mi esposa, que para eso es muy suya).
La comida en el mesón junto al albergue privado que están al inicio de la calle que baja a la playa no fue todo lo bueno que esperábamos. Mi recuerdo era de una velada estupenda con Joseba pero acabó siendo una comida entre sudores, pimientos de chinchón (porque de padrón no eran) y poca amabilidad de la camarera, que debe ser que le gustó más Joseba que Mar.
La cena sí fue un acierto en O Vello Cabalo Furado, lugar trasnochado pero con una cocina tradicional al mejor estilo gallego, con el permiso de las peleas entre las cocineras. Allí de gustamos nuestro primer pulpo a feira y demás lindezas gallegas.
La noche en Tui fue una odisea porque era domingo y la fiesta se prolongó toda la noche. A la mañana siguiente aún quedaban grupos de jóvenes riendo sin sentido, meando por las esquinas con la complacencia de todos y enseñando la «churra» sin pudor.
Una familia vecina llegó a las 3 y media de la madrugada con niños y todo y nos despertó de nuestros plácidos sueños peregrinos aunque la venganza se sirvió a las 6:30 con nuestro despertar peregrino.
El contrapunto justo lo ha puesto el día siguiente la ciudad de Redondela. 33 quilómetros por duro terreno entre peregrinos y fresquito auguraban problemas de alojamiento ya que ni en la guía ni en Google dice nada sobre hoteles aquí. La salida de Tui es una maravilla y la etapa transcurre entre preciosas aldeas gallegas llenas de encanto con subidas y bajadas entre bosques en los que sigue habiendo demasiado eucalipto. Si te paras un momento puedes oír a los ruiseñores, ver los petirrojos y los picapinos. Si no pasan peregrinos por las inmediaciones puedes incluso disfrutar de los sonidos del bosque e incluso los lugareños te saludan.
Pero Santiago es caprichoso y ha decidido compensar las fatigas del Scala con un verdadero lujo peregrino. Cuando más agobiados estábamos comprobando las carencias de alojamiento nos ha surgido en el camino el verdadero paraíso: Apartamentos Alvear. Un verdadero lujo para los peregrinos con cocina, lavadora, frigorífico y demás lujos a un precio de 55 euros para dos. Verdaderamente aconsejable por la calidad, por lo bonito del lugar, por los detalles y por el amable trato.
Para completar el día hemos,derivado nuestros pasos hacia el mesón de Mucha para degustar todo tipo de especialidades gallegas incluido el gin tonic con cerezas y con la tónica servida con embudo para evitar que rompa la burbuja (merece la pena probarlo).
Por la tarde hemos coincidido una vez más con Antonio y Luisa. Son los peregrinos italianos con los que llevamos coincidiendo todo el camino desde que los vimos en la primera etapa en el Residencial de Alverca do Ribatejo. Se trata de una pareja de napolitanos que viven en Torino y que desbordan buen humor, alegría y verdadero espíritu peregrino. Antonio habla todo el rato y Luisa canta canciones napolitanas llena de buen humor y alegría. Dice Antonio que ella hace una pasta estupenda al mejor estilo de Torre del Greco y muchos han sido ya los peregrinos que han podido disfrutar de su cocina. Es cierto que los primeros días no habíamos coincidido pero ahora todos los días nos vemos y compartimos un ratito de alegrías y experiencias peregrinas.
La etapa de hoy nos ha traído hasta Pontevedra. Cuestas duras y bajadas pronunciadas que hacen que la etapa sea dura a pesar de lo corta. La subida primera junto a la ría de Vigo es espectacular. Los paisajes que van dejando a un lado la Cesantes son de lo más bello del camino. Lástima que la llegada a Pontevedra peque de demasiado asfalto.
Estamos en el hotel Boavila, céntrico a buen precio y atendido por gente amable.
Hemos ido a comer al restaurante del año pasado, las 5 calles pero ha sido un fracaso. Los productos bien pero elaboración floja. Para colmo hemos asistido al espectáculo que han montado una pareja en la mesa de al lado, unos señores de unos 60 años que han montado un verdadero número porque no les ha gustado nada. Es cierto que la calidad es regular pero ellos se han cebado y al final la dueña les ha rebajado el precio de los chipriotes porque iban bañados en aceite en lugar de fritos.
Para variar Mar se ha perjudicado seriamente hasta el punto de pasarse media tarde buscando un pastel de chocolate para hacer no sé qué historia que he preferido ignorar. Al menos no se ha manchado y hemos conseguido llegar al hotel sin pastel para que ella lograra que la habitación dejara de moverse en círculos.
Tras la resaca nos hemos ido a pasear y nos ha contactado Inma, mi compi del Insti. Hemos quedado para cenar porque están alojados en Combarros, seguro que la velada será aprovechada.

A mi mujer me la han cambiado y yo sin conexión

Agotando Portugal el camino es cada vez más Galicia en paisaje, costumbres y personas. También el cambio lo hemos notado en cuanto a peregrinos desde la salida de Oporto. La cantidad y la calidad de nuestros compañeros de paseo nos hace recordar cada vez más que nos acercamos a nuestra meta de Santiago.
Y también parece que se despiden de nosotros las conexiones compradas en Lisboa para teléfono e iPad: ayer fue la tarifa plana del iPad la que acabó su vida y me dejó unas horas sin poder recuperar terreno a mi hermana en esto,del Candy crush (hasta que encontré una wifi abierta en el pueblo). Hoy ha muerto el saldo del teléfono y creo que no le deben quedar mucho a las dos megas de internet del galaxy. Esta situación ha provocado que en estos dos días no pueda publicar y por eso escribo las entradas y las publicaré cuando entremos en España y recupere mis tarifas normales.
Es cierto que el camino ha ido cambiando en estos días de forma significativa pero el mayor motivo de preocupación para mí está siendo la transformación progresiva pero irreversible de mi compañera de viaje. Al principio fueron pequeños detalles casi imperceptibles, como el que se permita hablar del camino del año próximo sin decir aquello de «yo no puedo hablar del camino siguiente cuando estoy haciendo este» o su organización en las tareas peregrinas (es para verla montar la mochila metódicamente, repasar las cosas del cuarto antes de salir, realizar las tareas fisiógicas al mejor estilo Joseba y depositar las llaves en el lugar adecuado).
La siguiente cosa que me hizo comenzar a darme cuenta del cambio ha sido su indiferencia ante la ausencia de desayuno al salir. En otros caminos esa cuestión era algo prioritario, la tarde anterior la pasaba pensado en ir al súper a comprar galletas o los malditos,batidos de chocolate porque ella decía que con el estómago vacío le podía pasar algo malo en el camino. Pero en este camino sólo lo hizo en los primeros días, poco a poco se le escuchaba decir cosas como «pues tampoco es tan importante eso de salir desayunado» y llegó un día a decir: «la verdad es que no apetece tomar nada a primera hora, es preferible esperar unos quilómetros a tomar algo porque entonces tienes más ganas».
La prueba definitiva fue el día que no encontramos nada en el lugar previsto para el desayuno, a unos 10 quilómetros de la salida y sabíamos que no había nada en otros diez más. Ella, con toda la naturalidad del mundo y sin preocupación alguna me soltó, casi a bocajarro un «vaya, tendremos que hacer otras dos horas de camino para tomar algo, igual estamos tan cerca del final que no nos apetece para entonces». Claro, para aquellos que no conocéis a Mar quizás no os sorprenda tanto pero para los cercanos el hecho de que no se dejara arrastrar por el desánimo, por los peores pensamientos y el que no pasara el resto de la etapa sufriendo desmayos mentales a cada diez pasos por no haber tomado nada, os parecerá que hablo de otra persona.
También en el tema de la comida se ha producido un cambio espectacular. Ella, la que vigilaba todo alimento, miraba todas las fechas de caducidad, la que supervisaba los niveles de higiene en cada rincón. Aquella que pedía agua para evitar el consumo de alcohol y buscaba las verduras cocidas para equilibrar la dieta. Sí, Isa, esa que detesta las sopas hasta el punto que sólo tú y yo conocemos… Pide sopa de verduras en comida y en la cena, se toma las cervezas al ritmo de un peregrino sediento, bebe vino en las comidas hasta llegar al nivel de «alegría» de marcharse la camiseta. Se termina los platos enteros con todo el arroz cocido y demás acompañamiento e incluso algunas veces sigue con el mío. Desde qué ha descubierto que, a pesar de comer de todo, los pantalones cada vez le están más grandes ha llegado incluso a robarme las patatas fritas de mi plato. Y ayer me hizo algo que nunca había visto. Llegamos a un bar después de 20 quilómetros de camino y mientras yo fui a pedir algo de beber ella entró en la tienda de al lado y salió, triunfante con tres bollos de pan y varias lonchas de jamón de York. Le pregunté cómo llevaba tres bollos porque yo no pensaba comer más de uno pero ella no dijo nada. Puesta de medio lado, evitando mi mirada comenzó a devorar el primero y antes de que me diera cuenta se había zampado también el segundo, sin preguntarme ni nada, sin un mínimo de cortesía peregrina, sin compartir como buena pareja. En lugar de decirme, como siempre, «cómetelo tú mejor» lo devoró con avaricia, con alevosía y premeditación. Cuando le reprendí en su actitud puso mirada asesina dejando claro que ese era su territorio y aquel su bocadillo.
Yo ya le he dicho que tenga cuidado porque cada vez se parece más a Joseba, hoy incluso me ha animado a adelantar a unos peregrinos que iban subiendo una de las cuestas más duras al mejor estilo de las tachuelas de mi amigo de Bilbao.
Entre tales pensamientos transcurridos casi dejamos de lado la anécdota que ocurría en la mesa de al lado de la de Mar y sus bocatas. 5 peregrinos, 5. De origen desconocido pero que llevaban un niño con ellos de unos 3 años, con unas mochilas de unos 20 kilos cada uno además de una silla mochila para llevar al niño cuando se cansaba, botas de cuero tipo Pirineos, camisetas de algodón de las de publicidad barata y de primer día de camino se instalaron a almorzar. Una de ellas llevaba una cámara de unos dos quilos de peso con la que no paraba de hacer fotos a todo, paisajes, compañeros, mochilas o frutos podridos caídos en el suelo. Yo siempre había sentido curiosidad por saber qué pueden llevar en la mochila esos peregrinos que llevan semejantes monstruos en sus espaldas. Para nosotros un par de mudas y algo de aseo y botiquín no pasa de los 6 ó 7 quilos pero ayer lo descubrí. Nada más sentarse todos y hacer un corro como conjurando los malos espíritus uno de ellos sacó un cubierto metálico completo de la mochila (pero de los de camping de verdad, enorme), varios trapos de cocina y una toalla de baño de las de casa (con rayas longitudinales multicolor difuminadas por el paso de los cuerpos y los tiempos). A continuación se saca media sandía cual mago de feria y PLATO DE LOZA. Sí, como digo. No uno pequeñito, no. Un plato llamo de los de la vajilla de casa, de loza gorda y de un color lila intenso. Alucinados nosotros contemplamos cómo repartían las tajadas y las comían hasta la parte verde. Por supuesto ocuparon dos mesas del bar, lo ensuciaron todo pero no consumieron ni un botellín de agua, cosas peregrinas.
Por lo que respecta a las etapas nada diferente a lo visto el año pasado. Camino muy bonito casi sin asfalto y cada vez más verde. Hasta Ponte de Lima un largo paseo entre aldeas pequeñas sin servicios y casas salpicadas por todas partes entre lo más pobre unas y espectaculares otras. Cada vez el terreno es más sube y baja y la temperatura acompaña, sobre todo en la primera parte de la etapa, luego el calor va subiendo sin llegar a molestar demasiado. Mar ha recuperado sus pies muy bien y sólo tiene las molestias de las plantas.
Al llegar a Ponte de Lima en el mismo restaurante nos ofrecieron habitación por 30 euros con baño propio, aunque fuera. Es una casa antigua pero está arreglada y muy limpia. Hemos comido con el peregrino José que estaba degustando un plato típico de la zona consistente en una arroz mezclado con sangre (eso creo) y todo tipo de partes del cerdo. Nos ha contado algo de sus andanzas por estos días y luego nos hemos visto por la tarde tomando un vino en la plaza.
La tarde tranquila y la cena romántica, todo lo que se puede con mi nueva compañera estilo Joseba.
Esta mañana a las 6:30 en alza para ir a desayunar a las 7 y después hacer la etapa más bonita y más dura del camino. 18 quilómetros subiendo lo más parecido que hemos tenido a un puerto de montaña con un desnivel de casi 400 metros. Luego llegada al «Reposo del peregrino» que está reformado y tiene habitaciones de matrimonio nuevas y estupendas por 30 euros y desayuno y lavado de ropa a máquina incluido.
Ahora en el bar del año pasado (ver resumen porque la situación es la misma) y cena con transporte en coche.
Ahhh! se me olvidaba que al salir del restaurante de comer unos marroquíes nos querían vender un ventilador. Ha resultado que viven en Valencia pero han vivido en Huercal-Overa. Al final Mar las ha comprado un reloj y hemos estado charlando con ellos sobre Marruecos, el Ramadán, sus familias y la visita a la Meca. «Historias peregrinas»
Y mientras escribía esto hemos contemplado el deporte popular de la aldea: mirarle las tetas a la camarera del bar. Cuatro paisanos al más puro estilo paisano casi perdían los ojos tras el generoso escote de la que sólo estaba protegida por la barrera de la barra y la máquina del café. No es que la muchacha se esconda mucho y el punto culminante era pedir otro vaso de vino, que los tiene justo debajo de la barra, lo que permite una perspectiva mucho más profunda. Ni que decir que han pagado varias rondas cada uno y han salido dando tumbos en sus coches habituados a las tajadas después de la visita dado el estado de sus parachoques.

Repitiendo el pasado, pero sin zumbados

Hoy el día ha sido una repetición de lo que hicimos el año pasado Joseba y yo, salvo porque estoy escribiendo en la misma terraza pero sin zumbados alrededor peleándose. Puedes leerlo eneste enlace (pincha aquí)
Pero lo que sí fue diferente fue la tarde de ayer. Es cierto que no teníamos fiesta en la calle pero no nos faltó en el albergue en forma de turigrinos VIP versión «hemos anulado la reserva de los Alpes y por eso estamos aquí».
Al poco rato de regresar de la comida, mientras yo escribía la entrada y Mar se había retirado a planchar el pabellón auditivo, llegaron una familia y se instalaron. Se trata de un matrimonio de unos treinta y algo con dos niños de unos 12-14, más o menos. Si nos hubiéramos centrado en la parte femenina todo sería más o menos normal. Llevan un coche para transportar las bicis, equipaje de los que no puedes pasar en los aeropuertos sin dejarte un sueldo y bicis última generación. Son madrileños (esto sólo es un dato anecdótico porque ya sabéis que yo no tengo nada contra la capital del reino y sus inquilinos, por lo menos no con todos). Pero el problema eran ellos. El Niño, un mocoso hiperactivo que no paraba de jugar a todo lo que tuviera bolas, fútbol, baloncesto, tenis, etc. Cada diez minutos sacaba un nuevo juego de algo del coche a modo del baúl de la Piqué. Y luego estaba el padre, secundando a su hijo en todos estos juegos en los huecos en los que dejaba de depilares las piernas con unas pinzas y quitarse los pelos enquistados, para asco generalizado del personal presente, o sea, yo.
Cada juego representaba un modo de demostrar el nivel «los Alpes» con comentarios como «dale de revés a la pelota, a modo defensivo, como cuando estás jugando al papel», o «papá, mi golpe fuerte es el revés, como cuando estoy ganando al Badmington», esto último lo decía mientras mandaba el volante pelota de un tirón a la finca de la casa cercana al torreón del otro lado del pueblo.
Ante tal nivel de glamour y golpes a modo de bailarina con zuecos, borracha y en un alambre, así como alternancias con un balón de fútbol al mejor estilo chimpancé, llegó la frase del padre. Fue algo como dejado caer, casi como quien no quiere la cosa: «es que nosotros deberíamos estar hoy en los Alpes, pero he anulado la reserva». La primera vez que lo dijo no le di mayor importancia, al fin y al cabo parecía raro cambiar unas vacaciones en Alpes por un mísero albergue del camino compartiendo habitación con una teutona y sus dos hijos adolescentes que sólo dormían. Pero es que cada diez o quince minutos lo volvía a decir. A veces era el propio hijo el que preguntaba ¿estamos aquí porque has anulado lo de Alpes, verdad? Y el padre le confirmaba tal situación.
Diez o quince veces después, con Mar ya levantada volvieron a repetirlo a coro mientras degustábamos unas magdalenas de coco y una copa de oporto que amablemente la señora del albergue nos había ofrecido. Los niños, mientras tanto parecían más bien salidos de un comedor social que del Ritz, porque se bebieron dos litros de zumo de naranja (con un par de quilos de azúcar para complemento vitamínico) y no nos dejaron casi ni catar las magdalenas. Menos mal que los padres no les permitieron beberse el oporto, que si no nos dejan sin nada.
Ante la situación nos marchamos a cenar al bar típico que nos habían aconsejado en el restaurante del mediodía. Un pulpo espectacular nos esperaba acompañado de mollejas, bacalao y una buena botella de vino verde. 16 euros incluyeron también postre a elegir así como un par de cositas de oporto a modo de digestivo.
Regresamos al albergue y todo estaba ya tranquilo. Sin saber nada de nuestros compañeros nos fuimos a la cama. El reloj nos ha despertado a las 5:45 tras un pequeño susto de ciempiés sobre mi hombro. La etapa ha transcurrido según lo previsto primero hasta el hermoso puente en el que termina el infierno de carretera y luego hasta San Pedro de Rates. Hemos coincidido con los peregrinos italianos y hemos hecho un tramo con ellos. Se trata de un matrimonio del sur de Italia pero que viven en Torino. Ella es de Torre del Greco, junto a Pompeya y cocina muy bien (eso dice, al menos su marido).
La etapa transcurre por lugares muy bonitos entre carreteras secundarias y algún peligroso tramo de carretera. Las casas son de un nivel muy alto a medida que nos vamos acercando a Barcelos, la comstrucción es de piedra y cada vez más parecido en todo a Galicia.
También hemos coincidido un ratito con una pareja de peregrinos en bici de Valencia. Nada más pasarnos y ver que éramos españoles se han bajado de las bicis y hemos caminado un buen tramo con ellos. Comenzaron el camino en Huelva y ya han hecho varios, siempre en bici, dicen que han comido muy mal, en general, y que no se hacen bien al tema de restaurantes y alguna cosilla más. Si me estáis leyendo podéis escribir un comentario y saludarnos, así como poner vuestro twiter y Facebook.
La llegada a Barcelos ha sido muy bonita, venimos muy bien de fuerzas y apenas nos hemos dado cuenta de la dureza de la etapa hasta que al llegar al hotel hemos visto que íbamos empapados en sudor.
La tarde ha pasado entre la comida (arroz con rape en el restaurante Solar Real, siesta viendo la cromo escalada del Tour y hablar con las niñas. Luego hemos ido a dar un paseo por el pueblo y hemos disfrutado de una agradable tarde sin zumbados peleando, aunque alguno había bailando. En la plaza hay montado un escenario en el que parece que cualquiera puede subir a hacer el chorra, porque lo que es tocar no toca nadie.
Hoy en Barcelos se ha cumplido otra de las teorías de las de Mar. Resulta que lleva todo el camino convencida de que e Portugal no hay niños. Bien es cierto que a lo largo de todo el camino no hemos visto casi niños y los pocos que hemos visto eran turistas. Eso le ha llevado a una gran preocupación a la altura de que las casas tengan todas las ventanas de la parte de delalante cerradas (también está en esta línea que los portugueses no montan piscinas porque aquí hace mucho frío y el agua no se calienta). Hoy ha acabado lo de que no hay niños porque los hemos visto todos aquí, lo que le lleva a pensar que debe ser que los han concentrado los de todo Portugal en Barcelos (yo creía que se los comían de pequeños para evitar problemas cuando crecieran)
Y la cena en Dom Antonio nos ha llevado hasta un paseo posterior a la luz de la luna hasta el escenario de la plaza en el que tocaban, o algo así, un grupo folclórico del lugar. Y cuando digo cantar me refiero a que emitían sonidos acompañados por instrumentos musicales porque lo que se dice cantar no cantaban un pimiento.
Así termina el día y preparamos la etapa de mañana, larga y compleja.

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Resumen de la etapa

Retomando el camino

Etapa del año,pasado, leerla

El día de ayer pasó entre descansar y la visita a algunos de los rincones más bonitos de Oporto. La mañana nos llevó hasta Gaia para ver una bodega de vinos, la Burmester. Allí coincidimos con una pareja de señores de Brasil que vivían en Madrid y dos matrimonios españoles, de Roquetas de Mar. El vino de la degustación y las fotos de rigor permitieron la confraternización de todos hasta comprobar que los almerienses conocían a gente de Oria y habían hecho parte del camino de Santiago, concretamente desde Sarria «sin coches de apoyo», insistieron en la autenticidad de su camino.
Tras una pequeña explicación por mi parte sobre la historia del Oporto y su relación con los ingleses y otra sobre mis caminos a Santiago nos despedimos. Nosotros nos encaminamos hacia una marisquería a la que le habíamos echado el ojo por la mañana y que estaba cerca del hotel, la marisquería Acuario. Allí dimos cuenta de un estupendo arroz de marisco regado con un estupendo vinho verde. La compañía era una pareja de portugueses a la que se unió, a última hora, un matrimonio de españoles a media cocción, es decir, de los que salen de España y piensan que como el bar de su pueblo nadie hace los huevos fritos salvo la propia mujer (sin duda ama de casa). Montaron un espectáculo muy a la moda de los españoles en Portugal al intentar hacer entender al camarero que el vino aquí es peor que en España porque el blanco tiene mucho gas y es «como la gaseosa» (sic)
Sin mayores incidencias nos retiramos al hotel, Marcame (así denomino ahora a mi compañera desde que ha decidido nombrarme como juanmacapa) a planchar la oreja y dormir la mona que había pillado entre la cata de Oporto y el vinha verde de la comida. Yo me dediqué a intentar superar a mi hermanita al candy crush saga tras haber comprobado que la muy desgraciada está haciendo horas extras y ha llegado tres niveles por encima de mí. Estuve toda la tarde y parte de la noche hasta alcanzarla y sigo en ello para ver si pongo las cosas en su sitio y le vuelvo a adelantar, aunque el nivel 130 se las trae.
Después de la siesta reparadora de Marcame y de haber lavado por enésima vez su camiseta de los restos de la lucha con las gambas de la comida mezclada con la abundancia de alcohol (su camiseta va a dos lavados de manchas al día), nos fuimos hacia la librería de Lello & Irmao a hacer unas fotos y comprar algún pequeño recuerdo que cupiera en la mochila sin pesar demasiado. Por supuesto grabé algún vídeo del lugar a pesar de la prohibición.
De la librería al Bar Ponte Pensil, lugar romántico, bello e ideal para pasar una tarde tranquila contemplando pasar el tiempo y los turistas, y si tienes frío los camareros te colocan una mantita azul celeste sobre los hombros que te protege también de la humedad (por supuesto que Marcame no se pondría nunca una de estas tras haber pasado por cubrir cuerpos desconocidos).
Y en este momento tengo que volver a hacer alusión a la parte más entretenida de nuestro viaje: las teorías de Mar. Para mi querida compañera todo lo que ocurre en esta vida debe tener una explicación que, por supuesto, ella misma se inventa. Os pongo un ejemplo de teoría clásica: de todos los restaurantes de la zona de la Ribeira ella dice que el primero ( junto a la plaza) es el que más lleno está siempre. Ella tiene la teoría de que esto es así porque como es el primero todos los turistas tienen la simpleza de no molestarse en buscar más y se quedan allí. Por supuesto cada vez que pasamos por esa terraza (unas 10 al día) ella me vuelve a contar su teoría. De nada sirve que yo intente argumentar cosas como que hay turistas que vienen de la otra parte del paseo y para ellos ésta es la última terraza (la de la otra punta siempre está vacía), o le digo que solemos ver a los turistas dando vueltas mil veces antes de elegir el lugar. Ella me responderá siempre con argumentaciones que son completamente inventadas pero a las que ofrece tal grado de firmeza que es absurdo seguir argumentando. Así te contestará que los turistas que vienen del puente todos han pasado primero por la terraza porque venían de la plaza y que sí viene del puente es porque están de vuelta. Sobre lo de mirar otras cartas te dirá que es sólo para confirmar que la opción que han tomado es la más adecuada porque los otros restaurantes son más caros, más baratos, más sucios o cualquier otra cosa. En definitiva, yo no me molesto en argumentar nada y ella se queda tan contenta con su explicación.
Teorías como estas pueden surgir unas docenas todos los días sobre cualquier tema o persona. Si vemos una pareja ella establece el tipo de relación que tiene o su estado de ánimo.
Otra de las cuestiones que le preocupa cada vez que nos ponemos a comer en un restaurante y ve una pareja sentada es que las parejas se comunican poco. Su teoría es que están cansados el uno del otro y por eso no hablan sino que miran la tele, sus teléfonos o, simplemente se ignoran. Esto, por supuesto,no nos ocurre a nosotros gracias a que ella no para de contarme esas teoría y de ese modo ni me deja ver la tele, ni puedo revisar los correos del teléfono, ni jugar al Candy cuando se recuperan las vidas. Ella sí tiene una buena comunicación de pareja.
Pues así las cosas y tras dos estupendas cervezas nos fuimos a cenar al restaurante en que habíamos comido el día anterior y que contaban con una parrilla estupenda en la que se asaban los pollos y demás lindezas. La cena ha sido suave y plácido el paseo hasta regresar al hotel para preparar todo y salir temprano.
A las seis menos cuarto ha sonado el despertador y nos hemos puesto en marcha. 25 km de carreteras entre casas, polígonos industriales y coches a toda pastilla intentando aniquilar peregrinos. Al salir hemos encontrado una padaría para desayunar y allí hemos coincidido con los italianos a los que hemos saludado afectuosamente (por fin confraternizamos con ellos). Hemos visto algunas parejas de peregrinos a lo largo de la ruta y sin grandes dificultades hemos llegado hasta Vilarinhos, a Casa da Laura. Otra vez el paraíso en el camino en habitación de matrimonio por 20 euros los dos. Todo súper limpio y muy bien atendido, sigue siendo un placer por los buenos servicios y la simpatía de la gente aquí.
Nos hemos duchado, hemos lavado y nos hemos ido a comer al restaurante del pueblo junto al castillo.
La tarde se plante muy peregrina ya que poco a poco van llegando nuevos turi-bici-peregrinos que seguro que acabarán compartiendo velada, entre otras cosas porque no hay mucho más que hacer aquí.
En la comida hemos demostrado nuestras habilidades en eso de comer en Portugal sorprendiendo al propio camarero que nos ha reconocido que es la primera vez que se entiende tan bien con peregrinos españoles en eso de explicar lo de la canaca, el frango y demás. Yo le he argumentado nuestra experiencia en estos temas y en cuestiones como el bagazo.
Marcame se ha retirado a sus cuarteles a eso que tanto le gusta después de comer y yo me he puesto a jugar (casi paso de nivel un par de veces y gano a Inma) y escribo la entrada del día.

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Ver resumen de la etapa

Desde el Magestic de O Porto

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Os pongo al día de todo lo sucedido, siempre de lo que se puede contar, que la censura lleva intentando actuar desde hace días y usando métodos perversos a la vez que persuasivos. No digo más.
La etapa desde Abergaria se desarrolló sin incidencias, a buen ritmo y sin grandes dificultades, salvo por una pequeña ampolla que le ha salido a Mar pero que no parece algo complicado.
Después de leer la etapa del año pasado nos fuimos a dormir algo asustamos por lo que vivimos el año pasado.
Toda la etapa está muy bien descrita en el blog salvo en una pequeña diferencia: el año pasado hizo un calor terrible pero este nos ha hecho un tiempo estupendo. La primera parte discurre entre bosques por caminos de tierra y hemos encontrado un bar abierto en la carretera en Albergaría a Nova. Se trata de un café, sala de juego, pastelería, restaurante y muchas cosas más regentado por dos señores, una pareja de muy avanzada edad. Ella se encargaba de la parte de los juegos de azar y no paró de mojar un bizcocho en el café durante todo el tiempo que estuvimos allí. Él nos preparó las tostadas al ritmo salsero de un viejo moviéndose en la luna sin gravedad y con escafandra. Todos los intentos de Mar fueron inútiles para conseguir que el señor hablara, lo más que pudo hacer fue esbozar una ligera sonrisa, o quizás fuera un gesto de dolor al desplazarse la dentadura postiza. Pero su color de piel siguió siendo blanco, como de otro mundo.
Al poco de llegar aparecieron los italianos que habíamos visto el primer día. A lo largo de las últimas etapas hemos ido coincidiendo con ellos circunstancialmente y sin mucha relación (vamos, que ni nos saludan).
Después de que el tiempo se hubiera detenido en el desayuno y de una bajada a los servicios muy a la altura de la bajada a los infiernos de Eneas en busca de su padre (pero sin Can), nos volvimos a poner en marcha por carreteras secundarias que viran y reviran constantemente subiendo y bajando valles,casi todo asfalto y con un fresquito genial hasta Oliveira de Azemeis. Lo único problemático ha sido el tema de la fisiología de Mar ante tantas casas por todos lados.
Sin mucho problema hemos llegado a Sao Joao da Madeira con ánimos para continuar los 7 quilómetros restantes hasta Malaposta. Nos ha sorprendido que el pueblo estaba lleno de gente por todas partes con bici, andando y con aspecto deportivo. Al principio no le hemos prestado mucha atención y hemos llegado hasta una plaza al final casi de la ciudad para descansar y retomar el camino.
Al llegar a la plaza toso estaba lleno de cintas marcando un recorrido ciclista y por la otra punta de la plaza salían los peregrinos José y Gerard (Zumaia e irlandés). Mientras tomábamos algo yo he llamado al hotel para reservar pero…. Estaba lleno.
Ante la perspectiva hemos decidido, muy a pesar nuestro, buscar alojamiento en Sao Joao y al día siguiente hacer los 37 hasta Oporto. Todos los hoteles de la ciudad y de las ciudades cercanas están llenos porque lo que hay en el pueblo es una concentración deportiva juvenil con miles de participantes que han llenado todos los sitios para dormir, desde hoteles a plazas de la ciudad.
Desesperados ante la situación hemos tomado una decisión de urgencia: buscar un tren a O Porto y alargar nuestra estancia un día allí. Por suerte la estación estaba cerca de la plaza y salía un tren a las 2:55. Hemos ido a comer algo y hemos encontrado un asadero de pollos (por fin mi sueño hecho realidad).
Tras 30 minutos de infarto, un pollo comido y dudas ante la aventura del tren, nos hemos montado en un vagón que hace referencia a un mundo pasado, muy pasado. El tren acaba en Espinho y allí hay que tomar otra estación a unos cien metros desde la que tomamos la línea a Porto.
Sin mayores incidencias, salvo por haber parado en la estación de Porto-Campanha a casi 45 minutos a pie del hotel en lugar de llegar a Porto Sao Bento a menos de 5, hemos llegado a Malaposta, pero al hotel de Oporto.
Ducha rápida y visita a la ciudad que nos ha descubierto que el hotel está muy bien situado, cerca del centro y de todas las cosas. Hemos cenado en la Ribera y luego hemos dado un paseo romántico (sobre todo por el frío) hasta Gaia, que está en fiestas para variar. Después de varios intentos de Mar por comprar churros portugueses de muy buena pinta, hemos regresado al hotel a descansar.

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El día de ayer lo pasamos visitando la ciudad, por la mañana tuvimos crucero por el Duero y por la tarde una copa de Oporto en una terraza en Gaia (5 euros copa y cerveza).

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Por la noche cena que prometía romántica pero se truncó gracias a las aperturas económicas de Mar que decidió sacrificar el glamour por las sardinas a buen precio (nuestros estómagos y nuestros bolsillos lo agradecieron.
La mañana de hoy promete más de lo mismo con vista al mercado, a la librería que inspiró la biblioteca de Harry Potter Lello e Irnao

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Ahora escribo desde el café Maiestic mientras a mi alrededor el glamour y el lujo se sirven en forma de desayuno especial que incluye copa de champagne.

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Días de vino…, y arroz con pulpo

Etapa año pasado
Nuestra jornada de peregrinos VIP terminó con la cena en el restaurante del mediodía y después con una cerveza viendo el concierto de D’Callaos.
Como teníamos incluido el desayuno en el hotel y la etapa de hoy era corta decidimos levantarnos más tarde y desayunar. He puesto el reloj para las 7 menos cuarto aunque la verdad es que a partir de las 5 ya estábamos despiertos.
Después de dar cuenta de un desayuno completo con huevos revueltos incluidos nos hemos puesto en marcha a las 7:30 un poco más espesitos que de costumbre. La mañana ha estado muy cubierta y con amenaza incluso de lluvia. Aunque hemos salido con las camisetas de manga larga las hemos descartado ya en la puerta del hotel porque, aunque húmeda y fresca, la mañana era calurosa.
Hemos hecho los 16 quilómetros sin grandes dificultades. El camino transita estos días paralelo a la nacional 1 entre vías secundarias con mucho asfalto y casi todo poblado. Esta situación dificulta en gran medida una de las mayores aficiones de mi compañera de viaje, regar el campo. La abundancia de casas y la ausencia de recodos apartados en el camino hace que sus necesidades fisiológicas lleguen a convertirse casi en una cuestión de urgencia.
La búsqueda constante de un lugar apropiado para evacuar comparte el tiempo de Mar con su otra obdesión de este camino (dejo a un lado el tema huerto, que sigue latente). Se trata de la enorme preocupación que le produce ver que las casas por las que pasamos tienen siempre las puertas y ventanas delanteras cerradas a cal y canto. No sabemos si es una costumbre del terreno o si responde a otras cuestiones de seguridad o de preservar la temperatura interior, pero el caso es que están habitadas casi todas (vemos bolsas de pan en la puerta y los jardines perfectamente cuidados) pero ventanas y puertas aparecen cerradas a cal y canto. No es que el tema me preocupe a mí lo más mínimo pero parece que mi compañera sí tiene esa intranquilidad ya que suele hacer ese comentario cada vez que pasamos por una casa así con ventanas y puertas cerradas. Yo, como mucho recuerdo aquella frase de la plata de que no es más limpio quien más limpia sino quien menos ensucia y pienso que están cerradas para que no les entre polvo (y no el de 8 patas).
A mitad de etapa hemos visto de lejos al peregrino irlandés que descansaba en un bar y poco después hemos alcanzado al peregrino vasco que habíamos visto en estos últimos días. Hemos compartido parte del camino con él y nos ha contado que se llama Joseba y vive en Zumaia.
Al llegar a Albergaria hemos buscado habitación en Casa Alameda que sigue igual que el año pasado, sobre todo vieja pero muy limpia. Este año tenemos habitación con baño por 35 euros. Para detalles de este hostal, restaurante, ferretería, agencia de viajes, banco, etc. Ver etapa del año pasado.

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Tras la ducha y el lavado de ropa hemos ido a dar una vuelta para sacar dinero y hemos encontrado al peregrino irlandés. Se llama Gerard y ha vivido algún tiempo en España, además ha hecho ya algún camino antes.
La comida ha sido un verdadero encuentro peregrino con José, Gerard y nosotros, una buena dosis de vino y el famoso arroz con pulpo. La sobremesa se ha acompañado por un par de bagazos y una larga conversación sobre variados temas peregrinos mientras en la tele Contador ponía el Tour de vuelta al revés sacando un minuto a From.
Después de los Bagazos se ha hecho imprescindible una buena siesta que ha destrozado toda posibilidad de visita turística a la ciudad (los 10 minutos de rigor).
A las 8 hemos ido a cenar algo suavecito, hemos dado una vuelta al pueblo «sic» y vuelta al hotel para Jugar un ratito al Candy, escribir la entrada y preparar la etapa de mañana, que se presenta dura. Ya os contaré
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El fondo de la foto es real, no está retocado.

Lujos peregrinos

Hoy hemos llegado a Águeda, lugar en el que rememorar la vida VIP del peregrino, como puedes leer el la entrada del año pasado.
Por fin un lugar a la altura de lucimiento para mi compañera y su indumentaria nocturna. Me refiero al camisón que se ha traído al camino. Se trata de un salto de cama de raso. Podría pensarse que una prenda así es poco apropiada para una mochila peregrina pero si lo miramos de forma más detenida podemos comprobar que tiene sus ventajas. El tejido es más ligero que cualquier prenda con la que dormir tipo camiseta, es fresca a la par que permite cierto grado de coquetería tan necesaria en su vida y de la que tanto se carece en un viaje como el que estamos haciendo. El caso es que ella duerme con su delicada prenda mientras yo me limito a una camiseta quechua de las de 6 euros de Decatlhon.
En un hotel como el de hoy resulta especialmente adecuada su indumentaria dado el nivel del hotel en que nos alojamos, el Conde de Águeda (como el año pasado),
Pero vayamos por partes. La cena de anoche completó una jornada de descanso y gastronómica en un Oasis del camino (el residencial de carretera se llama El Oasis). Una chuleta de novillo para mí y una estupenda merluza para Mar nos llevaron al deleite gastronómico absoluto y sin pasar del presupuesto asignado a cada día (menos de 100 euros)
La etapa de hoy ha sido sencilla y cómoda en lo que se refiere a la parte física, pero fea por el mucho asfalto y el paso constante por polígonos industriales en los que los coches suelen ir a más velocidad de la deseada. La etapa discurre por un rosario de pequeñas poblaciones sin casi ningún servicio y sin demasiado encanto.

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Han sido 25 quilómetros casi planos, bien señalizados aunque con constantes giros y desvíos evitando la nacional 1. El tiempo ha acompañado casi hasta el final en el que ha acabado saliendo el sol. El resto de la mañana ha sido fresquito. Yo no recordaba casi nada de esta etapa salvo el,lugar en el que desayunamos, una gasolinera junto a un complejo deportivo impresionante que pertenece a algún equipo de fútbol, según pone en los carteles. En el bar nos ha encontrado el peregrino irlandés al que ya ha abandonado su compañera. Él sigue el camino a buen paso y es el único que sale a una hora similar a nosotros porque el resto se ponen en marcha a partir de las 4 de la mañana. Se trata de una pareja de italianos con la que coincidimos el primer día pero luego casi no hemos visto y un peregrino español, vasco. Ellos van a un ritmo más lento y a media etapa los acabamos alcanzando.
Hemos llegado a Águeda y nos hemos dirigido directamente al hotel: negociación similar al año pasado para llegar al mismo precio del año pasado: 65 euros con desayuno. La habitación está de lujo con aire acondicionado y wifi.
Tras la ducha y el lavado nos hemos ido a comer también al mismo sitio en el que cenamos el año pasado y hemos disfrutado de sopa, lulas para Mar y un lenguado para mí, acompañamiento de patata y ensalada, vino, ensalada de frutas y café por 20 euros los dos.

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Luego hemos vuelto a la habitación para hablar con las niñas con el face time y Mar ha disfrutado de una estupenda siesta con su camisón de raso mientras yo he visto el final del tour y he jugado un rato Ana Candy Crush saga.
Ahora saldremos a dar una vuelta por el pueblo y nos iremos a cenar al mismo lugar disfrutando de nuestra velada VIP de peregrinos ya que para mañana nos espera el contrapunto perfecto al día de hoy en la casa de los horrores puesto que el plan es el mismo que el del año pasado.
Mañana se cumple la 6ª etapa pequeña que nos quedaba, hemos hecho seis duras y seis relajadas, a partir de ahora irán alternando.

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De Coimbra a Mealhada, la ciudad inexistente

Tras la cerveza en el bar del paseo junto al río y de escribir la entrada nos fuimos a cenar al mismo restaurante del mediodía. El camarero que nos atendió se comportaba de una forma extraña. Después de pronunciar la carta con evidentes dificultades de dicción , tomarse algunas confianzas con Mar y casi derramarme encima la sopa llegamos a la conclusión de que, simplemente, estaba borracho.
No fue un acierto la cena porque mi cordero debía ser de zona de mucha hambre, porque sólo eran huesos. Luego se completó con un helado italiano en el bar que hay delante del hotel y desde allí a la cama.
Nos hemos levantado a las seis después de dormir bastante bien, sobre todo yo porque Mar dice que la cama estaba muy dura. Hemos salido a las 6:30 y hemos encontrado una pastelería para tomar café y un croissant con solera.
Al salir nos hemos confundido y hemos tomado la carretera por la parte de arriba de la estación, por lo que hemos tenido que volver para tomar el camino correcto.
La etapa ha sido fácil, casi todo el tiempo por carretera, por terreno llano y con bastante fresco. Hemos ido pasando varias aldeas simples casi sin ningún tipo de servicios. En una de ellas, a unos 10 km hemos parado a tomar algo. El dueño llevaba una camiseta del Valencia y creo que se trata del sitio en el que habíamos parado el año anterior. La anécdota se ha producido cuando le he preguntado por el aseo. Le ha dicho a su hijo pequeño, que estaba allí, que volvía enseguida y hemos tomado calle abajo unos cien metros hasta llegar a su propia casa. Ante lo surrealista de la situación, cuando me ha preguntado si mi mujer querría ir al servicio le he contestado inmediatamente que claro. La idea era ver la cara que pondría Mar cuando la llevarán al baño de la casa del dueño.
Así son las cosas. El
camino de llegada se ha hecho algo pesado. Para colmo han variado el trayecto en alguna zona y al pasar por un bosque de eucaliptos está mal señalizado.
Ahora entiendo yo por qué no recordaba nada de este pueblo, porque no tiene nada. Una calle muy larga paralela a la carretera nacional, una enorme plaza y alguna casa grande,eso sí, pasando trenes a toda velocidad constantemente.
El residencial al que hemos ido es el Oasis y está a la salida del pueblo, en la carretera. Al llegar el dueño me ha reconocido, nos ha saludado con mucha atención. Hemos subido a ducharnos y lavar y a la hora en punto estábamos degustado un estupendo cochinillo, especialidad de la casa y del pueblo.

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La tarde ha estado dedicada a organización de diversas cuestiones como reservas de próximos lugares y billetes de tren para el regreso. Luego hemos dado un paseo hasta el pueblo y hemos encontrado a un peregrino con el que ya hemos coincidido un par de veces. Se trata de un señor mayor que ha acompañado a los irlandeses en estos últimos días. Nos ha invitado a una cerveza y nos ha contado que está en el albergue de aquí, a unos dos quilómetros pasado el pueblo.
Hemos regresado al hotel para hablar con las niñas. La conexión no era buena y hemos tenido dificultades.
Finalmente hemos bajado a cenar. Tocaba merluza para Mar y yo he tomado un chuletón estupendo. E resultado del día han sido 97 euros.
Ahora a dormir que es tarde y mañana hay que madrugar otra vez.

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Coimbra, y Mar quiere que le plante un huerto

Leer la etapa del año pasado

Como no nos están pasando demasiadas cosas estos días, salvando los ligues septuagenarios (o más) de mi compañera y las múltiples canacas con las que regodeáramos nuestros sedientos cuerpos, voy a comenzar contando la última idea que se le ha ocurrido a mi pareja de camino. Desde hace tiempo le viene rondando la idea por la mente pero ha sido este año en Portugal donde se le ha convertido en obsesión. Cada vez que vamos por el camino y pasamos junto a un huerto, y puedo asegurar que son unas docenas de veces cada día, ella suelta siempre ineludiblemente el siguiente comentario: ohhhhhh, un huerto… ¿Por qué no me plantas uno en Oria?
Claro, yo las primeras veces lo tomaba a broma, solía hacer comentarios jocosos e intentaba razonarle que un huerto requiere mucha dedicación, mucho trabajo. Le comentaba que hay que regarlo, mover la tierra, cuidar las plagas. Pero ella insistía: ¡mira que calabacines! ¡Qué delicia de pepinos! Definitivamente yo quiero un huerto en Oria.
Por supuesto después de hacer el comentario varias veces al día el tono y el modo de mi respuesta ha ido cambiando hacia hortalizas más sórdidas y más de una vez he acabado mandándola a que se busque a alguien que le vaya a regar el huerto. El caso es que no hay manera y no descarto la posibilidad de acabar plantando unas tomateras en maceteros para colocarlos en las terrazas de la casa de Oria.
Eso y que después de cada comida su camiseta necesita un repaso por el lavabo para recuperarla de las manchas que ha ido recogiendo hacen mi camino mucho más entretenido y me hace recordar esos otros momentos entrañables con mi otro compañero de caminos en los que le pongo a parir su nacionalismo mientras él me echa en cara mi centralismo pepero, o peor.
He sustituido el llevar a Joseba siempre por delante diciendo ¡venga, Juanillo, que esto es una tachuela para alguien de Bilbao! Por llevar siempre detrás a Mar con la cantinela de los huertos.
Bueno, la cena de anoche fue estupenda, en el mismo restaurante del medio día, yo pedí una picanha (carne asada al estilo brasileño) y Mar se decantó por la ensalada de atún que tanta envidia le había dado. Descartamos la idea del pollo asado a pesar del buen olor que desprendía el puesto que hay cerca del Residencial en el que dormimos.
La noche ha sido cálida pero aceptable y sin mosquitos. A las 6 nos hemos levantado y hemos salido desayunando lo que compramos ayer en la pastelería a media tarde (una magdalena y un croissant)
La etapa eran 20 quilómetros sencillos, sin casi desnivel y por pequeños núcleos urbanos. Casi todo asfalto sorteando carreteras y autopistas que van hacia Coimbra. Hemos tomado un café al salir de Conímbriga y ya no hemos parado hasta el final.
En la terraza que hay justo pasado el puente en Coimbra hemos parado y Mar ha realizado las gestiones para buscar habitación en el residencial que hay allí mismo Residencial Larbelo
He dejado que ella hiciera todo el trámite al ver la edad del recepcionista y el éxito de mi compañera ante tales retos. Después de media hora de negociación mientras yo degustaba dos cervezas ha conseguido una estupenda habitación interior, fresquita, con aire acondicionado y wifi por 35 euros.
Ducha, lavado de ropa y a comernos el arroz con marisco reglamentario junto a varias mesas de turistas españoles que se dedicaban a devolver platos de comida por múltiples situaciones, para vergüenza patria. Ha resultado especialmente conmovedor ver a un señor solo comiendo en una mesa delante de nosotros e intentando pegar la hebra con los vecinos de mesa, una pareja de alemán y ucraniana (al menos eso han dicho). El señor resulta que es vasco que emigró de pequeño con su madre a Uruguay y ahora viene a visitar España pero ha pasado por Portugal (como podéis comprobar es que la comida no daba para mucho más y los dos andábamos pendientes de las conversaciones vecinas entre plato y plato de arroz.
Después siesta más larga de lo deseado, hablar con mi hija por FaceTime (creo que sólo tenemos una, de la otra no se sabe, no contesta) un paseo turístico que nos ha llevado al restaurante en el que pasamos una velada romántica hace 20 años a la orilla del río y que tuvo consecuencias para toda la vida (en forma de receptora de videoconfencia).
Sigue haciendo calor, pero menos y las ampollas de Mar evolucionan favorablemente, como algunos de sus alumnos.

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