Pulpo entre mochilas

Galicia representa un contraste enorme entre lo mejor y lo peor del camino. Cientos de personas deambulando sin mucha idea sobre lo que hacen dificultan la pausa y el sosiego del caminante pero los paisajes, los lugares, los colores y los matices envuelven el recorrido hasta la magia. Es verdad que resulta difícil abstraerse entre tanto idiota pero también es cierto que cuando lo consigues el camino vuelve a cobrar todo su sentido.
Estos días van pasando rodeados de gente por todas partes. Los restaurantes están llenos, los caminos están llenos, los servicios están llenos… La tarde en Portomarín transcurrió rodeada de las charlas de unos y otros mientras nosotros dábamos una vuelta recordando anécdotas de otros caminos. Le contaba a las niñas mi pelea con el camarero de la pousada, cuando quiso burlarse de mí sólo porque tenía aspecto de peregrino en «lugar tan selecto». Les recordaba mi primer camino andando, cuando abandoné aquí, cuando llegué con Joseba, cuando pasamos el día junto a Maxi, Estíbaliz y los aragoneses (con bronca incluida), les recordaba el paso de Mar y mío hace seis años (con bronca incluida).
El camarero del mesón dijo que se acordaba de mí y me invitó a un orujo después de comer y otro después de cenar. Aproveché para escribir hasta que llegaron las chicas. A nuestro lado se sentaron cuatro idiotas que no paraban de gritar sus aventuras echando el humo de sus cigarros sobre nuestra mesa. Montaron el típico numerito de «yo entiendo de vino» pidiendo un Godello al que dieron respuesta con el típico, «aquí lo que tenemos es vino del terreno para menú peregrino».
La noche estaba fresquita y Portomarín brillaba.

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Salimos tempranito para desayunar antes de afrontar la enorme subida que hay desde Portomarín. En ese tramo se acumulaban una cantidad enorme de peregrinos intentando alcanzar el final de la interminable subida. Sigue el catálogo de peregrinos de lo más diverso en estos días. Os vuelvo a poner algunas fotos tomadas entre los que más me han llamado la atención.

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Este iba con una bicicleta de los años setenta, mochila a la espalda y sólo se montaba en las cuestas abajo. El resto del tiempo arrastraba la bici en una especie de viaje absurdo a ninguna parte.

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Perro peregrino con equipaje incluido.

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Para llevar el agua lo mejor es una zapatilla.

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Verdaderamente cómodo para hacer el camino ¿No?

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Reutilizando chubasquero del viaje a Disney Paris.

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Mochila de regalo de Ron Cacique e indumentaria de calle con impermeable de muchos quilos de peso (suciedad incluida).
Los ejemplos son muchos aunque lo que abunda son grupos de turistas que dejan sus mochilas para transporte de taxi mientras ellos hacen de peregrinos por un rato entre bar y bar.
La subida desde Portomarín ya dejó muchos tirados al borde del camino a los que poco a poco íbamos adelantando. Entre niebla y amenazas de lluvia fuimos haciendo camino hasta nuestro objetivo de Palas de Reí.

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Palas es un pueblo grande pero no tiene mucho. En estos años han montado varios restaurantes y muchos albergues que acogen los cientos de peregrinos que pernoctan cada noche allí. Fuimos a comer a un restaurante que hay por encima del albergue municipal del centro del pueblo. El camarero nos dijo que no había sitio pero que una mesa ya había pedido el postre y acabaría pronto. Después de tras vasos de vino y tres cuartos de hora de espera dos mesas diferentes terminaron de comer antes de que los capullos que esperábamos terminaran de arreglar el mundo. A pesar de que para entonces unas quince personas esperaban para comer ellos seguían tranquilamente charlando sin levantarse hasta que el camarero tuvo que llamarles la atención (viva el espíritu peregrino). Mientras tanto el señor de detrás de la barra nos contó diversas aventuras con peregrinos y amenizó nuestra espera.
Siesta, paseo de tarde, compras en farmacia y cena en el mesón, dos raciones de pimientos, pulpo y buen vino, que para eso estamos en Galicia.

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En el paseo encontramos a un sevillano muy majo con el que habíamos coincidido un par de dìas antes. Sigue el camino a pesar de las ampollas y nos felicitó por poder hacer el camino en familia. La verdad es que es un privilegio el tener la oportunidad de hacer el camino así, los cuatro juntos y encima sin pelearnos demasiado (contribuye el que Mar hija se duerme siempre antes de caer sobre la almohada y no escucha las bromas de su hermana)
Hoy el camino ha sido más de lo mismo. Entre bosques de robles, algunos eucaliptos (cada vez más, por desgracia) y demás variedades que dan color al paisaje. El objetivo era llegar prontito a Mellide para almorzar pulpo en Ezequiel. Es verdad que ya no es la mejor pulpería de Galicia ni mucho menos, de hecho hoy el pulpo estaba duro y mal cortado. Pero es una tradición hacer el camino y parar allí a almorzar. Ya no están los antiguos bancos de madera ni el suelo es de tierra pero cientos de peregrinos se detienen a diario allí aunque ya no se corta el pulpo como antes.
Poco antes de Mellide está leboreiro y su preciosa iglesia.

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Esta parte de la etapa es uno de los trozos más hermosos del camino y merece la pena recorerlos tranquilo, si la fauna peregrina nos lo permite.

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En el albergue de Mellide montones de mochilas se acumulaban a la puerta del albergue, se trata de mochilas con vida propia que llegan a los lugares antes que sus dueños y hacen cola por ellos mientras los peregrinos hacen el camino sin dolor de espalda. Son los milagros del camino.

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El resto de la etapa hasta Arzúa se ha hecho muy pesado por el calor, el paso de los quilómetros y las constantes subidas y bajadas. Desde Ribadiso hasta arriba parece que no acaba nunca.

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Hemos comido en la pulpería que nos recomendó Albert (más pulpo claro, que para eso estamos en Galicia) muy bien. Luego hemos vuelto a dormir la siesta que nos ha interrumpido el follón que han montado los vecinos, se trata de los idiotas que el otro día nos tiraban el humo mientras cenábamos en Portomarín. Mar madre ha tenido que salir a poner los puntos sobre las íes y por poco si no se da cuenta y sale sin ponerse el pantalón: ella es así de impulsiva…
Yo me he bajado a escribir y he vuelto a coincidir con el grupo de los amigos del de gran hermano este que hemos visto durante todos estos días a partir de Molinaseca. También estaba el sevillano y nos hemos saludado. Esta noche toca cena en le mesón de siempre (caldo, pulpo, pimientos y albariño, que para eso estamos en Galicia).
Y ya estamos en La Coruña. Con todas sus letras y le pese al gili que le pese.
Resumen de etapas: 28 desde Portomarín: 25,1 en 5 horas 16 minutos a 4,8km/h.
Etapa 29, 28,5km en 6 horas a 4,7km/h. En Arzúa.

Parque temático camino de Santiago

Después de casi un mes haciendo el camino fuera de casa y a las puertas de Santiago me resulta muy difícil describir lo que encontramos a partir de Sarria. No es que sea algo inesperado ni en cantidad ni en calidad, es que desborda por mucho que te hayas mentalizado pensando que eso que estás viendo no es algo de lo que tú formas parte.
En estos últimos días se han ido perdiendo todos los peregrinos con los que hemos coincidido en estas últimas semanas y las incorporaciones se cuentan por cientos. Grupos de todas las edades y condiciones a pie o en bici pueblan cualquier rincón hasta hacer casi imposible el simple acto de retirarse al borde del camino para echar una meada. Desde que sales de Sarria hasta el final de la etapa el camino es una procesión de gentes de todo tipo en las que abundan botas a conjunto nuevecitas, gentes sin mochila dando un paseo con la abuela, los hijos y el perro y grupos de adolescentes con el radiocasette o el teléfono a toda pastilla con música de Lady Gaga.
Describir toda la fauna es imposible por la variedad. Sus conversaciones no tienen desperdicio. Se trata de un montón de gente que no saben dónde están ni qué significa esto de ir a Santiago, alguien les dijo que esto era una experiencia y se cogieron un bus para vivir la aventura de sus vidas, con tarjeta de crédito y un móvil con el que llamar al taxi para poder llegar al destino o para que te lleve la mochila.
Hace unos años no había casi bares en las aldeas del camino en esta zona. Hoy en cada grupo de casas hay un mesón repleto de peregrinos devorando bocadillos de embutido y platos combinados de huevos con panceta, aunque sean las nueve de la mañana.
Matrimonios cincuentones en los que ella arrastra las botas mascullando entre dientes maldiciones contra ese marido que la ha arrastrado a este suplicio de ampollas, agujetas, ronquidos nocturnos y duchas en las que mostrar zonas del cuerpo más allá de lo que desea. Recién divorciados que esperan encontrar la clave de su fracaso entre lilimentos y cuerpos aparentemente accesibles aunque completamente prohibidos incluso en sus sueños. Reencuentros entre padres e hijas después de años de alejamientos, amigos cantando cualquier cosa con la que poner de manifiesto su alegría aunque están hasta los c… de la puta mochila que les destroza la espalda.
Yo no entiendo muy bien qué hace mucha de esta gente aquí. Nosotros disfrutamos de hacer ejercicio, de poder estar un mes juntos toda la familia compartiendo un tiempo del que no disponemos el resto del año, nos gusta la gastronomía, la naturaleza, el paisaje y, sobre todo, hacemos esto porque comemos, dormimos y disfrutamos ya que los placeres del camino superan ampliamente las dificultades.
Probablemente sea la última vez que haga el camino francés, al menos en los próximos años y en verano, no me llevo un mal recuerdo porque lo vivido hasta hoy entre nosotros no tiene nada que ver con esta feria que Puebla el camino, pero es difícil poder disfrutar de un paisaje, de un olor o de una sensación entre gente que pasa por todas parte acompañadas cada dos o tres minutos por el sobresalto de un grito que desde lo lejos escuchas «¡Bicis!»
Os dejo algunas de las imágenes de la mañana para que os podáis hacer una idea, os aseguro que la realidad supera ampliamente la ficción y que es mucho peor de lo que parece.

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A destacar el pantalón de camuflaje, las botas recién estrenadas más propias de dar patadas en la boca que para hacer caminos o la enorme concha a juego con el sombrero de paja, muy útil para un día de lluvia como el de hoy.

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Siento que la foto haya salido así pero el ejemplar no tiene desperdicio: lleva una especie de gorro de algún material que no he conseguido identificar para tapar una cabeza llena de rastas. La mochila va llena de banderas que intentan demostrar que su vida es el aminony que ha recorrido todo el mundo, tipo friki de los que viven en el camino y del camino.

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Típico italiano que pegaba la hebra con cualquier chica que encontraba por el camino. A destacar el sombrero lleno de pines, los zapatos de calle con cordoneras absolutamente inadecuados y la bandera de Italia en la mano atada sobre una estaca a modo de bordón.

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Este iba con un grupo de turigrinos sin mochila que paraban en todos los bares, destaca el bulto de la izquierda que es un pedazo de cámara fotográfica como yo no había visto en mi vida. Encima iba comentando con los compañeros lautilidad de semejante utensilio para hacer el camino.

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Estas eran un grupito de cuatro amiguitas que iban comiendo moras por el camino. Llevaban una camiseta de algodón conmemorativa del viaje a juego. Una de ellas ha comentado al pasar nosotros que debían coger sólo las moras negras «porque las rojas están mucho más ásperas». Otra ha comentado que era un riesgo tomar esas frutas sin lavarlas pero la más lista se ha apresurado a indicarle que no había problema, que estaban en el campo y se lavan solas (sic). A destacar la cantimplora de la de la izquierda y los sombreritos de paja, además de las camisetas marrones ya mencionadas.

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Típico grupo de turigrinos que mandaron la mochila en taxi y van dando un paseo por el campo, paran en todos los bares, comentan la jugada con todo ejemplar similar y cuando se cansan llaman para que les recoja el coche de apoyo, sobre todo si se pone la mañana para llover.

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Típico agrupamiento peregrino en un bar del camino.

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Entre tanto turigrino resultaba chocante esta imagen de una aldeana trabajando, ésta es la Galicia de siempre.
Por lo demás la etapa de hoy es una maravilla recorriendo bosques y corredoiras en ascenso durante toda la primera parte y luego en descenso hasta Portomarín. Al llegar hemos visto que el pantano está vacío porque están reparando la presa. Aquí hay cientos de peregrinos por todas partes buscando sitio para dormir. Poco antes de llegar comenzó a llover sin parar, es la típica lluvia de verano aquí, cala y cala poco a poco hasta que acabas empapado.
Hemos comido en el mesón Rodríquez y al hablar con el camarero me ha dicho que le suena mi cara de otras veces, esto me ha dado pie a tomar un orujo de hierbas al que me ha invitado generosamente y luego me he sentado a escribir acompañado de otro par de golpes, es lo que tiene la vida peregrina.

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Resumen de la etapa: 22,7km en 4 horas y 45 minutos a 4,8km/h.