Después de casi un mes haciendo el camino fuera de casa y a las puertas de Santiago me resulta muy difícil describir lo que encontramos a partir de Sarria. No es que sea algo inesperado ni en cantidad ni en calidad, es que desborda por mucho que te hayas mentalizado pensando que eso que estás viendo no es algo de lo que tú formas parte.
En estos últimos días se han ido perdiendo todos los peregrinos con los que hemos coincidido en estas últimas semanas y las incorporaciones se cuentan por cientos. Grupos de todas las edades y condiciones a pie o en bici pueblan cualquier rincón hasta hacer casi imposible el simple acto de retirarse al borde del camino para echar una meada. Desde que sales de Sarria hasta el final de la etapa el camino es una procesión de gentes de todo tipo en las que abundan botas a conjunto nuevecitas, gentes sin mochila dando un paseo con la abuela, los hijos y el perro y grupos de adolescentes con el radiocasette o el teléfono a toda pastilla con música de Lady Gaga.
Describir toda la fauna es imposible por la variedad. Sus conversaciones no tienen desperdicio. Se trata de un montón de gente que no saben dónde están ni qué significa esto de ir a Santiago, alguien les dijo que esto era una experiencia y se cogieron un bus para vivir la aventura de sus vidas, con tarjeta de crédito y un móvil con el que llamar al taxi para poder llegar al destino o para que te lleve la mochila.
Hace unos años no había casi bares en las aldeas del camino en esta zona. Hoy en cada grupo de casas hay un mesón repleto de peregrinos devorando bocadillos de embutido y platos combinados de huevos con panceta, aunque sean las nueve de la mañana.
Matrimonios cincuentones en los que ella arrastra las botas mascullando entre dientes maldiciones contra ese marido que la ha arrastrado a este suplicio de ampollas, agujetas, ronquidos nocturnos y duchas en las que mostrar zonas del cuerpo más allá de lo que desea. Recién divorciados que esperan encontrar la clave de su fracaso entre lilimentos y cuerpos aparentemente accesibles aunque completamente prohibidos incluso en sus sueños. Reencuentros entre padres e hijas después de años de alejamientos, amigos cantando cualquier cosa con la que poner de manifiesto su alegría aunque están hasta los c… de la puta mochila que les destroza la espalda.
Yo no entiendo muy bien qué hace mucha de esta gente aquí. Nosotros disfrutamos de hacer ejercicio, de poder estar un mes juntos toda la familia compartiendo un tiempo del que no disponemos el resto del año, nos gusta la gastronomía, la naturaleza, el paisaje y, sobre todo, hacemos esto porque comemos, dormimos y disfrutamos ya que los placeres del camino superan ampliamente las dificultades.
Probablemente sea la última vez que haga el camino francés, al menos en los próximos años y en verano, no me llevo un mal recuerdo porque lo vivido hasta hoy entre nosotros no tiene nada que ver con esta feria que Puebla el camino, pero es difícil poder disfrutar de un paisaje, de un olor o de una sensación entre gente que pasa por todas parte acompañadas cada dos o tres minutos por el sobresalto de un grito que desde lo lejos escuchas «¡Bicis!»
Os dejo algunas de las imágenes de la mañana para que os podáis hacer una idea, os aseguro que la realidad supera ampliamente la ficción y que es mucho peor de lo que parece.
A destacar el pantalón de camuflaje, las botas recién estrenadas más propias de dar patadas en la boca que para hacer caminos o la enorme concha a juego con el sombrero de paja, muy útil para un día de lluvia como el de hoy.
Siento que la foto haya salido así pero el ejemplar no tiene desperdicio: lleva una especie de gorro de algún material que no he conseguido identificar para tapar una cabeza llena de rastas. La mochila va llena de banderas que intentan demostrar que su vida es el aminony que ha recorrido todo el mundo, tipo friki de los que viven en el camino y del camino.
Típico italiano que pegaba la hebra con cualquier chica que encontraba por el camino. A destacar el sombrero lleno de pines, los zapatos de calle con cordoneras absolutamente inadecuados y la bandera de Italia en la mano atada sobre una estaca a modo de bordón.
Este iba con un grupo de turigrinos sin mochila que paraban en todos los bares, destaca el bulto de la izquierda que es un pedazo de cámara fotográfica como yo no había visto en mi vida. Encima iba comentando con los compañeros lautilidad de semejante utensilio para hacer el camino.
Estas eran un grupito de cuatro amiguitas que iban comiendo moras por el camino. Llevaban una camiseta de algodón conmemorativa del viaje a juego. Una de ellas ha comentado al pasar nosotros que debían coger sólo las moras negras «porque las rojas están mucho más ásperas». Otra ha comentado que era un riesgo tomar esas frutas sin lavarlas pero la más lista se ha apresurado a indicarle que no había problema, que estaban en el campo y se lavan solas (sic). A destacar la cantimplora de la de la izquierda y los sombreritos de paja, además de las camisetas marrones ya mencionadas.
Típico grupo de turigrinos que mandaron la mochila en taxi y van dando un paseo por el campo, paran en todos los bares, comentan la jugada con todo ejemplar similar y cuando se cansan llaman para que les recoja el coche de apoyo, sobre todo si se pone la mañana para llover.
Típico agrupamiento peregrino en un bar del camino.
Entre tanto turigrino resultaba chocante esta imagen de una aldeana trabajando, ésta es la Galicia de siempre.
Por lo demás la etapa de hoy es una maravilla recorriendo bosques y corredoiras en ascenso durante toda la primera parte y luego en descenso hasta Portomarín. Al llegar hemos visto que el pantano está vacío porque están reparando la presa. Aquí hay cientos de peregrinos por todas partes buscando sitio para dormir. Poco antes de llegar comenzó a llover sin parar, es la típica lluvia de verano aquí, cala y cala poco a poco hasta que acabas empapado.
Hemos comido en el mesón Rodríquez y al hablar con el camarero me ha dicho que le suena mi cara de otras veces, esto me ha dado pie a tomar un orujo de hierbas al que me ha invitado generosamente y luego me he sentado a escribir acompañado de otro par de golpes, es lo que tiene la vida peregrina.
Resumen de la etapa: 22,7km en 4 horas y 45 minutos a 4,8km/h.
Si vale, lo tienes muy claro, pero,¿ por qué no cuelgas una foto tuya y nos muestras tu mochila hecha con cortezas de arboles y tu ropa y calzado de pieles y esparto?, ¿Y otra foto tuya devorando raíces y sapos, al estilo del último superviviente?. No puedes, por qué tú, como el resto, comes en un mesón o en una venta y llevas ropita del Decathlon o de la tienda que sea, y llevas un móvil con cámara o una cámara( eso sí, más discreta que la que describes) y WhatsAppeas con tus amigos en tus momentos de aburrimiento o de quietud.
Me temo que, los primitivos peregrinos, se mataban a caminar porque no podían ir a Santiago de otro modo. Que eran personas pobres y creyentes que deseaban rezar y, de paso, que su vida mejorase. Creo que la «modernidad» ha fabricado alrededor del Camino, un halo y una mística de los que tú, juanlaplata, aunque te pese, formas parte. Tu, también eres miembro de ese circo del que te quejas, así que sé más humilde, más humano y más tolerante.
Veo que no te ha gustado el tono y el modo en que describí esta situación hace ya algunos años: respeto tu opinión aunque creo que no has captado bien el sentido de lo que escribí. Yo no censuro el modo en que cada uno hace el camino y no creo que vivir la experiencia en modo «supervivencia» sea el ideal de camino. Cada persona vive el camino de una forma diferente y todas son respetables. Lo que intentaba explicar en esa entrada de mi blog es que hay gente que hace el camino sólo porque han oído hablar de la experiencia pero no saben muy bien lo que significa. Hay gente que no respeta el silencio, ni el medio natural. Cuando yo hice el camino por primera vez la experiencia era muy diferente porque no había tantas infraestructuras y todo era un poco más difícil, pero lo que de verdad enganchaba no era eso sino el que la gente que íbamos caminando buscábamos charlar con las gentes que salían a nuestro paso, que disfrutábamos contemplando la naturaleza, que gozábamos entrando a las iglesias a respirar un ambiente de soledad y sosiego. Eso es lo que echo de menos en el camino de ahora. He vuelto a hacer el camino este verano y he podido comprobar que en muchos aspectos se ha convertido en un simple negocio por el que transitan todo tipo de personas. Yo entiendo el camino de otra manera y creo que viajar a pie siempre es algo que te aporta calidad cuando se hace sin prisa, con las comodidades básicas y sin necesidad de llevar una piel de lobo como protección. Que cada uno haga el camino como quiera. Yo lo seguiré haciendo desde la soledad, desde la tranquilidad y la paz y en mi concepción de caminar no está el llevar un enorme altavoz poniendo música a toda pastilla y molestando a todo el que quiere caminar tranquilo.