27ª Fonsagrada-Cádavo


Después de un breve retraso fruto de mis ocupaciones peregrinas organizativas vuelvo al relato diario de mi camino. Es cierto que en estos día tampoco han pasado muchas cosas y el camino desde que entramos en Galicia es una repetición de paisajes con caminos entre bosques que llegan a pequeñas aldeas sin ningún servicio y casi deshabitadas, en un constante sube y baja que no ofrece grandes dificultades pero que, por acumulación, acaba cargando las piernas.
Salí por la mañana con la etapa torcida: ya el inicio fue dar un par de vueltas al pueblo buscando un bar que decían que había abierto por la carretera pero que no apareció. Yo me había levantado de muy mal humor después de haber perdido mi frontal ya que eso me había hecho preparar la mochila a oscuras casi.
Comencé la bajada de Fonsagrada hacia Padrón cuando aún apenas comenzaban a iluminar las primeras luces y poco después de pasar el albergue me encontré a las dos parejas de lorquinos a los que no había vuelto a ver desde la noche de fiesta en Grandas. Al pasarles el chaval me reconoció y me dijo que si era mío un frontal que había encontrado al lado de mi cama la noche anterior y que me lo había traído. Contento y agradecido recuperé mi frontal y eso comenzó a animar el día.
El camino transcurre casi toda la jornada por sendas y caminos paralelos a la carretera que une Fonsagrada con Lugo con algún que otro duro repecho cortito pero intenso. Poco a poco fui pasando a distintos peregrinos, las chicas que van con la canaria, la otra pareja de lorquinos y alguno más hasta llegar al mesón de Paradavella, lugar especial del camino que supone la primera opción de un desayuno. Lo rige un argentino a quién las prisas no le van nada y que suele llamar la atención a quién viene a meterle ritmo. Él atiende uno y no comienza con el siguiente hasta que no ha terminado con el primero. Yo tuve suerte al ser el primero en llegar y allí se fueron acumulando todos poco a poco: las tres chicas que van juntas, las dos parejas de Lorca, la pareja de chicos de Barcelona y alguno más. Los dejé allí tres dar cuenta de una tostada con tomate (el tomate te lo da entero para que tú hagas lo que puedas) del tamaño de barra de pan.
El resto del camino más de lo mismo con una fuerte subida en la parte final y una última zona junto a una pinada que me hace recordar la llegada al pueblo hace unos años con las niñas, cuando una tormenta enorme se desató cuando íbamos por allí para calarnos hasta los huesos y hacernos pasar verdadero miedo por los rayos que parecía que nos iban a caer en cualquier momento.
Llegué al albergue sobre las 12:15 y estuve esperando a que abrieran a las 13:00 mientras iban llegando todos.
Fuimos a comer al restaurante Moneda, que está en la parte de abajo del pueblo y nos pusimos las botas con un menú estupendo a 9,50. Luego nos quedamos charlando Carlos y yo de sobremesa (Carlos es el del matrimonio de catalanes) porque el francés y la mujer de Carlos se habían marchado al albergue cansados tras la intensa comida y abatidos por el abundante riego etílico.
Durante la comida fuimos perfilando la posibilidad de adelantar la llegada a Santiago para el Sábado porque Lourdes y Carlos se marchan el domingo y Alain (el francés) el lunes. Nos ha propuesto quedarnos todos en un apartamento que el conoce en Santiago que está muy céntrico y que sale a 15 euros por persona.
El resto de la tarde la pasamos hablando sobre cómo organizar etapas y llamando por tf para reservar lo de Santiago. Al final ellos se fueron al albergue a tomar algo de fruta y yo me fui al restaurante del mediodía a cenar algo ligerito.
Cuando llegué ya estaban todos acostados y casi durmiendo porque se me hizo algo tarde. Lourdes tenía un par de pelotas de tenis que habían comprado en el chino para hacer ejercicios de manos pero se habían roto a los 5 min.
Resumen de la etapa: 25,7 km en 5h 41 min con un desnivel de 469 y una velocidad media de 5,64. Enlace en Wikiloc.

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Santiago entre la tragedia


He tardado mucho en escribir esta última entrada sobre la llegada a Santiago porque nuestro final de camino coincidió con la tragedia del tren allí. Esa misma noche en Padrón comenzamos a escuchar noticias tremendas sobre lo que estaba ocurriendo a pocos quilómetros de donde nos encontrábamos y por donde pasaríamos al día siguiente.

La etapa estuvo a la altura de la tragedia: no paró de llover y hacer mal tiempo. Sin contratiempos y muy entristecidos por lo que íbamos conociendo llegamos a Santiago según lo previsto.

Lo demás fue hacer un recorrido como siempre. Nada especialmente resaltable para añadir.

 

Os dejo enlace al recorrido final ver en runtastic

 

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Santiago menos una, bajo la lluvia


Estamos en Padrón la víspera de Santiago y a una etapa de llegar a nuestra meta, hemos podido comer unos estupendos pimientos de Herbón-Padrón (que así es la denominación nueva según creo) y al final ha decidido acompañarnos la lluvia para recordarnos dónde estamos.
La tarde ayer terminó de una forma tranquila y relajada. Un paseo por el pueblo nos permitió cambiar nuestros compañeros habituales peregrinos por el otro tipo de visitantes que campan por las calles de Caldas: los jubiletas de balneario. Tropeles de orondos maduritos y maduritas poblaban las terrazas contando sus experiencias en el agua, sus compras de mercadillo y demás experiencias culturales. Varias conversaciones sobre el colesterol, la tensión, el sintrón y la dieta para adelgazar de la alcachofa (creo que nadie nombró la del cucurucho, pero no estoy seguro) poblaron nuestra tarde mientras yo escribía y Mar terminaba de leer su cuarto o quinto libro del camino (ha rentabilizado bien el traerse el iPad para sus ratos de ocio mientras yo dedico mi tiempo a jugar al jueguecito de las golosinas y demás).
La cena repitió lugar y menú en nuevo alarde de buen precio y excelente calidad y luego un paseo nocturno junto al río nos llevó hasta la cama.
La etapa de hoy ha sido más de lo mismo: bonito paisaje entre aldeas poco pobladas, multitud de peregrinos por todas partes, tiempo fresquito y camino fácil. Hemos coincidido con un grupo de chicos jóvenes que empezaron en Tui y que van un poco verdes en esto del camino y luego hemos encontrado a Felipe, un peregrino francés que es profesor de español y que vinos por primera vez en el desayuno de Sao Roque y desde entonces hemos visto varias veces.
Nos alojamos también este año en la Pensión Jardín. Muy bien en relación calidad-precio y atendida por gente muy amable.
Hoy he decidido resarcirme del desastre del año pasado y hemos buscado un mesón en el que tomar una ración de pimientos en condiciones (al final nos hemos quedado a comer y ha caído otra).
Corta visita a una decepcionante casa de Rosalía de Castro y poco más porque casi todo está cerrado, hasta el jardín botánico, y además se ha puesto a llover. No parece que la cosa vaya a complicarse pero parece que peligra la carrera de burros que está programada en el pueblo para las fiestas de Santiaguiño. La tarde discurre tranquila y sólo nos queda confirmar si la lluvia irá a más, si veré el partido del Barça, si la cena en una pulpería que hemos visto será todo lo estupenda que esperamos y si coincidiremos con los italianos Antonio y Luisa para despedirnos. Ya os contaré mañana o después, que el día en Santiago puede ser intenso y demorar mi relato unas horas.

Las mochilas que caminan solas


Leer etapa del año pasaado

Una de las ideas que más claras me está quedando en este camino, aparte de la transformación de Mar hacia terrenos peregrinos, es que este camino corre serio riesgo de convertirse en un segundo parque temático al más puro estilo del francés. Tiene dos ventajas que le hacen acercarse peligrosamente al modelo de desarrollo de su hermano mayor: la belleza de su recorrido y la facilidad de la orografía.
En estos últimos días venimos observando cómo los errores en la gestión que llevaron a una masificación absurda se repiten en demasiados lugares a partir de Tui. Lejos quedan la hospitalidad de los portugueses, la tranquilidad de sus caminos y lo ajustado de sus precios en una relación de calidad más que aceptable.
Es verdad que existe mucho listillo que intenta aprovechar el tirón peregrino pero no es menos cierto que los propios caminantes suelen ponerlo fácil buscando una aventura de selva amazónica limitada por el saldo de la visa. El resultado es una variada serpiente multicolor de razas, lenguas costumbres que viven el espíritu peregrino detrás de una tortilla de patatas precocinada y un vino de brick servido en taza cutre de riverio, eso sí a precio de marisco de ría.
Un ejemplo de las guerras entre bares lo hemos vivido hoy en el camino en San Amaro: lo típico de uno que monta un cutre bar y se forra un tiempo porque está colocado justo el único en 10 quilómetros sin nada y con una buena cuesta para abrir apetitos y de pronto otro más listo que le monta la competencia cinco casas más arriba y se lleva a todos los peregrinos porque está antes. Ejemplos de esto los hemos visto en el francés desde hace más de 20 años. Recuerdo uno de los más célebres entre dos bares el Cowboy en El Ganso.
Una chica nos espera justo delante del primer bar para decirnos que el segundo es mejor y más barato. Mi primera intención ha sido pasar de largo de los dos pero ha prevalecido la necesidad de sellar a mitad de etapa y hemos tomado café en el segundo.
El camino está lleno de peregrinos y la etapa de hoy es quizás la más sencilla de las hechas hasta ahora. No tiene casi desnivel y es muy cómoda de terreno, salvo por algún que otro tramo por la general muy peligroso y los desvíos por obras de la línea de tren que imagino que estarán acondicionando para el AVE.
A buena hora hemos llegado a Caldas y allí hemos vuelto a comprobar lo de las guerras del camino. Nosotros teníamos claro que nos íbamos a quedar en el hotel del año pasado O Cruceiro y hemos ido directos. Nos llamaba la atención la guerra de pegatinas entre un albergue llamado O Cruceiro que es del mismo hotel y otro que decía ser un albergue oficial del camino. El caso es que en Caldas no hay albergue público de peregrinos desde hace años y sorprendía ver cómo algunos de los carteles estaban arrancados en clara señal de guerra.
Al llegar al hotel nos lo han contado todo, tras saludar a esta estupenda gente y recordar nuestra visita del año pasado. El Cruceiro es un hotel estupendo, trato genial, amable y muy profesional. Ofrece unos precios estupendos para el peregrino y para cualquier otro que venga aquí y además ha montado un albergue. Se trata de una parte del hotel que han habilitado con los servicios fundamentales para el peregrino a un precio de 12 euros muy bien invertidos. Son las habitaciones del mismo hotel con su baño incluido con 2, 4 y 6 plazas. Todo está muy limpio y cuidado y además con wifi, salón, cocina básica y demás.
El otro albergue es un antro infecto, La posada de doña Urraca, pinta deprimente y no hay más que leer los comentarios en la guía Eroski Consumer. Parece que los segundos intentan llevar peregrinos a toda costa allí y han plagado todo el pueblo de pegatinas diciendo que es un albergue oficial. Que cada uno decida lo que quiera pero nosotros nos quedamos en O Cruceiro donde además la cocina del restaurante es excelente y tienen un menú de 9 euros digno de restaurante de primera y en el que te dejan servirte todo el caldo gallego que quieras y no son rácanos con el vino de mesa del menú, que además está bastante bueno.
Como conclusión decir que este es el camino, un lugar en el que algunos disfrutamos del paisaje, de la cultura, del aire libre, de caminar o de una conversación entre nosotros o con cualquiera que se molesta en saludarte. Este es el lugar en el que otros se machacan los pies con botas imposibles, duermen en antros de dudosa condición higiénica o se obsesionan buscando un transporte para la mochila (algunos llevan maletas de más de 30 quilos que parecen tener vida propia porque aparecen en cada albergue día a día esperando a sus dueños).
Por cierto, ayer disfrutamos de una cena estupenda en compañía de mi compa de Insti Inma y su marido, que están pasando unos días en Combarros. Me mandó un mensaje y quedamos para cenar en Pontevedra. Una agradable velada lejos de de nuestros queridos niños del PCPI y demás.
A Mar esto de ir caminando sin ampollas, sin molestias y con buena forma física, además de comer todo lo que pilla (incluidas mis patatas fritas) y beber a mi ritmo… le está sentando muy bien. Ya incluso me pide subir el ritmo cuando pillamos cola de peregrinos hasta haber superado la media de 5,5 en la etapa de hoy. Y eso que con este programa las medias son más bajas que las mediciones de otros años por lo que sí los comparamos aún será mayor. Sólo le tengo que decirle que se adelante un par de veces al día (creo que se queda atrás para verme ese culete que se me está quedando de tanto andar) e incluso se saca las piedras de las sandalias en marcha. Ya sólo le falta evacuar sin pararse y será como Joseba, eso y lo de dormir con mochila, que por las mañanas le cuesta ponerse en marcha. Tanto es así que hoy incluso le he lavado la ropa mientras ella se duchaba compensando que el otro día ella hizo lo mismo por mí, sin que sirva de precedente, que no se acostumbre.

Ver resumen de la etapa

Mezclando ideas y caminos


Durante estos últimos días he andado muy liado con esto de adaptarme a este nuevo país por el que transitamos. Son muchos cambios desde que mi compañera de fatigas cada vez se parece más a Joseba. Ahora que así nos habíamos hecho a las sopas con verduras, al bacalao tamaño familiar y a los peregrinos en dosis moderadas llega Tui y nos devuelve a la pura y dura realidad del camino.
Antes de nada quiero hacer un alegato general sobre el mundo peregrino. Quiero dejar claro mi máximo respeto a cualquier forma de hacer el camino a pesar de mis comentarios. Quiero dejar claro que respeto profundamente a cada uno en su forma y en sus modos. Me parece igual de bien el que viene con lo puesto a vivir de la hospitalidad peregrina como el que viaja con maletas sansonite de hotel en hotel sin mochila a la espalda. Creo que todos tenemos derecho a caminar como nos da la gana y yo mismo hace tiempo que me declaré caminante más que peregrino. Lo que censuro en el camino es la falta de coherencia, no entiendo a los que van de puros y esconden los coches de apoyo, no entiendo a esos españoles que pasan a Portugal y desprecian el país como tercermundista (tendrían que darse una vuelta por su barrio). Yo creo que si vienes al camino a sufrir te vale cualquier cosa y las ampollas son como medallas que enseñar a las generaciones futuras junto a la Compostela que te diga «yo hice el Camino de Santiago», aunque sea los 100 quilómetros mínimos con coche de apoyo, llevando las mochilas en transporte. No entiendo el que esconde el coche para pillar sitio en el albergue público sin importarle que después llegará gente mayor, cansada y sin posibilidades. No entiendo el que busca albergue para ahorrarse unos euros en el hospedaje pero luego se gasta un pastón en vino y cervezas. No entiendo al que sale a las cuatro de la mañana corriendo para buscar sitio en el albergue siguiente aunque luego ni vea los paisajes ni los lugares por los que pasa. No entiendo al peregrino que no se para a charlar, a disfrutar, a pensar…
Dicho esto comienzo por manifestar que estoy hasta el gorro de frikigrinos, de turigrinos, de bicigrinos y de peregrinos puros en el camino. Desde qué llegamos a Tui esto es como un parque temático en el que las atracciones son la montaña rusa de la cuesta y la bajada puñetera entre piedras, la cola de espera el al albergue, la fila India en el camino con mil paradas con los pies cada vez más masacrados por las ampollas. Alucinas viendo a esos caminantes con botas de cuero enormes y mochilas de más de 15 quilos arrastrando sus pies por esos caminos de Galicia. Alguien debería explicarles que al camino se viene a disfrutar, a andar, a pensar y a hablar. Alguien debería contarles que los albergues son lugares de acogida en los que se ofrece un servicio y el peregrino agradece, no exige.
Estos días he visto gente hacer el camino con perros y dan ganas de decir que un perro sufre mucho en el camino. He visto una pareja con un niño de unos dos años haciendo el camino y alguien debería decirles que es una inconsciencia. En fin, ves gente de todo y te callas y saludas con cortesía, son las cosas del camino.
Nuestro camino ha transcurrido entre todas estas cosas y gentes sin grandes novedades, vamos físicamente muy bien y el tiempo nos acompaña. Galicia es un regalo para nuestros estómagos aunque un castigo para los bolsillos.
La etapas son duras por el constante sube y baja del terreno aunque no muy largas, salvo la de Tui a Redondela. El paisaje es una maravilla salvo excepciones.
Al salir de Sao Roque el camino va paralelo a la carretera casi todo el tiempo por el trazado de la antigua calzada romana XIX. Evita casi siempre la carretera aunque la llegada a Valença do Minho se hace un poco pesada. La inmersión en Valença es un anticipo a lo que nos viene encima: miles de turistas regateando toallas de origen más chino que portugués casi todos españoles. Es una preciosa ciudad a la que si le quitaras los turistas quedaría de lujo.
Nuestra pesadilla comenzó en Tui al buscar alojamiento. Tras varios sustos de más de 65 euros por habitación nuestros pasos nos llevaron al hostal Scala en el centro. 30 euros la habitación sirven para pagar un antro difícil de describir más allá de el tópico de casa de los horrores. Pese a todo hay que reconocer que el sitio está bastante limpio a pesar de las apariencias y da para ducharse sin crocs y cagar sentado (salvo mi esposa, que para eso es muy suya).
La comida en el mesón junto al albergue privado que están al inicio de la calle que baja a la playa no fue todo lo bueno que esperábamos. Mi recuerdo era de una velada estupenda con Joseba pero acabó siendo una comida entre sudores, pimientos de chinchón (porque de padrón no eran) y poca amabilidad de la camarera, que debe ser que le gustó más Joseba que Mar.
La cena sí fue un acierto en O Vello Cabalo Furado, lugar trasnochado pero con una cocina tradicional al mejor estilo gallego, con el permiso de las peleas entre las cocineras. Allí de gustamos nuestro primer pulpo a feira y demás lindezas gallegas.
La noche en Tui fue una odisea porque era domingo y la fiesta se prolongó toda la noche. A la mañana siguiente aún quedaban grupos de jóvenes riendo sin sentido, meando por las esquinas con la complacencia de todos y enseñando la «churra» sin pudor.
Una familia vecina llegó a las 3 y media de la madrugada con niños y todo y nos despertó de nuestros plácidos sueños peregrinos aunque la venganza se sirvió a las 6:30 con nuestro despertar peregrino.
El contrapunto justo lo ha puesto el día siguiente la ciudad de Redondela. 33 quilómetros por duro terreno entre peregrinos y fresquito auguraban problemas de alojamiento ya que ni en la guía ni en Google dice nada sobre hoteles aquí. La salida de Tui es una maravilla y la etapa transcurre entre preciosas aldeas gallegas llenas de encanto con subidas y bajadas entre bosques en los que sigue habiendo demasiado eucalipto. Si te paras un momento puedes oír a los ruiseñores, ver los petirrojos y los picapinos. Si no pasan peregrinos por las inmediaciones puedes incluso disfrutar de los sonidos del bosque e incluso los lugareños te saludan.
Pero Santiago es caprichoso y ha decidido compensar las fatigas del Scala con un verdadero lujo peregrino. Cuando más agobiados estábamos comprobando las carencias de alojamiento nos ha surgido en el camino el verdadero paraíso: Apartamentos Alvear. Un verdadero lujo para los peregrinos con cocina, lavadora, frigorífico y demás lujos a un precio de 55 euros para dos. Verdaderamente aconsejable por la calidad, por lo bonito del lugar, por los detalles y por el amable trato.
Para completar el día hemos,derivado nuestros pasos hacia el mesón de Mucha para degustar todo tipo de especialidades gallegas incluido el gin tonic con cerezas y con la tónica servida con embudo para evitar que rompa la burbuja (merece la pena probarlo).
Por la tarde hemos coincidido una vez más con Antonio y Luisa. Son los peregrinos italianos con los que llevamos coincidiendo todo el camino desde que los vimos en la primera etapa en el Residencial de Alverca do Ribatejo. Se trata de una pareja de napolitanos que viven en Torino y que desbordan buen humor, alegría y verdadero espíritu peregrino. Antonio habla todo el rato y Luisa canta canciones napolitanas llena de buen humor y alegría. Dice Antonio que ella hace una pasta estupenda al mejor estilo de Torre del Greco y muchos han sido ya los peregrinos que han podido disfrutar de su cocina. Es cierto que los primeros días no habíamos coincidido pero ahora todos los días nos vemos y compartimos un ratito de alegrías y experiencias peregrinas.
La etapa de hoy nos ha traído hasta Pontevedra. Cuestas duras y bajadas pronunciadas que hacen que la etapa sea dura a pesar de lo corta. La subida primera junto a la ría de Vigo es espectacular. Los paisajes que van dejando a un lado la Cesantes son de lo más bello del camino. Lástima que la llegada a Pontevedra peque de demasiado asfalto.
Estamos en el hotel Boavila, céntrico a buen precio y atendido por gente amable.
Hemos ido a comer al restaurante del año pasado, las 5 calles pero ha sido un fracaso. Los productos bien pero elaboración floja. Para colmo hemos asistido al espectáculo que han montado una pareja en la mesa de al lado, unos señores de unos 60 años que han montado un verdadero número porque no les ha gustado nada. Es cierto que la calidad es regular pero ellos se han cebado y al final la dueña les ha rebajado el precio de los chipriotes porque iban bañados en aceite en lugar de fritos.
Para variar Mar se ha perjudicado seriamente hasta el punto de pasarse media tarde buscando un pastel de chocolate para hacer no sé qué historia que he preferido ignorar. Al menos no se ha manchado y hemos conseguido llegar al hotel sin pastel para que ella lograra que la habitación dejara de moverse en círculos.
Tras la resaca nos hemos ido a pasear y nos ha contactado Inma, mi compi del Insti. Hemos quedado para cenar porque están alojados en Combarros, seguro que la velada será aprovechada.

A mi mujer me la han cambiado y yo sin conexión


Agotando Portugal el camino es cada vez más Galicia en paisaje, costumbres y personas. También el cambio lo hemos notado en cuanto a peregrinos desde la salida de Oporto. La cantidad y la calidad de nuestros compañeros de paseo nos hace recordar cada vez más que nos acercamos a nuestra meta de Santiago.
Y también parece que se despiden de nosotros las conexiones compradas en Lisboa para teléfono e iPad: ayer fue la tarifa plana del iPad la que acabó su vida y me dejó unas horas sin poder recuperar terreno a mi hermana en esto,del Candy crush (hasta que encontré una wifi abierta en el pueblo). Hoy ha muerto el saldo del teléfono y creo que no le deben quedar mucho a las dos megas de internet del galaxy. Esta situación ha provocado que en estos dos días no pueda publicar y por eso escribo las entradas y las publicaré cuando entremos en España y recupere mis tarifas normales.
Es cierto que el camino ha ido cambiando en estos días de forma significativa pero el mayor motivo de preocupación para mí está siendo la transformación progresiva pero irreversible de mi compañera de viaje. Al principio fueron pequeños detalles casi imperceptibles, como el que se permita hablar del camino del año próximo sin decir aquello de «yo no puedo hablar del camino siguiente cuando estoy haciendo este» o su organización en las tareas peregrinas (es para verla montar la mochila metódicamente, repasar las cosas del cuarto antes de salir, realizar las tareas fisiógicas al mejor estilo Joseba y depositar las llaves en el lugar adecuado).
La siguiente cosa que me hizo comenzar a darme cuenta del cambio ha sido su indiferencia ante la ausencia de desayuno al salir. En otros caminos esa cuestión era algo prioritario, la tarde anterior la pasaba pensado en ir al súper a comprar galletas o los malditos,batidos de chocolate porque ella decía que con el estómago vacío le podía pasar algo malo en el camino. Pero en este camino sólo lo hizo en los primeros días, poco a poco se le escuchaba decir cosas como «pues tampoco es tan importante eso de salir desayunado» y llegó un día a decir: «la verdad es que no apetece tomar nada a primera hora, es preferible esperar unos quilómetros a tomar algo porque entonces tienes más ganas».
La prueba definitiva fue el día que no encontramos nada en el lugar previsto para el desayuno, a unos 10 quilómetros de la salida y sabíamos que no había nada en otros diez más. Ella, con toda la naturalidad del mundo y sin preocupación alguna me soltó, casi a bocajarro un «vaya, tendremos que hacer otras dos horas de camino para tomar algo, igual estamos tan cerca del final que no nos apetece para entonces». Claro, para aquellos que no conocéis a Mar quizás no os sorprenda tanto pero para los cercanos el hecho de que no se dejara arrastrar por el desánimo, por los peores pensamientos y el que no pasara el resto de la etapa sufriendo desmayos mentales a cada diez pasos por no haber tomado nada, os parecerá que hablo de otra persona.
También en el tema de la comida se ha producido un cambio espectacular. Ella, la que vigilaba todo alimento, miraba todas las fechas de caducidad, la que supervisaba los niveles de higiene en cada rincón. Aquella que pedía agua para evitar el consumo de alcohol y buscaba las verduras cocidas para equilibrar la dieta. Sí, Isa, esa que detesta las sopas hasta el punto que sólo tú y yo conocemos… Pide sopa de verduras en comida y en la cena, se toma las cervezas al ritmo de un peregrino sediento, bebe vino en las comidas hasta llegar al nivel de «alegría» de marcharse la camiseta. Se termina los platos enteros con todo el arroz cocido y demás acompañamiento e incluso algunas veces sigue con el mío. Desde qué ha descubierto que, a pesar de comer de todo, los pantalones cada vez le están más grandes ha llegado incluso a robarme las patatas fritas de mi plato. Y ayer me hizo algo que nunca había visto. Llegamos a un bar después de 20 quilómetros de camino y mientras yo fui a pedir algo de beber ella entró en la tienda de al lado y salió, triunfante con tres bollos de pan y varias lonchas de jamón de York. Le pregunté cómo llevaba tres bollos porque yo no pensaba comer más de uno pero ella no dijo nada. Puesta de medio lado, evitando mi mirada comenzó a devorar el primero y antes de que me diera cuenta se había zampado también el segundo, sin preguntarme ni nada, sin un mínimo de cortesía peregrina, sin compartir como buena pareja. En lugar de decirme, como siempre, «cómetelo tú mejor» lo devoró con avaricia, con alevosía y premeditación. Cuando le reprendí en su actitud puso mirada asesina dejando claro que ese era su territorio y aquel su bocadillo.
Yo ya le he dicho que tenga cuidado porque cada vez se parece más a Joseba, hoy incluso me ha animado a adelantar a unos peregrinos que iban subiendo una de las cuestas más duras al mejor estilo de las tachuelas de mi amigo de Bilbao.
Entre tales pensamientos transcurridos casi dejamos de lado la anécdota que ocurría en la mesa de al lado de la de Mar y sus bocatas. 5 peregrinos, 5. De origen desconocido pero que llevaban un niño con ellos de unos 3 años, con unas mochilas de unos 20 kilos cada uno además de una silla mochila para llevar al niño cuando se cansaba, botas de cuero tipo Pirineos, camisetas de algodón de las de publicidad barata y de primer día de camino se instalaron a almorzar. Una de ellas llevaba una cámara de unos dos quilos de peso con la que no paraba de hacer fotos a todo, paisajes, compañeros, mochilas o frutos podridos caídos en el suelo. Yo siempre había sentido curiosidad por saber qué pueden llevar en la mochila esos peregrinos que llevan semejantes monstruos en sus espaldas. Para nosotros un par de mudas y algo de aseo y botiquín no pasa de los 6 ó 7 quilos pero ayer lo descubrí. Nada más sentarse todos y hacer un corro como conjurando los malos espíritus uno de ellos sacó un cubierto metálico completo de la mochila (pero de los de camping de verdad, enorme), varios trapos de cocina y una toalla de baño de las de casa (con rayas longitudinales multicolor difuminadas por el paso de los cuerpos y los tiempos). A continuación se saca media sandía cual mago de feria y PLATO DE LOZA. Sí, como digo. No uno pequeñito, no. Un plato llamo de los de la vajilla de casa, de loza gorda y de un color lila intenso. Alucinados nosotros contemplamos cómo repartían las tajadas y las comían hasta la parte verde. Por supuesto ocuparon dos mesas del bar, lo ensuciaron todo pero no consumieron ni un botellín de agua, cosas peregrinas.
Por lo que respecta a las etapas nada diferente a lo visto el año pasado. Camino muy bonito casi sin asfalto y cada vez más verde. Hasta Ponte de Lima un largo paseo entre aldeas pequeñas sin servicios y casas salpicadas por todas partes entre lo más pobre unas y espectaculares otras. Cada vez el terreno es más sube y baja y la temperatura acompaña, sobre todo en la primera parte de la etapa, luego el calor va subiendo sin llegar a molestar demasiado. Mar ha recuperado sus pies muy bien y sólo tiene las molestias de las plantas.
Al llegar a Ponte de Lima en el mismo restaurante nos ofrecieron habitación por 30 euros con baño propio, aunque fuera. Es una casa antigua pero está arreglada y muy limpia. Hemos comido con el peregrino José que estaba degustando un plato típico de la zona consistente en una arroz mezclado con sangre (eso creo) y todo tipo de partes del cerdo. Nos ha contado algo de sus andanzas por estos días y luego nos hemos visto por la tarde tomando un vino en la plaza.
La tarde tranquila y la cena romántica, todo lo que se puede con mi nueva compañera estilo Joseba.
Esta mañana a las 6:30 en alza para ir a desayunar a las 7 y después hacer la etapa más bonita y más dura del camino. 18 quilómetros subiendo lo más parecido que hemos tenido a un puerto de montaña con un desnivel de casi 400 metros. Luego llegada al «Reposo del peregrino» que está reformado y tiene habitaciones de matrimonio nuevas y estupendas por 30 euros y desayuno y lavado de ropa a máquina incluido.
Ahora en el bar del año pasado (ver resumen porque la situación es la misma) y cena con transporte en coche.
Ahhh! se me olvidaba que al salir del restaurante de comer unos marroquíes nos querían vender un ventilador. Ha resultado que viven en Valencia pero han vivido en Huercal-Overa. Al final Mar las ha comprado un reloj y hemos estado charlando con ellos sobre Marruecos, el Ramadán, sus familias y la visita a la Meca. «Historias peregrinas»
Y mientras escribía esto hemos contemplado el deporte popular de la aldea: mirarle las tetas a la camarera del bar. Cuatro paisanos al más puro estilo paisano casi perdían los ojos tras el generoso escote de la que sólo estaba protegida por la barrera de la barra y la máquina del café. No es que la muchacha se esconda mucho y el punto culminante era pedir otro vaso de vino, que los tiene justo debajo de la barra, lo que permite una perspectiva mucho más profunda. Ni que decir que han pagado varias rondas cada uno y han salido dando tumbos en sus coches habituados a las tajadas después de la visita dado el estado de sus parachoques.

Repitiendo el pasado, pero sin zumbados


Hoy el día ha sido una repetición de lo que hicimos el año pasado Joseba y yo, salvo porque estoy escribiendo en la misma terraza pero sin zumbados alrededor peleándose. Puedes leerlo eneste enlace (pincha aquí)
Pero lo que sí fue diferente fue la tarde de ayer. Es cierto que no teníamos fiesta en la calle pero no nos faltó en el albergue en forma de turigrinos VIP versión «hemos anulado la reserva de los Alpes y por eso estamos aquí».
Al poco rato de regresar de la comida, mientras yo escribía la entrada y Mar se había retirado a planchar el pabellón auditivo, llegaron una familia y se instalaron. Se trata de un matrimonio de unos treinta y algo con dos niños de unos 12-14, más o menos. Si nos hubiéramos centrado en la parte femenina todo sería más o menos normal. Llevan un coche para transportar las bicis, equipaje de los que no puedes pasar en los aeropuertos sin dejarte un sueldo y bicis última generación. Son madrileños (esto sólo es un dato anecdótico porque ya sabéis que yo no tengo nada contra la capital del reino y sus inquilinos, por lo menos no con todos). Pero el problema eran ellos. El Niño, un mocoso hiperactivo que no paraba de jugar a todo lo que tuviera bolas, fútbol, baloncesto, tenis, etc. Cada diez minutos sacaba un nuevo juego de algo del coche a modo del baúl de la Piqué. Y luego estaba el padre, secundando a su hijo en todos estos juegos en los huecos en los que dejaba de depilares las piernas con unas pinzas y quitarse los pelos enquistados, para asco generalizado del personal presente, o sea, yo.
Cada juego representaba un modo de demostrar el nivel «los Alpes» con comentarios como «dale de revés a la pelota, a modo defensivo, como cuando estás jugando al papel», o «papá, mi golpe fuerte es el revés, como cuando estoy ganando al Badmington», esto último lo decía mientras mandaba el volante pelota de un tirón a la finca de la casa cercana al torreón del otro lado del pueblo.
Ante tal nivel de glamour y golpes a modo de bailarina con zuecos, borracha y en un alambre, así como alternancias con un balón de fútbol al mejor estilo chimpancé, llegó la frase del padre. Fue algo como dejado caer, casi como quien no quiere la cosa: «es que nosotros deberíamos estar hoy en los Alpes, pero he anulado la reserva». La primera vez que lo dijo no le di mayor importancia, al fin y al cabo parecía raro cambiar unas vacaciones en Alpes por un mísero albergue del camino compartiendo habitación con una teutona y sus dos hijos adolescentes que sólo dormían. Pero es que cada diez o quince minutos lo volvía a decir. A veces era el propio hijo el que preguntaba ¿estamos aquí porque has anulado lo de Alpes, verdad? Y el padre le confirmaba tal situación.
Diez o quince veces después, con Mar ya levantada volvieron a repetirlo a coro mientras degustábamos unas magdalenas de coco y una copa de oporto que amablemente la señora del albergue nos había ofrecido. Los niños, mientras tanto parecían más bien salidos de un comedor social que del Ritz, porque se bebieron dos litros de zumo de naranja (con un par de quilos de azúcar para complemento vitamínico) y no nos dejaron casi ni catar las magdalenas. Menos mal que los padres no les permitieron beberse el oporto, que si no nos dejan sin nada.
Ante la situación nos marchamos a cenar al bar típico que nos habían aconsejado en el restaurante del mediodía. Un pulpo espectacular nos esperaba acompañado de mollejas, bacalao y una buena botella de vino verde. 16 euros incluyeron también postre a elegir así como un par de cositas de oporto a modo de digestivo.
Regresamos al albergue y todo estaba ya tranquilo. Sin saber nada de nuestros compañeros nos fuimos a la cama. El reloj nos ha despertado a las 5:45 tras un pequeño susto de ciempiés sobre mi hombro. La etapa ha transcurrido según lo previsto primero hasta el hermoso puente en el que termina el infierno de carretera y luego hasta San Pedro de Rates. Hemos coincidido con los peregrinos italianos y hemos hecho un tramo con ellos. Se trata de un matrimonio del sur de Italia pero que viven en Torino. Ella es de Torre del Greco, junto a Pompeya y cocina muy bien (eso dice, al menos su marido).
La etapa transcurre por lugares muy bonitos entre carreteras secundarias y algún peligroso tramo de carretera. Las casas son de un nivel muy alto a medida que nos vamos acercando a Barcelos, la comstrucción es de piedra y cada vez más parecido en todo a Galicia.
También hemos coincidido un ratito con una pareja de peregrinos en bici de Valencia. Nada más pasarnos y ver que éramos españoles se han bajado de las bicis y hemos caminado un buen tramo con ellos. Comenzaron el camino en Huelva y ya han hecho varios, siempre en bici, dicen que han comido muy mal, en general, y que no se hacen bien al tema de restaurantes y alguna cosilla más. Si me estáis leyendo podéis escribir un comentario y saludarnos, así como poner vuestro twiter y Facebook.
La llegada a Barcelos ha sido muy bonita, venimos muy bien de fuerzas y apenas nos hemos dado cuenta de la dureza de la etapa hasta que al llegar al hotel hemos visto que íbamos empapados en sudor.
La tarde ha pasado entre la comida (arroz con rape en el restaurante Solar Real, siesta viendo la cromo escalada del Tour y hablar con las niñas. Luego hemos ido a dar un paseo por el pueblo y hemos disfrutado de una agradable tarde sin zumbados peleando, aunque alguno había bailando. En la plaza hay montado un escenario en el que parece que cualquiera puede subir a hacer el chorra, porque lo que es tocar no toca nadie.
Hoy en Barcelos se ha cumplido otra de las teorías de las de Mar. Resulta que lleva todo el camino convencida de que e Portugal no hay niños. Bien es cierto que a lo largo de todo el camino no hemos visto casi niños y los pocos que hemos visto eran turistas. Eso le ha llevado a una gran preocupación a la altura de que las casas tengan todas las ventanas de la parte de delalante cerradas (también está en esta línea que los portugueses no montan piscinas porque aquí hace mucho frío y el agua no se calienta). Hoy ha acabado lo de que no hay niños porque los hemos visto todos aquí, lo que le lleva a pensar que debe ser que los han concentrado los de todo Portugal en Barcelos (yo creía que se los comían de pequeños para evitar problemas cuando crecieran)
Y la cena en Dom Antonio nos ha llevado hasta un paseo posterior a la luz de la luna hasta el escenario de la plaza en el que tocaban, o algo así, un grupo folclórico del lugar. Y cuando digo cantar me refiero a que emitían sonidos acompañados por instrumentos musicales porque lo que se dice cantar no cantaban un pimiento.
Así termina el día y preparamos la etapa de mañana, larga y compleja.

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Resumen de la etapa

Retomando el camino


Etapa del año,pasado, leerla

El día de ayer pasó entre descansar y la visita a algunos de los rincones más bonitos de Oporto. La mañana nos llevó hasta Gaia para ver una bodega de vinos, la Burmester. Allí coincidimos con una pareja de señores de Brasil que vivían en Madrid y dos matrimonios españoles, de Roquetas de Mar. El vino de la degustación y las fotos de rigor permitieron la confraternización de todos hasta comprobar que los almerienses conocían a gente de Oria y habían hecho parte del camino de Santiago, concretamente desde Sarria «sin coches de apoyo», insistieron en la autenticidad de su camino.
Tras una pequeña explicación por mi parte sobre la historia del Oporto y su relación con los ingleses y otra sobre mis caminos a Santiago nos despedimos. Nosotros nos encaminamos hacia una marisquería a la que le habíamos echado el ojo por la mañana y que estaba cerca del hotel, la marisquería Acuario. Allí dimos cuenta de un estupendo arroz de marisco regado con un estupendo vinho verde. La compañía era una pareja de portugueses a la que se unió, a última hora, un matrimonio de españoles a media cocción, es decir, de los que salen de España y piensan que como el bar de su pueblo nadie hace los huevos fritos salvo la propia mujer (sin duda ama de casa). Montaron un espectáculo muy a la moda de los españoles en Portugal al intentar hacer entender al camarero que el vino aquí es peor que en España porque el blanco tiene mucho gas y es «como la gaseosa» (sic)
Sin mayores incidencias nos retiramos al hotel, Marcame (así denomino ahora a mi compañera desde que ha decidido nombrarme como juanmacapa) a planchar la oreja y dormir la mona que había pillado entre la cata de Oporto y el vinha verde de la comida. Yo me dediqué a intentar superar a mi hermanita al candy crush saga tras haber comprobado que la muy desgraciada está haciendo horas extras y ha llegado tres niveles por encima de mí. Estuve toda la tarde y parte de la noche hasta alcanzarla y sigo en ello para ver si pongo las cosas en su sitio y le vuelvo a adelantar, aunque el nivel 130 se las trae.
Después de la siesta reparadora de Marcame y de haber lavado por enésima vez su camiseta de los restos de la lucha con las gambas de la comida mezclada con la abundancia de alcohol (su camiseta va a dos lavados de manchas al día), nos fuimos hacia la librería de Lello & Irmao a hacer unas fotos y comprar algún pequeño recuerdo que cupiera en la mochila sin pesar demasiado. Por supuesto grabé algún vídeo del lugar a pesar de la prohibición.
De la librería al Bar Ponte Pensil, lugar romántico, bello e ideal para pasar una tarde tranquila contemplando pasar el tiempo y los turistas, y si tienes frío los camareros te colocan una mantita azul celeste sobre los hombros que te protege también de la humedad (por supuesto que Marcame no se pondría nunca una de estas tras haber pasado por cubrir cuerpos desconocidos).
Y en este momento tengo que volver a hacer alusión a la parte más entretenida de nuestro viaje: las teorías de Mar. Para mi querida compañera todo lo que ocurre en esta vida debe tener una explicación que, por supuesto, ella misma se inventa. Os pongo un ejemplo de teoría clásica: de todos los restaurantes de la zona de la Ribeira ella dice que el primero ( junto a la plaza) es el que más lleno está siempre. Ella tiene la teoría de que esto es así porque como es el primero todos los turistas tienen la simpleza de no molestarse en buscar más y se quedan allí. Por supuesto cada vez que pasamos por esa terraza (unas 10 al día) ella me vuelve a contar su teoría. De nada sirve que yo intente argumentar cosas como que hay turistas que vienen de la otra parte del paseo y para ellos ésta es la última terraza (la de la otra punta siempre está vacía), o le digo que solemos ver a los turistas dando vueltas mil veces antes de elegir el lugar. Ella me responderá siempre con argumentaciones que son completamente inventadas pero a las que ofrece tal grado de firmeza que es absurdo seguir argumentando. Así te contestará que los turistas que vienen del puente todos han pasado primero por la terraza porque venían de la plaza y que sí viene del puente es porque están de vuelta. Sobre lo de mirar otras cartas te dirá que es sólo para confirmar que la opción que han tomado es la más adecuada porque los otros restaurantes son más caros, más baratos, más sucios o cualquier otra cosa. En definitiva, yo no me molesto en argumentar nada y ella se queda tan contenta con su explicación.
Teorías como estas pueden surgir unas docenas todos los días sobre cualquier tema o persona. Si vemos una pareja ella establece el tipo de relación que tiene o su estado de ánimo.
Otra de las cuestiones que le preocupa cada vez que nos ponemos a comer en un restaurante y ve una pareja sentada es que las parejas se comunican poco. Su teoría es que están cansados el uno del otro y por eso no hablan sino que miran la tele, sus teléfonos o, simplemente se ignoran. Esto, por supuesto,no nos ocurre a nosotros gracias a que ella no para de contarme esas teoría y de ese modo ni me deja ver la tele, ni puedo revisar los correos del teléfono, ni jugar al Candy cuando se recuperan las vidas. Ella sí tiene una buena comunicación de pareja.
Pues así las cosas y tras dos estupendas cervezas nos fuimos a cenar al restaurante en que habíamos comido el día anterior y que contaban con una parrilla estupenda en la que se asaban los pollos y demás lindezas. La cena ha sido suave y plácido el paseo hasta regresar al hotel para preparar todo y salir temprano.
A las seis menos cuarto ha sonado el despertador y nos hemos puesto en marcha. 25 km de carreteras entre casas, polígonos industriales y coches a toda pastilla intentando aniquilar peregrinos. Al salir hemos encontrado una padaría para desayunar y allí hemos coincidido con los italianos a los que hemos saludado afectuosamente (por fin confraternizamos con ellos). Hemos visto algunas parejas de peregrinos a lo largo de la ruta y sin grandes dificultades hemos llegado hasta Vilarinhos, a Casa da Laura. Otra vez el paraíso en el camino en habitación de matrimonio por 20 euros los dos. Todo súper limpio y muy bien atendido, sigue siendo un placer por los buenos servicios y la simpatía de la gente aquí.
Nos hemos duchado, hemos lavado y nos hemos ido a comer al restaurante del pueblo junto al castillo.
La tarde se plante muy peregrina ya que poco a poco van llegando nuevos turi-bici-peregrinos que seguro que acabarán compartiendo velada, entre otras cosas porque no hay mucho más que hacer aquí.
En la comida hemos demostrado nuestras habilidades en eso de comer en Portugal sorprendiendo al propio camarero que nos ha reconocido que es la primera vez que se entiende tan bien con peregrinos españoles en eso de explicar lo de la canaca, el frango y demás. Yo le he argumentado nuestra experiencia en estos temas y en cuestiones como el bagazo.
Marcame se ha retirado a sus cuarteles a eso que tanto le gusta después de comer y yo me he puesto a jugar (casi paso de nivel un par de veces y gano a Inma) y escribo la entrada del día.

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Ver resumen de la etapa

Desde el Magestic de O Porto


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Os pongo al día de todo lo sucedido, siempre de lo que se puede contar, que la censura lleva intentando actuar desde hace días y usando métodos perversos a la vez que persuasivos. No digo más.
La etapa desde Abergaria se desarrolló sin incidencias, a buen ritmo y sin grandes dificultades, salvo por una pequeña ampolla que le ha salido a Mar pero que no parece algo complicado.
Después de leer la etapa del año pasado nos fuimos a dormir algo asustamos por lo que vivimos el año pasado.
Toda la etapa está muy bien descrita en el blog salvo en una pequeña diferencia: el año pasado hizo un calor terrible pero este nos ha hecho un tiempo estupendo. La primera parte discurre entre bosques por caminos de tierra y hemos encontrado un bar abierto en la carretera en Albergaría a Nova. Se trata de un café, sala de juego, pastelería, restaurante y muchas cosas más regentado por dos señores, una pareja de muy avanzada edad. Ella se encargaba de la parte de los juegos de azar y no paró de mojar un bizcocho en el café durante todo el tiempo que estuvimos allí. Él nos preparó las tostadas al ritmo salsero de un viejo moviéndose en la luna sin gravedad y con escafandra. Todos los intentos de Mar fueron inútiles para conseguir que el señor hablara, lo más que pudo hacer fue esbozar una ligera sonrisa, o quizás fuera un gesto de dolor al desplazarse la dentadura postiza. Pero su color de piel siguió siendo blanco, como de otro mundo.
Al poco de llegar aparecieron los italianos que habíamos visto el primer día. A lo largo de las últimas etapas hemos ido coincidiendo con ellos circunstancialmente y sin mucha relación (vamos, que ni nos saludan).
Después de que el tiempo se hubiera detenido en el desayuno y de una bajada a los servicios muy a la altura de la bajada a los infiernos de Eneas en busca de su padre (pero sin Can), nos volvimos a poner en marcha por carreteras secundarias que viran y reviran constantemente subiendo y bajando valles,casi todo asfalto y con un fresquito genial hasta Oliveira de Azemeis. Lo único problemático ha sido el tema de la fisiología de Mar ante tantas casas por todos lados.
Sin mucho problema hemos llegado a Sao Joao da Madeira con ánimos para continuar los 7 quilómetros restantes hasta Malaposta. Nos ha sorprendido que el pueblo estaba lleno de gente por todas partes con bici, andando y con aspecto deportivo. Al principio no le hemos prestado mucha atención y hemos llegado hasta una plaza al final casi de la ciudad para descansar y retomar el camino.
Al llegar a la plaza toso estaba lleno de cintas marcando un recorrido ciclista y por la otra punta de la plaza salían los peregrinos José y Gerard (Zumaia e irlandés). Mientras tomábamos algo yo he llamado al hotel para reservar pero…. Estaba lleno.
Ante la perspectiva hemos decidido, muy a pesar nuestro, buscar alojamiento en Sao Joao y al día siguiente hacer los 37 hasta Oporto. Todos los hoteles de la ciudad y de las ciudades cercanas están llenos porque lo que hay en el pueblo es una concentración deportiva juvenil con miles de participantes que han llenado todos los sitios para dormir, desde hoteles a plazas de la ciudad.
Desesperados ante la situación hemos tomado una decisión de urgencia: buscar un tren a O Porto y alargar nuestra estancia un día allí. Por suerte la estación estaba cerca de la plaza y salía un tren a las 2:55. Hemos ido a comer algo y hemos encontrado un asadero de pollos (por fin mi sueño hecho realidad).
Tras 30 minutos de infarto, un pollo comido y dudas ante la aventura del tren, nos hemos montado en un vagón que hace referencia a un mundo pasado, muy pasado. El tren acaba en Espinho y allí hay que tomar otra estación a unos cien metros desde la que tomamos la línea a Porto.
Sin mayores incidencias, salvo por haber parado en la estación de Porto-Campanha a casi 45 minutos a pie del hotel en lugar de llegar a Porto Sao Bento a menos de 5, hemos llegado a Malaposta, pero al hotel de Oporto.
Ducha rápida y visita a la ciudad que nos ha descubierto que el hotel está muy bien situado, cerca del centro y de todas las cosas. Hemos cenado en la Ribera y luego hemos dado un paseo romántico (sobre todo por el frío) hasta Gaia, que está en fiestas para variar. Después de varios intentos de Mar por comprar churros portugueses de muy buena pinta, hemos regresado al hotel a descansar.

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El día de ayer lo pasamos visitando la ciudad, por la mañana tuvimos crucero por el Duero y por la tarde una copa de Oporto en una terraza en Gaia (5 euros copa y cerveza).

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Por la noche cena que prometía romántica pero se truncó gracias a las aperturas económicas de Mar que decidió sacrificar el glamour por las sardinas a buen precio (nuestros estómagos y nuestros bolsillos lo agradecieron.
La mañana de hoy promete más de lo mismo con vista al mercado, a la librería que inspiró la biblioteca de Harry Potter Lello e Irnao

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Ahora escribo desde el café Maiestic mientras a mi alrededor el glamour y el lujo se sirven en forma de desayuno especial que incluye copa de champagne.

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