De Zubiri a Zizur junto al Arga

Después de escribir la entrada ayer y acabar el correspondiente pacharán nos dimos una vuelta por el pueblo, fuimos al puente medieval y bajamos hasta el río para que Isa se mojara las manos. De este puente nos había contado el taxista que nos subió a Roncesvalles que le llamaban de la rabia porque se encontraron los huesos de Santa Quiteria en uno de sus pilares. Nos contaba el taxista que un cura listo amortizó tal hallazgo y que las gentes creían que los perros se curaban de esa enfermedad al pasar por allí.
La vuelta fue cortita y nos llevó en pocos minutos de nuevo al albergue. La gente acababa de entrar a la cena en el primer turno de las 7:30. En realidad en ese turno comían casi todos los que estaban en el albergue ya que son guiris. Desde lejos se oía a nuestro turigrino de la tarde contar su historia de las ampollas de sangre a los compañeros de mesa en ese inglés que ya hemos descrito antes en este diario a propósito de nuestro enterao favorito en nuestro relato de la vía de la plata, es decir hablar despacio, gritar mucho y repetir tres veces lo que quieres contar.
La cena ha sido buena aunque algo justa de cantidad, no nos quejaremos porque ha estado en el límite. Hemos comido en el turno de las 9 sólo con otra mesa, un señor y su hija adolescente.
Así ha terminado nuestro primer día en el camino y sobre las 11 nos hemos puesto a dormir; bueno todos menos Mar hija que nada más rozar las sábanas ha caído fulminada cual peregrino al que le picara la mosca del sueño.
Esta mañana hemos amanecido con el despertador a las 6:30 pero he tenido que dar un pequeño gesto para que las señoritas se pusieran en pie. El ritual de la preparación de mochila se ha repetido en muy buen tiempo ya que sólo hemos necesitado 25 minutos. El único incidente ha sido el de la bolsa del agua de Mar hija que lo ha dejado abierto y al subir del desayuno teníamos una inundación en la habitación. La bronca ha sido gorda ya que se ha rozado la tragedia: si el agua hubiera caído en la mochila a estas horas toda su ropa estaría empapada sin poder ponerse nada limpio. Es la segunda que le pasa porque ayer ya perdió unas «braguitas» que olvidó en el hotel y no vamos tan sobrados como para permitirnos esos lujos.
El desayuno se ha desarrollado junto a una pareja de italianos algo tipo turigrinos (no hemos tenido tiempo de comprobarlo) y un joven americano que se distingue por llevar una mochila enorme con un montón de libros, él ha reconocido llevar unos 15 kg así que deben ser más. Las chicas han desayunado opíparamente aunque intentando disimular frente a mi austero yantar; están convencidas de que este camino nos devolverá a casa mucho más ligeros y esbeltos aunque creen firmemente en la teoría de que para eso no es imprescindible recortar el uso de la mantequilla y de los postres copiosos. Al final siempre les quedará eso de que los hombres perdemos más peso pero las mujeres lo que pierden es volumen porque retienen líquidos (algunas retiene litros y litros).

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A las 7:30 nos hemos puesto en marcha con fresquito pero con una mañana preciosa. El camino a Pamplona es precioso, discurre casi todo el rato paralelo al río Arga por un constante sube y baja al lado derecho del valle, aunque siempre picando hacia abajo, lo que le aporta cierto grado de dureza. Nada más salir de Zubiri (pueblo junto al puente según Wikipedia en la lengua de los vascos), encontramos el desagradable tránsito junto a la fábrica de magnesitas. Yo siempre había hecho este tramo como final de etapa para llegar a Larrasoaña y suele ser muy desagradable por el constante ruido, el paso de camiones, el polvo y que no hay una sola sombra en todo el tramo. Esta mañana ha sido mucho más agradable porque hacía fresquito.
Al pasar por Larrasoaña les he contado a las chicas cómo conocí allí a mi amigo Joseba. El pueblo sólo tenía un bar-tienda que era reunión de todos como restaurante, bar, encuentro… El problema es que el señor que lo llevaba tenía una mala leche difícil de describir en un blog como este tan dado a resaltar la parte buena del camino (nótese el tono irónico, que a algunos hay que explicarles todo). el caso es que al llegar a comer el señor nos distribuía en las mesas a us antojo sin tener en cuenta amistades. Tenía cuatro mesas grandes de ocho plazas con un banco a cada lado. Ese día coincidimos comiendo Joseba frente a mí en un rincón de la mesa, junto a un variopinto grupo de desconocidos. Alguno de ellos nos pareció militar y Joseba comenzó a hablar de su experiencia en la mili mientras yo guardaba silencio y miraba a mi plato de comida. Una vez se había el despachado a gusto yo levanté la vista de mi plato de ensalada mixta y le arrojé mi famoso ¿Has pensado que a lo mejor yo soy militar? Ese fue el inicio de una gran amistad. Durante toda la mañana he recordado nuestra bajada juntos hasta Pamplona y no he resistido la tentación de llamarle por teléfono en Villaba; me ha parecido muy gay este momento y se lo he comentado pero son cosas de los que hemos vivido muchos momentos juntos y algunos sin calzoncillos.
Mientras yo recordaba mis aventuras con Joseba Mar madre también recordaba su bajada de hace algunos años, los paisajes y las impresiones de aquellos momentos las ha compartido con las niñas ilusionada por volver a hacer el camino todos juntos esta vez.

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Unas botas colgadas sobre la carretera ha sido la última visión de los Pirineos antes de llegar a Villaba, el pueblo de Indurain. La llegada hasta Pamplona transcurre ya por zona habitada en un bonito paseo cómodo y agradable que nos lleva hasta el puente de la Magdalena y nos despide del Arga, que tantos quilómetros nos ha acompañado. Aprovecho este momento para recordar que escribo quilómetro con q porque me sale de mis… No es problema de no tener la k en el teclado digital. Espero que de una vez por todas mis correctores y críticos dejen de decirme que no se escribe así.
Esta mañana sí que hemos visto muchos peregrinos por toda la ruta. Aprovecho el momento para dedicar unas líneas a describir un nuevo tipo, los frikigrinos. Esta variedad es bastante fácil de localizar en el camino. Se les distingue desde lejos por el olor ya que una de sus características es la de hacer el camino «de verdad», es decir, el agua la dejan para cuando lleguen a Lavacolla. En su apariencia también se les localiza por su aspecto tipo mendigo, suelen llevar colgados todo tipo de atributos peregrinos y no les faltará una concha dando bandazos a un lado y otro de la mochila (son categoría especial los que la compraron en Manjarín). En la mochila llevan un par de mudas que no lavan en todo el trayecto y se acompaña de todo tipo de comida que van acumulando aquí y allá. Por supuesto se comportan como auténticos peregrinos medievales y así sólo comen y duermen de gorra. Paran a dormir en cualquier prado intentando que sea compartiendo saco con alguna frikigrina con la que ya han compartido experiencia mística. Suelen llegar a los albergues a partir de las 8 de la tarde y esa es la excusa que utilizan para no ducharse. Se reúnen todos en el exterior del albergue municipal junto a unas botellas de vino de euro y cuentan sus experiencias a la luz de las estrellas y bajo los efluvios del dios Baco. Al final de la noche intentan que el dios Eros complete la experiencia aunque su estado no los permite distinguir entre carne o pescado. He conocido algunos que hacían una parte de la etapa descalzos porque decían que eso les hacía entrar en contacto con la madre tierra. Suelen despreciar la relación con todos los que no son como ellos, cosa que los demás agradecemos en nuestra pituitaria y en nuestro bolsillo.

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En Pamplona hemos descansado en una terraza junto al parque del castillo porque Mar madre se ha empeñado. Por una módica cantidad de 11 euros hemos tomado algo. He tomado una cerveza con nestea recordando a Enrique Olcina y continuación hasta Zizur.
El final de la etapa se ha hecho pesada y mucho más el trozo de Zizur menor al mayor.

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Así hemos llegado a Casa Azcona donde descansamos de las durezas del camino. Maravilloso menú degustación que ha incluido un magré. Mientras las chicas duermen la siesta yo he bajado a escribir mi entrada y tras el segundo pacharán fluyen las palabras. Daremos una vuelta por aquí y buscaremos algo para cenar. Las chicas siguen estupendas de pies y de ánimo, Mar hija puede usar mi teléfono sin restricciones gracias al acuerdo alcanzado e Isa disfruta de wifi en el teléfono de Mar madre.

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Resumen de la etapa: 27,5km en 5 horas y 45 minutos a una media de 4,8
Mientras termino de escribir todo esto han ido pasando muchas cosas a mi alrededor. Estoy en un bar con un camarero que pasa de todo, durante la primera hora ha estado jugando a las tragaperras con un cliente que debe haber perdido varios cientos de euros. Se ha molestado cuando le he pedido el segundo pacharán porque le interrumpía la racha. Ahora se ha ido llenando esto de lugareños hablando de un amigo al que le han puesto una multa por cazar en sitio prohibido. Lo hacen delante de una primera cerveza que anuncia una larga tarde de vinos y risas, ya sabéis los pasos de exaltación de la amistad… Esta noche seguro que en casa no hay sexo para ellos (al menos que les quiten la alegría del momento)

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