12ª Ponferrada – Las Médulas

Después de dar algunas vueltas por la ciudad del castillo y de cenar en una pizzería, como conté ayer, nos fuimos a dormir al hotel en el que nos alojábamos. Escribir entrada y fin de jornada.
Hoy hemos amanecido a las 6 para comenzar pronto y así aprovechar bien el día que se nos presentaba: muchos quilómetros, mucho calor y visita turística a Las Médulas.
Como teníamos casi 30 km nos hemos propuesto hacer la etapa rapidito con el fin de llegar pronto y así poder hacer alguna ruta aquí. Todo se ha puesto de cara desde el principio.
Al bajar de la habitación nos hemos encontrado con la agradable sorpresa de que el bar estaba abierto y podíamos desayunar opíparamente. El camino de invierno está muy bien señalizado desde el principio a la salida de la ciudad. Transita casi todo el tiempo por pistas de tierra con bastantes tramos entre arbolado y evitando los principales problemas del camino. La etapa de hoy incluía algún que otro problemilla como el par de subidas de un desnivel de más de 300 metros así como que no había nada para parar hasta Borrenes.
Pese a las dificultades todo ha salido perfecto, incluso la dura subida al castillo de Cornatel pasando antes por el increíble pueblo de Villavieja y sus peligrosos perros sueltos.
Hemos tenido una desastrosa parada en Borrenes, cuando la señora del bar no nos ha querido ofrecer su hospitalidad a cambio de un puñado de euros. Se trataba del mismo bar en el que fueron tan amables hace unos años cuando estuvimos de vacaciones allí, parece que mucho han cambiado las cosas desde entonces. Al final nos hemos podido tomar un refresco comprado en la tienda de enfrente aunque al sentarme en el banco me he pegado un chicle en el pantalón.
El tramo final desde Borrenes es una subida constante no muy dura pero que se atraganta algo, por carretera y con mucho calor ya. De todos modos la etapa la hemos hecho muy bien y hemos llegado a Las Médulas sobre las 11:30 y nos hemos ido directos al hotel para dejar mochilas e informarnos de las distintas rutas para hacer aquí.
Mientras yo iba a informarme de todo Joseba me esperaba en el bar dando cuenta de un par de «refrescos» y unas tapitas de cecina y embutido. El plan es el siguiente: Visita al lago inmediata, comida en el hotel, visita guiada a la zona baja de las Médulas y final subiendo al mirador y los canales de Orellán.
Todo ha salido a la perfección incluyendo una comida estupenda y una siesta de la que ha disfrutado Joseba mientras yo me peleaba con la wifi intentando hacer un trabajo que me habían pedido sobre el abiesweb.
A las cinco, con la fresquita, nos hemos ido a la oficina de información a esperar la visita guiada que nos ha llevado casi dos horas entre castaños entre las explicaciones «profesionales» de la guía de turno sobre romanos, astures y capas de sedimentos con niveles de oro para explotar.
Al finalizar la visita hemos tomado la senda que sube directamente al mirador. Se trata de 900 metros de recorrido con una subida de 250 metros con rampas de más del 20%. Arriba hacía aún mucho sol y no hemos podido aprovechar la sesión fotográfica ante las espectaculares vistas. Hemos podido visitar las galerías tomando un refresco después de la deshidratación de la subida y del infame picoteo de las mosca incluso en nuestras zonas más íntimas, sobre todo cuando la naturaleza me ha obligado a hacer una pequeña parada sobre la marcha.
Una vez completados los casi 8 quilómetros de rutas por la zona hemos bajado al hotel para darnos una ducha, revisar la etapa de mañana y tomar una clarita. La cena la hemos hecho en el hotel, algo suave pero muy aceptable: sopa y bacalao para mí y bocata de lomo con pimientos para Joseba.
Al terminar la cena hemos tenido que entrar en el bar porque fuera nos comían los mosquitos, sobre todo a mí. Esa ha sido parte de nuestra perdición porque a mi querido compañero se le ha ocurrido la brillante idea de charlar con un lugareño que ha resultado ser de bilbao. El resultado han sido dos orujos de hierbas «de los que hacemos nosotros caseros» ofrecidos por la dueña del hotel.
Estamos en el Hotel Agoga, en una suite estupenda a un precio algo caro para lo que es una vida peregrina (75 euros) aunque nos han tratado muy bien y nos han hecho descuento en las consumiciones por ser peregrinos.
Tras nuestra hidratación hemos regresado a la habitación entre calores sin fin (vaya broma lo de camino de invierno) para Joseba ir directo a dormir al compás del ventilador y yo para escribir la entrada.
Mañana nos espera un día complicado ya que no tenemos claro cómo lo vamos a planificar: tenemos la opción 27 km, la opción 36 ó la opción 43, ya veremos.

Señal del camino de Invierno en León

Señal del camino de Invierno en León

Puente de salida en Ponferrada

Puente de salida en Ponferrada

Vista del castillo de Cornatel

Vista del castillo de Cornatel

Lago de Sumido

Lago de Sumido

Vista general de Las Médulas

Vista general de Las Médulas

Vista desde el mirador de Orellán

Vista desde el mirador de Orellán

Vista general de las Médulas

Vista general de las Médulas

Desde la  cuevona

Desde la cuevona

Vista desde la galería de Orellán

Vista desde la galería de Orellán

Galerías

Galerías

2ª Santillana del Mar – San Vicente de la Barquera

Acabó la noche según lo previsto con una aceptable cena en el Cossio, junto al albergue degustando diversas carnes a la parrilla y después de pelear durante un buen rato con el sistema de distribución de la salsa barbacoa (la camarera nos asustó diciendo lo picante que estaba sin conocer nuestro origen junto a la Ría del Nervión).
Al llegar al albergue la habitación se había ido completando con varios peregrinos. En la puerta un grupo de ruidosos ingleses preguntaban sobre diversas cuestiones del camino a una pareja de españoles que ofrecían su mejor inglés versión «sihablofuertehastalosaustralianosmeentenderán. Entre grito y grito fui cumpliendo con mis últimas misiones de la noche en el ipad como son jugar a los Simpson y al Candy.
Poco antes de que me dejara acunar en los brazos de Morfeo vi un par de miserables mosquitos danzando en torno a mi cama así que cogí mi huevo nuevo (el antimosquitos de chico que me regalaron mis compas de insti) y lo encendí para comprobar si realmente funcionaba.
La noche ha sido típicamente peregrina con un mal dormir y con un despertar brusco. Mi compañero de viaje ha vuelto a sorprenderme justo en el momento en el que acababa de coger el sueño después de varias interrupciones. A las 6 me ha llamado ya con la mochila en la espalda para que me pusiera en marcha.
Ha sido un despertar espesito como es normal en el primer día: difícil organizar mochila con toda la ropa mojada porque ayer no había dado tiempo a secarla. He tenido que montar un tenderete de ropa durante la ruta dado que la impresión es que iba a ser un día de bastante calor.
Etapa complicada por lo largo y por el calor. Mucho asfalto (casi todo) y pocos pueblos en los que encontrar servicios.
En Cóbreces hemos parado, como siempre, a desayunar y he descubierto con asombro que estaba para comerme un toro de los que veíamos por cualquier prado. Luego parada en Comillas para cerveza y pincho de tortilla (seguía con un agujero en el estómago).
La ruta es un constante sube-baja que nos ha acumulado un desnivel de casi 400 metros de subida. Hemos cruzado valles y aldeas e incluso un campo de golf poco antes de llegar a San Vicente de la Barquera.
Joseba ha buscado por los diferentes pueblos una tienda para comprar un cable para cargar su móvil porque el que ha traído no le carga (el móvil). Estamos como el año pasado con mi cable para el iphone aunque espero que su teléfono no sea tan delicado con el mío. Ahora se ha marchado a recorrer el pueblo para ver si lo encuentra.
Después de mucho cansancio y mucha calor hemos llegado sin grandes problemas al albergue peregrino de San Vicente. Hemos tenido que esperar un ratito a que estuviera preparado todo y hemos podido tener una primera inmersión en la experiencia peregrina de la que tanto vamos escapando y que tan poco vamos a vivir en los caminos de este año.
Para comer nos hemos ido a los restaurantes de abajo y hemos acabado degustando un verdadero arroz con bogavante regado con una botella de riveiro a un precio razonable en «El Puerto». Luego siesta peregrina entre los comentarios plurilingües a gritos de los peregrinos de todo el dormitorio. Por cierto, hemos dado cuenta de nuestro primer orujo de hierbas.
Ahora bajaremos al pueblo a recuperar líquidos y preparar las próximas etapas ya que mañana nos salimos del camino del norte y nos lanzamos a la aventura del lebaniego y vadiniense.
Resumen de la etapa 32,7 km en 6 horas y 2 minutos a una media de 4,8 y con un desnivel acumulado de 454 metros de subida. Enlace a wikiloc

Salida del albergue de Santillana

Salida del albergue de Santillana

Iglesia de San Pedro

Iglesia de San Pedro

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Camino

A un árbol seco...

A un árbol seco…

Llegando a Comillas

Llegando a Comillas

Molino junto a la playa

Molino junto a la playa

Llegando a San Vicente de la Barquera

Llegando a San Vicente de la Barquera

Vista de San Vicente

Vista de San Vicente

Joseba y su arroz con bogavante

Joseba y su arroz con bogavante

Y con el arroz casi terminado

Y con el arroz casi terminado

31ª Boimorto-Pedrouzo: Parque temático «Camino de Santiago»

Bienvenidos al parque temático «Camino de Santiago», donde encontrarás todo tipo de atracciones, diversiones y demás fauna todigrina. Desde Arzúa el camino se ha vuelto una procesión de miles de personas de todo tipo transitando por caminos y carreteras con muchos sin saber muy bien si van o si vienen. Esto es un espectáculo que deja mucho dinero a la gente de por aquí y que cada año va a más. Yo me he sorprendido realmente porque nunca había visto tantos peregrinos en este tramo del camino (y eso que dicen que este año ha bajado mucho)
La etapa hasta Arzúa no tiene gran misterio ya que es una constante bajada casi hasta el final, salvo una putadita última para despedir el camino del Norte a las puertas de Arzúa. Mención especial para la bonita iglesia de Sendelle que encontramos a mitad del camino.
Os voy a ahorrar la descripción detallada del recorrido hasta Pedrouzo porque casi no tienes tiempo de ver nada entre tanto adelantar peregrinos. Mucha pista de tierra y algún tramo de carretera con demasiados bosques de eucaliptos. Poco silencio y mucho personal montando ruido.
Paso a una breve descripción de la Peña con la que te vas encontrando:
– Bicigrinos: muy molestos y ruidosos, no suelen respetar a la gente que va a pie porque circulan a más velocidad de lo prudente. Especialmente desagradable es cuando a pocos centímetros de pasarte hacen sonar el puñetero timbre para que te apartes sin que puedas remediar que te peguen un susto de muerte. Suelen ser jóvenes cachas más pendientes de lucir músculo por el camino y grupos enormes con coches de apoyo que les permiten llevar la bici sin nada. También parejas jóvenes y padres con hijos. Como el camino de hoy es más bien bajada pasan a toda pastilla levantando polvo y hablando a voces entre ellos muy contentos porque en pocos quilómetros habrán terminado su camino (para algunos de no más de cuatro o cinco días). Especialmente capullos han sido unos que me han adelantado haciendo caballitos delante mía y derrapando con la rueda trasera. Lo dicho, descerebrados. Son pocos los que pasan de forma respetuosa.
– Frikigrinos, turigrinos, gordigrinos, tontigeinos, capulligrinos y niñatogrinos. A todos estos se han unido en los últimos tiempos scoutgrinos y italiagrinos. Todas estas variedades no aparecen aisladas y es frecuente encontrar ejemplares con varias características comunes. Suelen ser barrigones, culonas y ya maduritos. No llevan casi nunca mochila salvo un pequeño bolsita colgado en el que deben llevar algo de comida (por sí tienen un desmayo con eso de sudar). Van en grupos o por parejas disfrutando de la experiencia peregrina de hacer 100 km por un camino repleto de gente que sólo busca el próximo bar para tomar otra cerveza y un bocata de producto de la tierra. Está claro que este tipo de peregrinos son un gran negocio para el camino porque, aunque ahorran mucho con eso de dormir en los albergues públicos (roncando profesionalmente), se lo gastan todo en comer y beber. Por supuesto, cuando llegan a casa lucen su credencial llena de sellos de todos los bares e iglesias del camino desde Sarria a Santiago y enmarcan su Compostela (o como se llame eso que dan antes de ir a la misa del peregrino en la que esperan que «suelten» el botafumeiro.
La especie italiagrinos he proliferado en los últimos tiempos después de un libro que parece que se publicó en Italia hace algún tiempo. Son habladores, ruidosos y saludan a todo el mundo. Creen que han venido a una zona recóndita del Amazonas y hablan con los lugareños como sí se tratara de una tribu recién descubierta y primitiva. Hay una variedad que viene en manada de jóvenes scouts o grupos de congregaciones religiosas con curas y monjas incluidos. Los curas visten negro rigurosos y hacen parte del camino sudando profusamente. Esta variedad de grupos también se da en otras nacionalidades y muy especialmente con españoles. Suelen llevar autobús de apoyo y abren los pabellones deportivos de los pueblos para dormir (o hacer como que duermen) apiñados en el suelo. Hacen reflexiones espirituales obligatorias, para dar servicio a la parte religiosa del grupo. Algunos paran a mitad de etapa a sentarse, comer algo y rezar un poquito.
Similares a la moda de italianos fueron los alemanes, de Estados Unidos o los brasileños y ahora parece que también proliferan coreanos y polacos.
Los frikigrinos iluminados van levitando un par de palmos sobre el suelo, caminan despacio y llevan siempre toda la ropa colgada fuera de la mochila. Contemplan el paisaje y se detienen ante cada detalle del camino (hoy había uno contemplando un eucalipto como sí fuera un tótem celta). Suelen encontrar siempre compañía a la altura de sus espectativas, generalmente del sexo contrario y que habla inglés. Al final algunos incluso «mojan», aunque no me refiero a la ducha porque eso no es de lo que más usan. Para ellos el camino es un proceso de vida en el que se alejan de lo material, como el dinero, y no se preocupan de comer o de buscar sitio para dormir. Para lo que sí suelen tener presupuesto es para vino (en Asturias, sidra) y para distintas variedades de cosas fumables, más o menos. Miran al resto de mortales con desprecio por no compartir sus ideales al ritmo de John Lenon. Llegan siempre a última hora de la tarde a los albergues.
Los turigrinos se caracterizan por llevar todos una enorme cámara de fotos colgada al hombro. Por supuesto que no suelen llevar mochila porque la cámara ya,debe pesar varios quilos entre cuerpo y objetivos. Hacen fotos a todas la cosas del camino: flores, insectos, hojas e incluso a las plastas de vaca del camino. Yo no entiendo cómo no llegan a los albergues inclinados por la parte de la cámara hasta casi tocar el suelo.
El último grupo que voy a describir son los peregrinos que no saben si vienen o si van. Se trata de gente ya mayorcita o familias con hijos ya adolescentes como apéndice. Han venido a hacer el camino porque alguien les dijo que era una verdadera experiencia que tienes que vivir. Ellos suelen ser del grupo barriga cervecera. Si llevan niño este se pasará todo el tiempo quejándose por todo y whatsappeando con todos para decirles el rollo que es esto. El niño lleva el móvil con la música puesta a toda leche en el camino y siempre da la nota en los restaurantes porque no le gusta nada de lo que tienen en el menú peregrino. Riega todos los segundos platos con tomate de ketchup. También están los que vienen solos pero a los 200 metros ha han hecho un grupo que perdurarán en una amistad para toda la vida.
Bueno, también estamos los enganchados al camino: especie poco abundante que nos podemos permitir el lujo de criticar a todos los que pasan por el camino porque nosotros somos los únicos auténticos de verdad (modo ironía para el que no lo pille).
La parte estupenda ha sido que he encontrado hoy a muchos de los peregrinos con los que había coincidido hasta Lugo: las chicas que van con la canaria, la profesora en Alemania, algunos de los lorquinos y la pareja de jóvenes de Barcelona. Creo que nos vamos a ver todos en Santiago y seguro que nos da tiempo a tomar algo.
Estoy alojado en el Bule-Bicen una habitación son baño por 25 euros, limpia y sencilla. Ahora estoy en el bar tomando un vino y unos pimientos (tengo la pantalla del iPad llena de aceite de la mano izquierda con la que cojo los pimientos). He comido un menú en la parrillada, como siempre, y pasó la tarde sin nada que hacer porque en O Pino no hay nada salvo coches en la carretera y peregrinos en las aceras.
Resumen de la etapa: 31,7 km en 6h 14min con 345 de subida a una velocidad de 5,98 km/h. Enlace a Wikiloc.

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Camino inglés desde Ferrol

El día 5 de agosto mi compañero de viaje, Joseba, y un servidor nos fuimos con nuestros coches para coincidir una vez más en otra aventura. Se trata del camino inglés hasta Santiago. Dejamos los coches en Santiago de Compostela y tomamos un autobús para llegar a Ferrol en dos horas interminables de recorrido en transporte público.

En Ferrol nos alojamos en el hotel Silva, bien situado, cómodo, a buen precio y la gente amable. Algo simple y alejado del centro de Ferrol pero estupendo para la salida al camino.

Al llegar nos fuimos hacia el puerto a dar una vuelta, cenar algo y charlar sobre todas nuestras últimas aventuras. Había un mercado y bastante gente por todas partes. Ferrol es una ciudad bastante grande y desangelada sin mucho encanto, salvo en el centro pero cuenta con todo tipo de servicios.

La lluvia nos ha ido acompañando de forma intermitente toda la tarde aunque sin demasiado problema.

 

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1ª Etapa: Ferrol-Miño

Nada más levantarnos descubrimos que estamos de verdad en Galicia: diluviando con mala leche. Nos quedamos un rato en el bar del hotel por ver si paraba un poco y cuando vimos algo despejado el tema (y porque sabíamos que nos íbamos a calar de todos modos) decidimos ponernos en marcha. Los primeros quilómetros son un suplicio de asfalto por ciudad. Una enorme avenida que parece no tener fin entre tráfico, ruido y lluvia: los principales elementos que pueden fastidiar a un caminante.

El camino remonta hasta el principio de la ría para cruzarla justo antes de entrar en Neda, lugar en el que se puede hacer una primera parada en la que olvidarse un poco del tráfico y del sonido de los coches. Un pequeño bar a la salida del pueblo nos volvió a colocar en lo que se supone que es un verdadero camino.

La siguiente parte de la etapa ya sí es mucho más bonita hasta llegar a Pontedeume, vamos todo el tiempo entre la ría de Ferrol y la de Betanzos y recorremos una de las zonas más bellas de Galicia, y de las más turísticas. La etapa podría concluir perfectamente en Pontedeume, de hecho es lo aconsejable para cuadrar mejor las etapas en cinco pero nosotros íbamos a hacer sólo cuatro, uno de los errores que hemos cometido.

Nuestro fin de etapa estaba en Miño, lugar de veraneo tradicional con un pequeño casco urbano y el resto de la población muy diseminada. Tiene una playa muy bonita con algunos restaurantes en los que reponer fuerzas y cuenta con un albergue de peregrinos algo básico y un poco a desmano, sobre todo para entrar y salir de la etapa.

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2ª Etapa: Miño-Bruma

Como había llovido muchísimo el día anterior esta etapa nos preparaba una recompensa: nos llovió todavía mucho más. Sin parar de diluviar desde que salimos de Miño hasta el final de etapa. Esta probablemente sea una de las etapas más duras que hemos hecho en el camino porque acumulamos 40 quilómetros con más de 1.000 metros de desnivel y encima con el terrible inconveniente de la lluvia.

El día fue un verdadero infierno que se completó con la llegada al albergue de Bruma: de lo peor del camino, bastante descuidado, pequeño y permiten alojarse a mucha más gente de su aforo. La gente acaba durmiendo en el salón en varias colchonetas y no se dispone ni de una por persona por lo que acabas intimando con el que te toca a cada lado, salvo si estás en un lateral. Poca higiene, poca atención al peregrino y pocas alternativas ya que no hay nada y hasta te traen la comida desde fuera en un coche.

Está claro que la alternativa normal para esta etapa es acabar en Betanzos, una ciudad preciosa y esencia de Galicia. Nosotros no pudimos disfrutarla mucho porque mientras estábamos allí no paró de llover a todo lo que permite el cielo. Para colmo la parte final tiene un puerto bastante duro de pendiente sin apenas servicios para tomar algo.

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3ª Etapa: Bruma-Sigüeiro

Esta tercera etapa fue mucho más suave que la anterior, por fin el sol comenzó a aparecer y nos permitió disfrutar del camino. Sin grandes dificultades llegamos hasta Sigüeiro para comer algo y descansar un rato. En el pueblo no hay ningún alojamiento aconsejable y tuvimos que continuar hasta un hotel de carretera un poco más adelante. Las referencias que nos han dado del que se encuentra en el pueblo no nos daban muy buena impresión. Hemos acabado en el Hotel San Vicente, en la carretera. Bien en la relación calidad precio, básico pero amables con los peregrinos. Está alejado de todo y eso lo hace menos atractivos. No dan comidas algunos días y sólo ofrecen cenas. El hotel es una solución aceptable para hacer las etapas finales y llegar sin demasiadas complicaciones a Santiago.

 

4ª Etapa: Sigüeiro-Santiago

Una bonita etapa para llegar a Santiago desde otro lugar diferente a los que ya hemos hecho otras veces. El camino llega por la parte norte por una zona de Santiago que está muy bien salvo por el trozo de polígonos industriales. La entrada en la ciudad se hace agradable y sencilla.

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En la última etapa coincidimos con unos peregrinos malagueños muy majos con los que compartimos una estupenda tarde en el hotel y luego en Santiago. Poco más que contar.

Algunos consejos para este camino que hay que tener en cuenta es que es algo duro, cuidado con la etapa posterior a Betanzos, sobre todo si se hace como nosotros la hicimos. También hay que tener en cuenta las cuestiones de infraestructura porque son bastante básicas. Como parte buena es uno de los caminos más bonitos que puedes hacer, ideal para una semana de camino entre ida y vuelta y recorrido. Aconsejable aunque teniendo en cuenta el tema de la lluvia, que para eso estamos en Galicia.

 

Mezclando ideas y caminos

Durante estos últimos días he andado muy liado con esto de adaptarme a este nuevo país por el que transitamos. Son muchos cambios desde que mi compañera de fatigas cada vez se parece más a Joseba. Ahora que así nos habíamos hecho a las sopas con verduras, al bacalao tamaño familiar y a los peregrinos en dosis moderadas llega Tui y nos devuelve a la pura y dura realidad del camino.
Antes de nada quiero hacer un alegato general sobre el mundo peregrino. Quiero dejar claro mi máximo respeto a cualquier forma de hacer el camino a pesar de mis comentarios. Quiero dejar claro que respeto profundamente a cada uno en su forma y en sus modos. Me parece igual de bien el que viene con lo puesto a vivir de la hospitalidad peregrina como el que viaja con maletas sansonite de hotel en hotel sin mochila a la espalda. Creo que todos tenemos derecho a caminar como nos da la gana y yo mismo hace tiempo que me declaré caminante más que peregrino. Lo que censuro en el camino es la falta de coherencia, no entiendo a los que van de puros y esconden los coches de apoyo, no entiendo a esos españoles que pasan a Portugal y desprecian el país como tercermundista (tendrían que darse una vuelta por su barrio). Yo creo que si vienes al camino a sufrir te vale cualquier cosa y las ampollas son como medallas que enseñar a las generaciones futuras junto a la Compostela que te diga «yo hice el Camino de Santiago», aunque sea los 100 quilómetros mínimos con coche de apoyo, llevando las mochilas en transporte. No entiendo el que esconde el coche para pillar sitio en el albergue público sin importarle que después llegará gente mayor, cansada y sin posibilidades. No entiendo el que busca albergue para ahorrarse unos euros en el hospedaje pero luego se gasta un pastón en vino y cervezas. No entiendo al que sale a las cuatro de la mañana corriendo para buscar sitio en el albergue siguiente aunque luego ni vea los paisajes ni los lugares por los que pasa. No entiendo al peregrino que no se para a charlar, a disfrutar, a pensar…
Dicho esto comienzo por manifestar que estoy hasta el gorro de frikigrinos, de turigrinos, de bicigrinos y de peregrinos puros en el camino. Desde qué llegamos a Tui esto es como un parque temático en el que las atracciones son la montaña rusa de la cuesta y la bajada puñetera entre piedras, la cola de espera el al albergue, la fila India en el camino con mil paradas con los pies cada vez más masacrados por las ampollas. Alucinas viendo a esos caminantes con botas de cuero enormes y mochilas de más de 15 quilos arrastrando sus pies por esos caminos de Galicia. Alguien debería explicarles que al camino se viene a disfrutar, a andar, a pensar y a hablar. Alguien debería contarles que los albergues son lugares de acogida en los que se ofrece un servicio y el peregrino agradece, no exige.
Estos días he visto gente hacer el camino con perros y dan ganas de decir que un perro sufre mucho en el camino. He visto una pareja con un niño de unos dos años haciendo el camino y alguien debería decirles que es una inconsciencia. En fin, ves gente de todo y te callas y saludas con cortesía, son las cosas del camino.
Nuestro camino ha transcurrido entre todas estas cosas y gentes sin grandes novedades, vamos físicamente muy bien y el tiempo nos acompaña. Galicia es un regalo para nuestros estómagos aunque un castigo para los bolsillos.
La etapas son duras por el constante sube y baja del terreno aunque no muy largas, salvo la de Tui a Redondela. El paisaje es una maravilla salvo excepciones.
Al salir de Sao Roque el camino va paralelo a la carretera casi todo el tiempo por el trazado de la antigua calzada romana XIX. Evita casi siempre la carretera aunque la llegada a Valença do Minho se hace un poco pesada. La inmersión en Valença es un anticipo a lo que nos viene encima: miles de turistas regateando toallas de origen más chino que portugués casi todos españoles. Es una preciosa ciudad a la que si le quitaras los turistas quedaría de lujo.
Nuestra pesadilla comenzó en Tui al buscar alojamiento. Tras varios sustos de más de 65 euros por habitación nuestros pasos nos llevaron al hostal Scala en el centro. 30 euros la habitación sirven para pagar un antro difícil de describir más allá de el tópico de casa de los horrores. Pese a todo hay que reconocer que el sitio está bastante limpio a pesar de las apariencias y da para ducharse sin crocs y cagar sentado (salvo mi esposa, que para eso es muy suya).
La comida en el mesón junto al albergue privado que están al inicio de la calle que baja a la playa no fue todo lo bueno que esperábamos. Mi recuerdo era de una velada estupenda con Joseba pero acabó siendo una comida entre sudores, pimientos de chinchón (porque de padrón no eran) y poca amabilidad de la camarera, que debe ser que le gustó más Joseba que Mar.
La cena sí fue un acierto en O Vello Cabalo Furado, lugar trasnochado pero con una cocina tradicional al mejor estilo gallego, con el permiso de las peleas entre las cocineras. Allí de gustamos nuestro primer pulpo a feira y demás lindezas gallegas.
La noche en Tui fue una odisea porque era domingo y la fiesta se prolongó toda la noche. A la mañana siguiente aún quedaban grupos de jóvenes riendo sin sentido, meando por las esquinas con la complacencia de todos y enseñando la «churra» sin pudor.
Una familia vecina llegó a las 3 y media de la madrugada con niños y todo y nos despertó de nuestros plácidos sueños peregrinos aunque la venganza se sirvió a las 6:30 con nuestro despertar peregrino.
El contrapunto justo lo ha puesto el día siguiente la ciudad de Redondela. 33 quilómetros por duro terreno entre peregrinos y fresquito auguraban problemas de alojamiento ya que ni en la guía ni en Google dice nada sobre hoteles aquí. La salida de Tui es una maravilla y la etapa transcurre entre preciosas aldeas gallegas llenas de encanto con subidas y bajadas entre bosques en los que sigue habiendo demasiado eucalipto. Si te paras un momento puedes oír a los ruiseñores, ver los petirrojos y los picapinos. Si no pasan peregrinos por las inmediaciones puedes incluso disfrutar de los sonidos del bosque e incluso los lugareños te saludan.
Pero Santiago es caprichoso y ha decidido compensar las fatigas del Scala con un verdadero lujo peregrino. Cuando más agobiados estábamos comprobando las carencias de alojamiento nos ha surgido en el camino el verdadero paraíso: Apartamentos Alvear. Un verdadero lujo para los peregrinos con cocina, lavadora, frigorífico y demás lujos a un precio de 55 euros para dos. Verdaderamente aconsejable por la calidad, por lo bonito del lugar, por los detalles y por el amable trato.
Para completar el día hemos,derivado nuestros pasos hacia el mesón de Mucha para degustar todo tipo de especialidades gallegas incluido el gin tonic con cerezas y con la tónica servida con embudo para evitar que rompa la burbuja (merece la pena probarlo).
Por la tarde hemos coincidido una vez más con Antonio y Luisa. Son los peregrinos italianos con los que llevamos coincidiendo todo el camino desde que los vimos en la primera etapa en el Residencial de Alverca do Ribatejo. Se trata de una pareja de napolitanos que viven en Torino y que desbordan buen humor, alegría y verdadero espíritu peregrino. Antonio habla todo el rato y Luisa canta canciones napolitanas llena de buen humor y alegría. Dice Antonio que ella hace una pasta estupenda al mejor estilo de Torre del Greco y muchos han sido ya los peregrinos que han podido disfrutar de su cocina. Es cierto que los primeros días no habíamos coincidido pero ahora todos los días nos vemos y compartimos un ratito de alegrías y experiencias peregrinas.
La etapa de hoy nos ha traído hasta Pontevedra. Cuestas duras y bajadas pronunciadas que hacen que la etapa sea dura a pesar de lo corta. La subida primera junto a la ría de Vigo es espectacular. Los paisajes que van dejando a un lado la Cesantes son de lo más bello del camino. Lástima que la llegada a Pontevedra peque de demasiado asfalto.
Estamos en el hotel Boavila, céntrico a buen precio y atendido por gente amable.
Hemos ido a comer al restaurante del año pasado, las 5 calles pero ha sido un fracaso. Los productos bien pero elaboración floja. Para colmo hemos asistido al espectáculo que han montado una pareja en la mesa de al lado, unos señores de unos 60 años que han montado un verdadero número porque no les ha gustado nada. Es cierto que la calidad es regular pero ellos se han cebado y al final la dueña les ha rebajado el precio de los chipriotes porque iban bañados en aceite en lugar de fritos.
Para variar Mar se ha perjudicado seriamente hasta el punto de pasarse media tarde buscando un pastel de chocolate para hacer no sé qué historia que he preferido ignorar. Al menos no se ha manchado y hemos conseguido llegar al hotel sin pastel para que ella lograra que la habitación dejara de moverse en círculos.
Tras la resaca nos hemos ido a pasear y nos ha contactado Inma, mi compi del Insti. Hemos quedado para cenar porque están alojados en Combarros, seguro que la velada será aprovechada.

A mi mujer me la han cambiado y yo sin conexión

Agotando Portugal el camino es cada vez más Galicia en paisaje, costumbres y personas. También el cambio lo hemos notado en cuanto a peregrinos desde la salida de Oporto. La cantidad y la calidad de nuestros compañeros de paseo nos hace recordar cada vez más que nos acercamos a nuestra meta de Santiago.
Y también parece que se despiden de nosotros las conexiones compradas en Lisboa para teléfono e iPad: ayer fue la tarifa plana del iPad la que acabó su vida y me dejó unas horas sin poder recuperar terreno a mi hermana en esto,del Candy crush (hasta que encontré una wifi abierta en el pueblo). Hoy ha muerto el saldo del teléfono y creo que no le deben quedar mucho a las dos megas de internet del galaxy. Esta situación ha provocado que en estos dos días no pueda publicar y por eso escribo las entradas y las publicaré cuando entremos en España y recupere mis tarifas normales.
Es cierto que el camino ha ido cambiando en estos días de forma significativa pero el mayor motivo de preocupación para mí está siendo la transformación progresiva pero irreversible de mi compañera de viaje. Al principio fueron pequeños detalles casi imperceptibles, como el que se permita hablar del camino del año próximo sin decir aquello de «yo no puedo hablar del camino siguiente cuando estoy haciendo este» o su organización en las tareas peregrinas (es para verla montar la mochila metódicamente, repasar las cosas del cuarto antes de salir, realizar las tareas fisiógicas al mejor estilo Joseba y depositar las llaves en el lugar adecuado).
La siguiente cosa que me hizo comenzar a darme cuenta del cambio ha sido su indiferencia ante la ausencia de desayuno al salir. En otros caminos esa cuestión era algo prioritario, la tarde anterior la pasaba pensado en ir al súper a comprar galletas o los malditos,batidos de chocolate porque ella decía que con el estómago vacío le podía pasar algo malo en el camino. Pero en este camino sólo lo hizo en los primeros días, poco a poco se le escuchaba decir cosas como «pues tampoco es tan importante eso de salir desayunado» y llegó un día a decir: «la verdad es que no apetece tomar nada a primera hora, es preferible esperar unos quilómetros a tomar algo porque entonces tienes más ganas».
La prueba definitiva fue el día que no encontramos nada en el lugar previsto para el desayuno, a unos 10 quilómetros de la salida y sabíamos que no había nada en otros diez más. Ella, con toda la naturalidad del mundo y sin preocupación alguna me soltó, casi a bocajarro un «vaya, tendremos que hacer otras dos horas de camino para tomar algo, igual estamos tan cerca del final que no nos apetece para entonces». Claro, para aquellos que no conocéis a Mar quizás no os sorprenda tanto pero para los cercanos el hecho de que no se dejara arrastrar por el desánimo, por los peores pensamientos y el que no pasara el resto de la etapa sufriendo desmayos mentales a cada diez pasos por no haber tomado nada, os parecerá que hablo de otra persona.
También en el tema de la comida se ha producido un cambio espectacular. Ella, la que vigilaba todo alimento, miraba todas las fechas de caducidad, la que supervisaba los niveles de higiene en cada rincón. Aquella que pedía agua para evitar el consumo de alcohol y buscaba las verduras cocidas para equilibrar la dieta. Sí, Isa, esa que detesta las sopas hasta el punto que sólo tú y yo conocemos… Pide sopa de verduras en comida y en la cena, se toma las cervezas al ritmo de un peregrino sediento, bebe vino en las comidas hasta llegar al nivel de «alegría» de marcharse la camiseta. Se termina los platos enteros con todo el arroz cocido y demás acompañamiento e incluso algunas veces sigue con el mío. Desde qué ha descubierto que, a pesar de comer de todo, los pantalones cada vez le están más grandes ha llegado incluso a robarme las patatas fritas de mi plato. Y ayer me hizo algo que nunca había visto. Llegamos a un bar después de 20 quilómetros de camino y mientras yo fui a pedir algo de beber ella entró en la tienda de al lado y salió, triunfante con tres bollos de pan y varias lonchas de jamón de York. Le pregunté cómo llevaba tres bollos porque yo no pensaba comer más de uno pero ella no dijo nada. Puesta de medio lado, evitando mi mirada comenzó a devorar el primero y antes de que me diera cuenta se había zampado también el segundo, sin preguntarme ni nada, sin un mínimo de cortesía peregrina, sin compartir como buena pareja. En lugar de decirme, como siempre, «cómetelo tú mejor» lo devoró con avaricia, con alevosía y premeditación. Cuando le reprendí en su actitud puso mirada asesina dejando claro que ese era su territorio y aquel su bocadillo.
Yo ya le he dicho que tenga cuidado porque cada vez se parece más a Joseba, hoy incluso me ha animado a adelantar a unos peregrinos que iban subiendo una de las cuestas más duras al mejor estilo de las tachuelas de mi amigo de Bilbao.
Entre tales pensamientos transcurridos casi dejamos de lado la anécdota que ocurría en la mesa de al lado de la de Mar y sus bocatas. 5 peregrinos, 5. De origen desconocido pero que llevaban un niño con ellos de unos 3 años, con unas mochilas de unos 20 kilos cada uno además de una silla mochila para llevar al niño cuando se cansaba, botas de cuero tipo Pirineos, camisetas de algodón de las de publicidad barata y de primer día de camino se instalaron a almorzar. Una de ellas llevaba una cámara de unos dos quilos de peso con la que no paraba de hacer fotos a todo, paisajes, compañeros, mochilas o frutos podridos caídos en el suelo. Yo siempre había sentido curiosidad por saber qué pueden llevar en la mochila esos peregrinos que llevan semejantes monstruos en sus espaldas. Para nosotros un par de mudas y algo de aseo y botiquín no pasa de los 6 ó 7 quilos pero ayer lo descubrí. Nada más sentarse todos y hacer un corro como conjurando los malos espíritus uno de ellos sacó un cubierto metálico completo de la mochila (pero de los de camping de verdad, enorme), varios trapos de cocina y una toalla de baño de las de casa (con rayas longitudinales multicolor difuminadas por el paso de los cuerpos y los tiempos). A continuación se saca media sandía cual mago de feria y PLATO DE LOZA. Sí, como digo. No uno pequeñito, no. Un plato llamo de los de la vajilla de casa, de loza gorda y de un color lila intenso. Alucinados nosotros contemplamos cómo repartían las tajadas y las comían hasta la parte verde. Por supuesto ocuparon dos mesas del bar, lo ensuciaron todo pero no consumieron ni un botellín de agua, cosas peregrinas.
Por lo que respecta a las etapas nada diferente a lo visto el año pasado. Camino muy bonito casi sin asfalto y cada vez más verde. Hasta Ponte de Lima un largo paseo entre aldeas pequeñas sin servicios y casas salpicadas por todas partes entre lo más pobre unas y espectaculares otras. Cada vez el terreno es más sube y baja y la temperatura acompaña, sobre todo en la primera parte de la etapa, luego el calor va subiendo sin llegar a molestar demasiado. Mar ha recuperado sus pies muy bien y sólo tiene las molestias de las plantas.
Al llegar a Ponte de Lima en el mismo restaurante nos ofrecieron habitación por 30 euros con baño propio, aunque fuera. Es una casa antigua pero está arreglada y muy limpia. Hemos comido con el peregrino José que estaba degustando un plato típico de la zona consistente en una arroz mezclado con sangre (eso creo) y todo tipo de partes del cerdo. Nos ha contado algo de sus andanzas por estos días y luego nos hemos visto por la tarde tomando un vino en la plaza.
La tarde tranquila y la cena romántica, todo lo que se puede con mi nueva compañera estilo Joseba.
Esta mañana a las 6:30 en alza para ir a desayunar a las 7 y después hacer la etapa más bonita y más dura del camino. 18 quilómetros subiendo lo más parecido que hemos tenido a un puerto de montaña con un desnivel de casi 400 metros. Luego llegada al «Reposo del peregrino» que está reformado y tiene habitaciones de matrimonio nuevas y estupendas por 30 euros y desayuno y lavado de ropa a máquina incluido.
Ahora en el bar del año pasado (ver resumen porque la situación es la misma) y cena con transporte en coche.
Ahhh! se me olvidaba que al salir del restaurante de comer unos marroquíes nos querían vender un ventilador. Ha resultado que viven en Valencia pero han vivido en Huercal-Overa. Al final Mar las ha comprado un reloj y hemos estado charlando con ellos sobre Marruecos, el Ramadán, sus familias y la visita a la Meca. «Historias peregrinas»
Y mientras escribía esto hemos contemplado el deporte popular de la aldea: mirarle las tetas a la camarera del bar. Cuatro paisanos al más puro estilo paisano casi perdían los ojos tras el generoso escote de la que sólo estaba protegida por la barrera de la barra y la máquina del café. No es que la muchacha se esconda mucho y el punto culminante era pedir otro vaso de vino, que los tiene justo debajo de la barra, lo que permite una perspectiva mucho más profunda. Ni que decir que han pagado varias rondas cada uno y han salido dando tumbos en sus coches habituados a las tajadas después de la visita dado el estado de sus parachoques.

Pocas cosas que contar en Alvaiazere

Leer etapa año pasado
La noche en el hotel de Tomar ha sido moviliza por el tema del calor. Al final hemos optado por despojan nuestros peregrinos cuerpos de toda vestimenta aunque la ventana estaba abierta y daba a una galería por la que de cuando en cuando pasaban personas. De cualquier modo no tenemos nada diferente a los demás y lo primero es quitarse el calor de encima.
A la hora prevista teníamos el desayuno en la bolsa correspondiente y listos para salir. Este año no ha cambiado nada con respecto al año pasado: botellín de agua, bocata de queso y york, plátano y magdalena, aunque yo he dejado esta después de la experiencia del año pasado que casi me ahoga.
De Tomar salimos a una serie de caminos de tierra entre bosques de encina, pino y eucalipto en un constante sube y baja. Cada vez ganamos más altura total y eso se nota en las piernas, acostumbradas hasta ahora al llano. Definitivamente el terreno ha cambiado desde la orilla del Tajo hasta un terreno de media montaña y bosque no demasiado denso. También las grandes poblaciones han dado lugar a pequeñas aldeas sin ningún servicio, lo que dificulta la organización de infraestructura de la etapa.
Sigue sorprendiéndote mucho la cantidad de casas estupendas que hay por todas partes. Casas nuevas de diseños innovadores con materiales de primera tanto en fachadas como en carpintería de aluminio y demás. También poseen enormes jardines perfectamente arreglados y todo eso contrasta con la miseria de alrededor en las otras casas.
Hoy se trataba de la última de las 6 súper etapas y también prometía mucho calor. Es verdad que no ha defraudado nada pero lo cierto es que lo hemos notado menos porque el bosque hace que muchos trozos del camino transcurran entre sombra.
El problema principal era organizar las paradas ya que sólo había una posibilidad de tomar algo en Calvinos, a unos 10 km de la salida. Así ha sido y hemos tenido que hacer una parada técnica a unos 10 km de la llegada al borde de la carretera, en una sombra en la que hemos dado cuenta de un plátano y unos lazos que nos quedaban del desayuno del otro día. Cuando pasaban los coches nos miraban con asombro mientras nosotros descansábamos para afrontar el final de la etapa.
Ya digo que esta ha sido diferente y no hemos terminado a pleno sol por carretera sino entre árboles y por pistas de tierra.
Como resumen de estos seis días podemos decir que hemos superado la prueba del infierno. Días de más de 40 grados con finales sobre asfalto de más de 10km sin sombra y en etapas de más de 30km día. Yo llevo dos pequeñas ampollas en los talones y Mar en talones y juanetes además de una molestia en el empeine y otra molestia a la altura de la tibia. Nada grave y mucho menos de lo esperado dadas las circunstancias.
El hotel de Alvaiazere como siempre, lleno de plantas a la entrada, sencillo pero limpio y 35 euros. Comida de peregrino con un menú de 10 euros que incluye sopa (caldo verde), carne o pescado para reventar acompañado de ensalada, patatas fritas o cocidas, aceitunas, bebida, postre y café. El dueño muy atento aunque su portugués sigue siendo incomprensible para mí.
Uno de los problemas es que no hemos podido ver la carta porque el señor nos pregunta sólo carne o pescado, y si nos descuidamos nos pone lo que le parece. Además no para de revisar lo que hacemos para servirnos más y regañarnos si comemos poco. La verdad es que es muy atento y agradable en el trato. Uno de los dilemas de la comida es saber cuándo se le caerán definitivamente los pantalones ya que los lleva por debajo de su oronda barriga a una altura que rompe con cualquier regla sobre la ley de gravedad.
Hemos comido poco porque estábamos muy cansados y, aguantando la mala cara del dueño, nos hemos retirado a descansar un rato.
A media tarde hemos salido hasta la farmacia para comprar compeed para las ampollas pero no tenían de esa marca. Luego hemos tomado algo en un pequeño bar pero nos hemos subido porque el calor era insoportable y Alvaiazere sigue siendo un pueblo fantasma en el que no hay nadie, mucho menos a esas horas y a pleno sol.
A la hora de la cena hemos encontrado a los peregrinos franceses con el belga. Vienen destrozados porque la etapa les ha pillado con todo el calor porque salieron más tarde y su ritmo es más lento. Hemos hablado de nuestros proyectos y sobre gastronomía, pero luego ellos se han enzarzado en una discusión política y nosotros hemos desconectado.
Tras un flan estupendo que se ha tomado Mar nos hemos subido a la habitación a preparar las casa y descansar. Hemos preparado agua para el día ya que el consumo diario de líquidos lo llevamos en torno a los 5 litros por cabeza y día.
He tenido un problema y el resumen de la etapa está partido en dos e incompleto:
Ver resumen primera parte
Ver resumen de la segunda parte

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Una verdadera noche peregrina

No hace falta decir mucho para que todo el mundo entienda que el día de ayer fue uno de esos en los que recuerdas por qué vienes al camino. Es verdad que te duelen los,pies, que pesa la mochila y que tienes calor pero todo eso lo olvidas en cuanto llegas a un lugar agradable, te das una ducha y la gente con la que coincides son estupendas.
Después de comer regresamos al albergue y yo me puse a escribir la entrada del día y a hablar por Skype con la familia puesto que tenía wifi en el patio. Poco a poco el albergue se había ido llenando de gente, primero dos parejas de jóvenes italianos que ocuparon la litera de matrimonio de abajo y una habitación aparte con dos camas. No puedo decir nada más de ellos porque no se molestaron ni en dirigirnos la palabra y ya contaré más sobre como ha sido la madrugada peregrina.
Luego llegó un señor francés con el que intercambié breves palabras de cortesía general y que marchó rápido al pueblo a tomar algo. Ya nos pareció que sería el típico francés de albergue que se mete en la cama a las ocho y no deja moverse a nadie pero que luego a las 5 está de punta molestando a todo el mundo. Este se colocó en la litera de arriba de la mía que yo había elegido por su cercanía a un enchufe con el que recargar todos mis aparatos.
Después llegó una chica joven a colocarse sobre la litera de matrimonio, esa estaba justo al lado de la que tenía Joseba de modo que sólo quedaba libre la de encima suyo para completar la habitación. De la chica no sabemos nada porque ni abrió la boca en todo el rato.
Y ya avanzada la tarde se presentó una pareja de alemanes bastante mayores y gruesos. En ese momento la chica que estaba a cargo del albergue me pidió el favor de que dejara mi litera a la señora ya que su volumen le dificultaba subir a la litera sobre Joseba. Como os podéis imaginar me sentó regular (tampoco hay que ser grosero). Joseba les entendió decir que finalmente la pareja dormiría fuera pero al ir a preguntar a la chica si la cama había que dejarla confirmó que sí.
De este modo tuve que reorganizar las cosas para acabar durmiendo sobre,mi compañero por segundo día consecutivo.
La cena fue otra historia. Nos fuimos a la plaza a la feria gastronómica y en la caseta de los coros y danzas tenían como plato especial sardinas asadas. No que decir tiene que nos dispusimos a disfrutar de una buena ración junto a una botella ta de vino.
En este punto del relato debo hacer una aclaración, podéis comprobar que en los últimos días no he hecho alusión alguna al «problema» de Joseba. En realidad lo de beber alcohol es una terapia para curar las ampollas, me ha dicho que tiene que beber mucho porque sólo de esa forma el alcohol para desinfectar sus heridas en los pies le llega desde dentro. Como lleva todo vendado la única forma de ponerle alcohol es desde dentro. Yo no lo tengo muy claro pero eso es mucho mejor porque con la medicación con la que se está tomando tengo la impresión de que le están creciendo tetas. Claro, mientras tanto yo tengo que hacer un esfuerzo por acompañarle y acabo atún todas las noches: «lo que hay que hacer por la amistad…»
Pues eso, que una botella ta de vinho verde estupenda acompañó a una docena de sardinas, una ensalada grande y un caldo verde para mí. Para conseguir que la chica me vendiera doce sardinas tuve que hacer malabares porque ella no entendía la cantidad, en realidad es que las raciones eran de cuatro sardinas por plato y no comprendía que yo quisiera 3 raciones para dos. Después de convencerla también descubrimos otra cosa curiosa de Portugal. En esta zona el caldo verde se lo toman después de comer. Ya me había extrañado que la noche que pedí el buey de mar y el caldo el señor no lo trajo antes, al pedirlo me miró con extrañeza y me preguntó si es que lo quería antes del buey a lo que le contesté que por supuesto y él me lo llevó con cara de extrañeza. Ahora entiendo el tema, se toma al final.
Al llegar al albergue ya estaban todos en sus camas y la luz encendida. Al mirar hacia el techo descubrí con horror unos veinte mosquitos que estaban esperando ansioso a picarme por todo el cuerpo sin piedad. Horrorizado ante la noche que me esperaba supliqué a Joseba que apagara la luz para que no vinieran más y me tapé con la sábana hasta mitad de la cabeza para intentar cubrir la mayor parte de mi cuerpo de los miserables enemigos.
La noche ha sido tan infernal como imaginaba. Para colmo la sábana era pequeña y apenas cubría mi cuerpo. A cada momento escuchaba volar los miserables insectos picando en la frente, las orejas y hasta en los párpados. Si casualmente me daba la vuelta y dejaba al descubierto una pequeña parte de una pierna o un brazo al instante los cabrones me lo recordaban con un picotazo sin piedad. Para colmo hacía un calor insoportable que se acrecentaba con tener que estar tapado hasta los ojos. Así he pasado toda la noche con la única esperanza de que quizás en algún momento todos se hubieran llenado con mi sangre y ya dejaran de picarme para permitirme dormir aunque fuera un ratito.
Y cuando parecía que los mosquitos se habían saciado completamente para semanas con mi sangre con sabor a vinho verde porque dejaron de picarme entonces los italianos han decidido que era la hora de actuar como auténticos peregrinos de los que salen de noche para luego alcanzarlos al poco rato, mueven todas las bolsas varias vece, encienden las linternas, se les cae todo, hacen risitas y tú acordándote de toda su parentela.
Por fin se han marchado, han cerrado la puerto entonces Joseba me ha dicho que eran las seis y que teníamos que salir.
Hoy el camino ha sido muy agradable, la primera parte por sendas entre bosques y pequeñas calzadas con adoquinado. Una tremenda niebla nos ha acompañado durante una buena parte de la etapa refrescando bastante el ambiente. Al poco de salir hemos cruzado el Río Ave por un lugar precioso.
Al llegar a Sao Pedro de Rates la gente salía de misa. Eran las 8 de la mañana y aquello parecía una fiesta. Es una ciudad preciosa con una iglesia románica excelente típica del camino con su ajedrezado y todo. El ábside me ha recordado al de Frómista.
Hemos desayunado en el bar, lugar de gran acogida a peregrinos en el que hay dos paneles llenos de fotos de gente que ha pasado por allí.
Una pequeña visita a la ciudad y ruta hasta el final de etapa. El camino transcurre por un paisaje que ha ido cambiando mucho en los últimos días. Cada vez se parece más a Galicia, a la Galicia abierta de Coruña más que a la lucense. Las casas son de piedra y todo está muy bien cuidado. Se nota un poder adquisitivo alto con casas estupendas, muy arregladas en general. Todo está muy limpio y cuidado por esta zona y las referencias al camino son cada vez más evidentes. El único problema es que sigue habiendo mucha carretera secundaria por la que transitar los peregrinos es una verdadera aventura dada la velocidad a la que van los coches.
Tras mil vueltas y desvíos hemos llegado a Barcelos, ciudad de gran tradición y mucha historia en Portugal y que es origen de una leyenda de gallo que canta similar a Sto. Domingo de la Calzada.
La guía nos aconsejaba el Hotel do Terço por hacer precios especiales a los peregrinos. Para entrar debes cruzar un centro comercial que te descolora completamente pero que lo que hace es evitar que des un gran rodeo a toda la manzana. Efectivamente por 35 euros habitación estupenda y cómoda en la que resarcirnos de la pesadilla de la noche anterior y en la que poder ver la final de baloncesto de los JJOO.
Para comer nos hemos decantado por el restaurante Solar Real que nos aconsejaba la guía y hemos acertado de pleno: botellita de vinho verde (la uña del dedo gordo del pie de Joseba mejora día a día con la desinfección) y arroz con polvo de lo mejor que hemos comido en todo el camino y que iba aliñado con hierba buena.
Luego partido de baloncesto en el hotel disfrutando del equipo nacional y su juego (unos más que otros) y paseo turístico por la ciudad, hoy algo más que de costumbre aunque tampoco para matarse.
Ahora en una plaza en la que no paran de pasar zumbados gritando porque están borrachos y hay una fiesta de baile tipo tercera edad en la plaza de al lado. Mucho ambiente festivo que se acompaña de unos 14 grados de temperatura que invitan a ponernos el polar para envidia de nuestros lectores españoles que creo que ya estaràn cocidos a fuego lento.
Resumen del día: 28,82 km en 5:09 aúna media de 5,6 km/h mientras otros dos zumbados se pelean delante de nosotros.

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