Variedad de peregrinos

Hoy voy a centrar la entrada en describir algunos de los peregrinos con los que vamos compartiendo albergues y camino. Los hay de muy diversas clases y condiciones, unos más simpáticos y otros menos, pero lo mismo deben pensar de nosotros.
Ayer pasamos la tarde en al albergue La casa de la abuela charlando con el dueño, una persona muy amable y atento, gente que conoce el camino y saben lo que tienen entre manos. Charlamos sobre cómo ha cambiado el camino y le conté la primera, y única vez que dormí en Los Arcos Al hacer mi primer camino con mi hermano en bicicleta hace ya casi veinte años. Entonces no había nada en el pueblo y tuvimos que dormir en un pabellón a las afueras cubierto por un tejado de uralita. Dormimos sobre las colchonetas en el suelo y recuerdo lo del detalle del techo de uralita porque a última hora de la tarde cayó una tormenta tremenda y no paró de llover en toda la noche. No pudimos pegar ojo entre lo incómodo de dormir en el suelo y el estruendo que la lluvia producía sobre el tejado.
Esta vez recordaré el pueblo por una estancia mucho más agradable entre la amabilidad de la gente del albergue, la invitación a chistorras del mediodía y la cena que os contaré.
En el albergue estaban también el grupo de franceses que hace el camino con la furgoneta de apoyo y que vienen coincidiendo con nosotros desde Puente la Reina. Estos son el prototipo de peregrino que ayer describía como franceses-franceses, esta mañana los hemos adelantado y no han contestado ni siquiera al buenos días que le hemos lanzado tanto Mar como yo. Llevan una furgoneta enorme cargada con maletas de todo tipo e incluso comida. Ayer se prepararon unos macarrones en la cocina del albergue. Durante la marcha uno de ellos, al menos, lleva la furgoneta hasta el siguiente punto en el que el camino cruza con la carretera. Allí espera a los que van andando y se turnan en función de lo cansados que van. Los que andan llevan unas pequeñas mochilitas con agua y poco más. Cuando van andando no paran de hablar entre ellos y en los albergues no se relacionan con nadie.
También venimos coincidiendo desde Zubiri con un señor mayor que va con su hija adolescente. Ella va más despacio porque tiene bastantes problemas en los pies. Siempre va con el móvil en la mano y cuando llega a los bares pide gazpacho. Él debe ser un peregrino experimentado porque conoce bastante bien los sitios. Nos vamos saludando a lo largo de todo el dìa y estoy convencido de que acabaremos relacionándonos si el camino nos lo permite.
También coincidimos con la familia de «Jasper». Así ha sido bautizada por Isa porque dice que el chico se parece a no sé qué protagonista de alguna de esas películas que le gustan se trata de un matrimonio mayor y su hijo. Él padre tiene el pelo muy blanco, es muy alto y siempre anda muy tieso, la madre es morena y también se ve marchadora, va con una blusa azul. El chico debe tener unos 20 años y siempre va con una camisa a cuadros de color rojo además de un pantalón con un enorme roto en el culo. Al muchacho siempre nos lo encontramos sin mochila, parado y mesando sus cabellos al viento. Deben ser holandeses, o algo así y parecen simpáticos, aunque creo poco probable que nos podamos relacionar dado el tema de la lengua.
El día de la subida del Perdón coincidimos con un trío de chavales catalanes de los que ya he hablado. Nos los vamos encontrando todos los días y hoy estaban en Viana dando cuenta de un enorme bocata de tortilla. Parece que les ha sentado bien el reconstituyente porque les hemos dejado sentados en el bar y nos han adelantado poco antes de llegar a Logroño.
El que también estaba ayer en el albergue es el señor que nosabesivaoviene al que ya describí el día de Zubiri. Se pasa el día llamando por teléfono a la que debe ser su mujer para contarle cómo van evolucionando sus ampollas ensangrentadas, que no puede continuar pero que intentará un día más de camino. Al día siguiente aparece otra vez por el albergue y yo creo que hace muchos trozos del camino en autobús o en taxi. Cuando no habla con su mujer pilla al peregrino que esté por los alrededores y le cuenta la misma historia de sus pies, sus ampollas, sus dificultades al caminar y lo hecho polvo que va.
También están los dos de los pantalones psicodélicos, la francesa que no lleva bragas (es que lleva un culote muy ajustado que no deja casi nada a la imaginación) las dos locas inglesas que no paran de hablar en todo el camino, el peregrino que se para para fumar en todas partes, el de los bancos (se para en todos los bancos que encuentra a descansar), el italiano y la japonesa-italiana, las cuatro inglesas desmelenadas de la cena de anoche… Poco a poco hablaremos de ellos en función del protagonismo que adquieran en esta historia porque algún asesino en serie debe esconderse entre ellos.
A la hora de la cena fuimos al Museo del Peregrino, sobre el hotel Mónaco. Los guiris lo tenían lleno por aquello de que empiezan a comer a las seis de la tarde. Cuando nosotros subimos nos dijeron que teníamos que esperar media hora. Al final no fue tanto y nos acomodaron en una mesa junto a la ventana en la que hacía mucho fresquito. En la mesa de al lado estaban las cuatro inglesas desmelenadas en plena actividad post-etílica montando el espectáculo. También estaba el señor con su hija y los italiano-japonesa.
El camarero no paraba de pedir disculpas por la dificultad de atender bien a todo el mundo aunque la verdad es que estuvo bastante bien. El menú es abundante y rico y a un precio bastante aceptable. Poco a poco se fueron marchando todos y nos quedamos los últimos. Aprovechamos para charlar con ellos sobre el camino, las ganas que él tiene de hacerlo y la vida en Los Arcos. Nos preguntaron sobre la situación en Lorca y quedamos en volver para saludarnos la próxima vez que pasemos por aquí.
Sin más nos fuimos a dormir, el albergue estaba cerrado ya y todos en la cama. Había música en la calle pero esta noche no nos ha molestado para dormir bastante bien.
El despertador ha sonado a las 5:30 y a las 6 estábamos abajo desayunando. Desayuno sencillo pero bueno, sobre todo el bizcocho casero. Yo he puesto una cafetera que estaba preparada y hemos dado cuenta de varios trozos de pan tostado con mantequilla.

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A las 6:30 nos hemos puesto en marca y hemos hecho el primer tramo hasta Torres a muy buen ritmo. Se trataba de hacer rápido el camino hasta llegar a Viana sin parar y allí hacer un buen descanso para afrontar el tramo final. Pensábamos que haría mucho calor y por eso era imprescindible llegar lo más pronto posible. Hemos ido adelantando gente toda la mañana por un camino de constantes subidas y bajadas que te acaba machacando las piernas. Estaba algo nublado y corría una brisa agradable que ha hecho el camino muy llevadero.

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En Viana hemos dado cuenta de un buen pincho de tortilla con una cerveza y así nos hemos dispuesto a afrontar el último tramo del camino que nos baja al valle del Ebro en el que se encuentra Logroño. Hace algunos años que hicieron un andadero que hace la llegada más larga aunque bastante cómoda. Poco antes del final se encuentra Felisa, uno de los hitos del camino. Cuando hace muchos años casi no existía nada para los peregrinos Felisa se colocaba a la puerta de su casa y allí atendía a los agotados peregrinos que llegaban después del largo y pesado tramo desde Viana en el que no hay nada.

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Felisa ofrecía higos agua y amor a todos los que pasaban por allí y llevaba la cuenta de todos. Hace ya algunos años que Felisa murió y ahora es su hija la que se coloca con su mesita delante de casa y ofrece su sello a los que quieren detenerse un momento. Muchos de los actuales peregrinos pasan de largo sin fijarse siquiera en el puesto de Felisa y ella se queja amargamente de cómo han cambiado los peregrinos desde entonces. Cuando pasan los ciclistas bajando la cuesta a toda velocidad ella les grita y les increpa sin que parezca tener mucho éxito. Felisa es uno de los personajes de siempre en el camino y merece la pena pararse un momento a saludaría y pedirle el sello.
Así hemos llegado a Logroño y nos hemos encaminado al hostal que ayer nos aconsejó el hospitalero, «la numantina» en pleno centro de la ciudad. Hemos comido en una de las terrazas junto a la catedral y luego hemos vuelto a descansar un rato. La tarde la hemos pasado organizando las próximas etapas y reservando sitios para dormir. Ya tenemos hasta Carrión de los Condes.
Sobre las 7 hemos salido a comprar algo en la farmacia y unos calcetines para mí ya que se me han roto unos que traía. Fuera hace un calor pegajoso insoportable y no se puede estar en ningún sitio. Al final y después de varias vueltas hemos acabado en una cafetería tomando algo y yo he aprovechado para escribir parte de la entrada.

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Para cenar nos hemos ido de tapas a la calle Laurel y hemos pasado un rato estupendo, a pesar del sofocante calor. Luego un helado y al hotel a terminar de escribir y publicar. Mañana toca madrugar también porque la etapa se prevee larga y dura por el calor.
Resumen de la etapa: 28,7km en 5 horas y 46 minutos a una media de 5km/h.

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