Una verdadera noche peregrina

No hace falta decir mucho para que todo el mundo entienda que el día de ayer fue uno de esos en los que recuerdas por qué vienes al camino. Es verdad que te duelen los,pies, que pesa la mochila y que tienes calor pero todo eso lo olvidas en cuanto llegas a un lugar agradable, te das una ducha y la gente con la que coincides son estupendas.
Después de comer regresamos al albergue y yo me puse a escribir la entrada del día y a hablar por Skype con la familia puesto que tenía wifi en el patio. Poco a poco el albergue se había ido llenando de gente, primero dos parejas de jóvenes italianos que ocuparon la litera de matrimonio de abajo y una habitación aparte con dos camas. No puedo decir nada más de ellos porque no se molestaron ni en dirigirnos la palabra y ya contaré más sobre como ha sido la madrugada peregrina.
Luego llegó un señor francés con el que intercambié breves palabras de cortesía general y que marchó rápido al pueblo a tomar algo. Ya nos pareció que sería el típico francés de albergue que se mete en la cama a las ocho y no deja moverse a nadie pero que luego a las 5 está de punta molestando a todo el mundo. Este se colocó en la litera de arriba de la mía que yo había elegido por su cercanía a un enchufe con el que recargar todos mis aparatos.
Después llegó una chica joven a colocarse sobre la litera de matrimonio, esa estaba justo al lado de la que tenía Joseba de modo que sólo quedaba libre la de encima suyo para completar la habitación. De la chica no sabemos nada porque ni abrió la boca en todo el rato.
Y ya avanzada la tarde se presentó una pareja de alemanes bastante mayores y gruesos. En ese momento la chica que estaba a cargo del albergue me pidió el favor de que dejara mi litera a la señora ya que su volumen le dificultaba subir a la litera sobre Joseba. Como os podéis imaginar me sentó regular (tampoco hay que ser grosero). Joseba les entendió decir que finalmente la pareja dormiría fuera pero al ir a preguntar a la chica si la cama había que dejarla confirmó que sí.
De este modo tuve que reorganizar las cosas para acabar durmiendo sobre,mi compañero por segundo día consecutivo.
La cena fue otra historia. Nos fuimos a la plaza a la feria gastronómica y en la caseta de los coros y danzas tenían como plato especial sardinas asadas. No que decir tiene que nos dispusimos a disfrutar de una buena ración junto a una botella ta de vino.
En este punto del relato debo hacer una aclaración, podéis comprobar que en los últimos días no he hecho alusión alguna al «problema» de Joseba. En realidad lo de beber alcohol es una terapia para curar las ampollas, me ha dicho que tiene que beber mucho porque sólo de esa forma el alcohol para desinfectar sus heridas en los pies le llega desde dentro. Como lleva todo vendado la única forma de ponerle alcohol es desde dentro. Yo no lo tengo muy claro pero eso es mucho mejor porque con la medicación con la que se está tomando tengo la impresión de que le están creciendo tetas. Claro, mientras tanto yo tengo que hacer un esfuerzo por acompañarle y acabo atún todas las noches: «lo que hay que hacer por la amistad…»
Pues eso, que una botella ta de vinho verde estupenda acompañó a una docena de sardinas, una ensalada grande y un caldo verde para mí. Para conseguir que la chica me vendiera doce sardinas tuve que hacer malabares porque ella no entendía la cantidad, en realidad es que las raciones eran de cuatro sardinas por plato y no comprendía que yo quisiera 3 raciones para dos. Después de convencerla también descubrimos otra cosa curiosa de Portugal. En esta zona el caldo verde se lo toman después de comer. Ya me había extrañado que la noche que pedí el buey de mar y el caldo el señor no lo trajo antes, al pedirlo me miró con extrañeza y me preguntó si es que lo quería antes del buey a lo que le contesté que por supuesto y él me lo llevó con cara de extrañeza. Ahora entiendo el tema, se toma al final.
Al llegar al albergue ya estaban todos en sus camas y la luz encendida. Al mirar hacia el techo descubrí con horror unos veinte mosquitos que estaban esperando ansioso a picarme por todo el cuerpo sin piedad. Horrorizado ante la noche que me esperaba supliqué a Joseba que apagara la luz para que no vinieran más y me tapé con la sábana hasta mitad de la cabeza para intentar cubrir la mayor parte de mi cuerpo de los miserables enemigos.
La noche ha sido tan infernal como imaginaba. Para colmo la sábana era pequeña y apenas cubría mi cuerpo. A cada momento escuchaba volar los miserables insectos picando en la frente, las orejas y hasta en los párpados. Si casualmente me daba la vuelta y dejaba al descubierto una pequeña parte de una pierna o un brazo al instante los cabrones me lo recordaban con un picotazo sin piedad. Para colmo hacía un calor insoportable que se acrecentaba con tener que estar tapado hasta los ojos. Así he pasado toda la noche con la única esperanza de que quizás en algún momento todos se hubieran llenado con mi sangre y ya dejaran de picarme para permitirme dormir aunque fuera un ratito.
Y cuando parecía que los mosquitos se habían saciado completamente para semanas con mi sangre con sabor a vinho verde porque dejaron de picarme entonces los italianos han decidido que era la hora de actuar como auténticos peregrinos de los que salen de noche para luego alcanzarlos al poco rato, mueven todas las bolsas varias vece, encienden las linternas, se les cae todo, hacen risitas y tú acordándote de toda su parentela.
Por fin se han marchado, han cerrado la puerto entonces Joseba me ha dicho que eran las seis y que teníamos que salir.
Hoy el camino ha sido muy agradable, la primera parte por sendas entre bosques y pequeñas calzadas con adoquinado. Una tremenda niebla nos ha acompañado durante una buena parte de la etapa refrescando bastante el ambiente. Al poco de salir hemos cruzado el Río Ave por un lugar precioso.
Al llegar a Sao Pedro de Rates la gente salía de misa. Eran las 8 de la mañana y aquello parecía una fiesta. Es una ciudad preciosa con una iglesia románica excelente típica del camino con su ajedrezado y todo. El ábside me ha recordado al de Frómista.
Hemos desayunado en el bar, lugar de gran acogida a peregrinos en el que hay dos paneles llenos de fotos de gente que ha pasado por allí.
Una pequeña visita a la ciudad y ruta hasta el final de etapa. El camino transcurre por un paisaje que ha ido cambiando mucho en los últimos días. Cada vez se parece más a Galicia, a la Galicia abierta de Coruña más que a la lucense. Las casas son de piedra y todo está muy bien cuidado. Se nota un poder adquisitivo alto con casas estupendas, muy arregladas en general. Todo está muy limpio y cuidado por esta zona y las referencias al camino son cada vez más evidentes. El único problema es que sigue habiendo mucha carretera secundaria por la que transitar los peregrinos es una verdadera aventura dada la velocidad a la que van los coches.
Tras mil vueltas y desvíos hemos llegado a Barcelos, ciudad de gran tradición y mucha historia en Portugal y que es origen de una leyenda de gallo que canta similar a Sto. Domingo de la Calzada.
La guía nos aconsejaba el Hotel do Terço por hacer precios especiales a los peregrinos. Para entrar debes cruzar un centro comercial que te descolora completamente pero que lo que hace es evitar que des un gran rodeo a toda la manzana. Efectivamente por 35 euros habitación estupenda y cómoda en la que resarcirnos de la pesadilla de la noche anterior y en la que poder ver la final de baloncesto de los JJOO.
Para comer nos hemos decantado por el restaurante Solar Real que nos aconsejaba la guía y hemos acertado de pleno: botellita de vinho verde (la uña del dedo gordo del pie de Joseba mejora día a día con la desinfección) y arroz con polvo de lo mejor que hemos comido en todo el camino y que iba aliñado con hierba buena.
Luego partido de baloncesto en el hotel disfrutando del equipo nacional y su juego (unos más que otros) y paseo turístico por la ciudad, hoy algo más que de costumbre aunque tampoco para matarse.
Ahora en una plaza en la que no paran de pasar zumbados gritando porque están borrachos y hay una fiesta de baile tipo tercera edad en la plaza de al lado. Mucho ambiente festivo que se acompaña de unos 14 grados de temperatura que invitan a ponernos el polar para envidia de nuestros lectores españoles que creo que ya estaràn cocidos a fuego lento.
Resumen del día: 28,82 km en 5:09 aúna media de 5,6 km/h mientras otros dos zumbados se pelean delante de nosotros.

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10 comentarios en “Una verdadera noche peregrina

  1. ¡Que mal esta la cosa! un vasco y un español juntos y no son capaces de dar de hostias a dos mierdecillas de italianos que no hacen mas que meter ruido. ¡AY! que poco caracter.

  2. Me muero de envidia al veros con los polares. Aquí llevamos tres días a 40 grados, enchufadas al aire acondicionado y casi sin salir a la calle. Disfrutad vosotros que podéis y por supuesto de todo lo demás. Ya me entendéis …ya noté yo anoche en los comentarios que me mandaste al twitter que el vino verde había hecho estragos. Un beso

  3. Pingback: Repitiendo el pasado, pero sin zumbados | Diario de un caminante a Santiago

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